El ‘consenso’ es el punto de encuentro de los hombres sin principios – Por Juan Manuel de Prada

La derecha y la Transición
Por Juan Manuel de Prada

La derecha española ha mitificado de forma patológica la Transición, un proceso político que abordó desde una posición de poder y sin embargo perdió clamorosamente, en parte por astucia ladina del contrincante, en parte por su desaprensiva falta de principios (ya nos advertía Donoso que las escuelas liberales son inferiores a las socialistas, por carecer de teología). La izquierda, en efecto, se alzó con el santo y la limosna en la Transición: aunque tuvo que ceder (gustosamente) en los Pactos de la Moncloa, traicionando a los trabajadores, logró que se instaurase un ‘ethos’ progresista en la sociedad española y que se aprobase una Constitución plagada de aporías y ambigüedades que le iba a permitir desarrollar ese ‘ethos’ progresista hasta el paroxismo.

La derecha, sin embargo, nunca ha querido reconocer este fracaso estrepitoso; y ha alimentado durante décadas una nostalgia de la Transición que no es sino despecho por su inevitable evolución posterior. Así, se ha refugiado en una reconstrucción legendaria de aquellos años y en la hagiografía de sus hombres más conspicuos, a quienes pinta como abnegados patriotas que, con generosa altura de miras, renunciaron a maximalismos ideológicos por el bien de España; y, para explicar lo que luego ha sucedido, se recurre a una supuesta ‘traición’ al espíritu fundacional de la Transición. Es una actitud patética y deshonrosa, pues pretende diagnosticar los males negándose a determinar sus primeras causas. Pero es también muy humana, pues cuando vendes tu primogenitura por un plato de lentejas, buscas subterfugios dementes que te permitan vivir sin reconocer tu error primordial.

Aquellos hombres conspicuos de la Transición no renunciaron a sus maximalismos por el bien de España, sino por descarnada conveniencia o interés propio; pues el ‘consenso’ es el punto de encuentro de los hombres sin principios. Desde luego, eran hombres muy superiores a los chiquilicuatres que hoy se dedican a la política (lo que añade gravedad a su delito), fundamentalmente porque crecieron en familias todavía unidas y recibieron una educación todavía no degradada; pero ellos mismos se encargarían (demostrando que eran gentes sin principios) de aprobar leyes que convirtieron las familias en campos de Agramante y las escuelas en corruptorios oficiales. Mientras la derecha siga anclada en narrativas idealizadoras de la Transición, mientras se empeñe en cultivar una nostalgia de aquellos años que no es sino despecho edulcorado, no conseguirá sino ser un «ciego guiando a otros ciegos»; pues no se pueden combatir las calamidades de nuestro tiempo utilizando como remedio lo que en realidad fue su causa. Vendiendo a su parroquia que el remedio a las calamidades contemporáneas se halla en la Transición, en la Constitución y demás compañeros mártires, la derecha ha hecho mucho daño a España. La moción de censura de esta semana no es más que la dramatización grotesca y terminal de ese daño.

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