España: croquetas y cólico biliar del ministro Félix Bolaños – Por Juan Manuel de Prada

Croquetas y cólico biliar
Por Juan Manuel de Prada

Apenas unos días después de que el ministro Félix Bolaños se colara en la fiesta de la Comunidad de Madrid han tenido que extirparle la vesícula biliar, lo cual sin duda redundará en salud, pues los hombres solapados y pérfidos que sofocan sus accesos de rabia suelen padecer retenciones biliares y crían unos cálculos del tamaño de huevos de codorniz. Liberado de la vesícula, Bolaños podrá urdir sus maldades mucho más desahogadamente, pero tendrá que medir al milímetro –¡con escuadra y compás!–su dieta, privándose de los alimentos con mucho colesterol, como las croquetas y los canapés.

¿Habrán sido las croquetas y canapés de aquella fiesta de la Comunidad de Madrid los causantes del cólico biliar del ministro Bolaños? Siendo un hombre que a cada poco tiene que ponerse el mandil, tal vez haya desarrollado –por asociación de ideas– la manía de ponerse tibio de croquetas y canapés, como les ocurre a algunos maderos, que en cuanto se ponen el uniforme empiezan a tararear canciones mariconas de Village People. No hay duda alguna –no hace falta sino mirarle los mohínes resabiados – de que Bolaños es un parvenu o advenedizo de libro, al estilo del protagonista de ‘En busca del tiempo perdido’, pero mucho menos charmant (Bolaños no ha olido el perfume del mundo de Guermantes ni en sueños, por mucho que se calce guantes). El parvenu o advenedizo es ese tipo que no halla descanso en la vida hasta que no logra colarse en los cenáculos selectos, en los que halla una suerte de salvación personal que ni siquiera puede asimilarse a las ansias de medro, sino a un mecanismo psicológico mucho más enrevesado, en el que se funden traumas infantiles y una especie de fascinación arribista que tal vez sea una sublimación del resentimiento, una manera de acallar la (mala) conciencia de pertenecer a una clase social inferior.

¿Será Bolaños uno de esos gorrones que se cuelan en saraos, cócteles y demás conciliábulos del papeo gratuito, en las horas libres que le dejan el mandil y las perfidias? ¿Cómo sabrá cuál es la fiesta bien avituallada de croquetas y canapés, frente a la fiesta avara que despacha a los invitados con unos cacahuetes? Hace años llegué a hacerme amigo de una pareja de estos gorrones de sarao, cuya anatomía mostraba los estragos de una dieta rica en colesterol. Ella tenía un aspecto como de matrona desfondada y se embadurnaba los labios con un carmín que parecía el heraldo de su voracidad. Su marido, impedido por la artrosis, se metamorfoseaba en una súbita gacela en cuanto olfateaba una bandeja de croquetas. Ambos padecían unos cólicos tremendos; pero después de que les extirparan la vesícula se morigeraron, y ahora ya sólo gorronean en saraos rigurosamente veganos.

Deseamos al ministro Bolaños una pronta recuperación, asegurándole que hay vida después de las croquetas. Un parvenu de su categoría encontrará, sin duda, modos alternativos de saciar la gula que se le despierta cada vez que se pone el mandil.

 

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