Por Ricardo Vicente López
Por la necesidad de una memoria histórica que des-oculte el pasado, me voy a apoyar en algunas de las notas que fue publicando una intelectual como lo es Mónica Peralta Ramos, doctora en Sociología, investigadora, y docente en áreas de economía política, sociología y antropología. Escribió algunos libros, entre ellos, Etapas de acumulación y alianzas de clase en la Argentina (1930-1970) (Siglo XXI, 1972), Acumulación del capital y crisis política en la Argentina (1930-1974) (Siglo XXI, 1978) y La economía política argentina. Poder y clases sociales (1930-2006) (FCE, 2007).
Comienzo con una nota, publicada hace unos pocos años – marzo del 2023–, que tituló Guerra y dólar – Kennedy y el deep state [[1]] la autora hace público el estado de cosas del mundo desde los años sesenta en adelante. En ese espacio de tiempo comenzó a hacerse evidente que el mundo de posguerra y posterior guerra fría estaba dejando paso a otro, en el que comenzaba a regir un nuevo sistema de distribución del poder internacional. Décadas atrás, ya este proceso había sido prefigurado por el lúcido presidente de los Estados Unidos, para ello, cita la autora, un discurso pronunciado de John Fitzgerald Kennedy, el 10-6-1963, en plena Guerra Fría y poco tiempo después de la Crisis de los misiles en Cuba, que colocó el mundo ante el abismo de la guerra nuclear, allí se mostró un presidente que intentaba plasmar un nuevo derrotero para su país:
«La incipiente multipolaridad que desafía a la hegemonía global norteamericana: el rol del dólar como moneda internacional de reserva está puesto en cuestión, con el trasfondo del conflicto bélico. “¿Qué paz perseguimos? No la pax americana [[2]], impuesta al mundo con armas de guerra norteamericanas. No la paz de los cementerios o la seguridad de los esclavos (en un mundo plagado de armas nucleares). La guerra no tiene sentido… hablo de la paz como el objetivo racional perseguido por hombres racionales (…) Una serie de acciones concretas y acuerdos efectivos con el objetivo de lograr, más allá de las diferencias, el interés común de las partes en conflicto».
Subraya la autora que este discurso:
«Contradecía así el “sentido común” de aquel momento, expresado por el complejo industrial militar y los organismos de inteligencia, y centrado en una abierta hostilidad al comunismo ruso y a su supuesta infiltración en el movimiento por los derechos civiles de la población negra. Pocos días después de su alocución, Kennedy manifestó su apoyo público a Martin Luther King [[3]], líder de este movimiento. Sorprendentemente (o no tanto) pocos meses después, Kennedy caía asesinado. La conspiración tras el crimen y sus responsables siguen protegidos por el secreto oficial. Desde entonces, la profunda hostilidad contra Rusia y China se ha ido transformando en un elemento central de la vida política del país, justificando la escalada de guerras sin fin, desencadenadas en diversas regiones del mundo».
Cabe recordar, después de los años de conflictos mundiales, las palabras del discurso de despedida del presidente Dwight D. Eisenhower (1953–1961) dirigido a los ciudadanos estadounidenses y al mundo en general el 17-1-1961. Es necesario subrayar, para entender los años posteriores, una frase, que esa noche cayó muy mal en el establishment estadounidense: el presidente que se despedía revelaba entonces, un concepto nuevo acuñado por él, “complejo militar-industrial”, como una advertencia, para el nuevo presidente John F. Kennedy, «que aquel esfuerzo militar que había llevado su país a la gloria, podía ahora llevar al desastre».
Es importante tener presente, sobre todo por los ocultamiento de todos estos años, cuál era el mensaje público que el presidente saliente, con un curriculum digno de tener en cuenta: General de cinco estrellas del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, y comandante supremo aliado en el frente de la Europa occidental durante la guerra. Yo me atrevo a comentar: tenía una triste experiencia para avalar lo que estaba diciendo, en tono de advertencia:
«Nuestro pueblo espera que su Presidente y el Congreso logren acuerdos esenciales en las cuestiones de importancia fundamental, cuya sabia resolución perfilará un mejor futuro para la Nación. Vivimos ahora diez años después de una mitad de siglo que fue testigo de cuatro grandes guerras entre grandes naciones. En tres de estas participó nuestro propio país… El buen juicio busca el equilibrio y el progreso. Su ausencia, implica, en el mediano plazo, desequilibrio y frustración. Los datos de muchas décadas prueban que nuestro pueblo y su gobierno han comprendido, en general, estas verdades y se prepararon frente a la amenaza y al estrés.
Un elemento vital para mantener la paz es nuestra institución militar. Nuestras armas deben ser poderosas, listas para la acción inmediata, de modo tal que ningún agresor potencial se sienta tentado a arriesgar su propia destrucción… Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentista permanente de vastas proporciones. Sumado a esto, tres millones y medio de hombres y mujeres están directamente empleados en el sector de la defensa. Anualmente gastamos en seguridad militar por sí sola más que los ingresos netos de todas las corporaciones de los Estados Unidos… esta conjunción entre un inmenso sector militar y una gran industria de armamentos es nueva en la experiencia americana de nuestra vida democrática. Su influencia total: económica, política, incluso espiritual, se siente en cada ciudad, en cada Estado, en cada oficina del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperativa de este desarrollo. Sin embargo, no podemos dejar de comprender sus graves implicaciones. Nuestro trabajo, nuestros recursos y medios de vida están, todos ellos, involucrados. También lo está la estructura misma de nuestra sociedad.
… En los consejos de gobierno, debemos protegernos de la adquisición de influencia injustificada, deseada o no, por parte del “complejo militar-industrial”. El potencial de un desastroso incremento de poder fuera de lugar existe y persistirá. No debemos dejar que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades o procesos democráticos… No podemos hipotecar el bienestar material de nuestros nietos sin arriesgar al mismo tiempo también la pérdida de su herencia política y espiritual. Queremos que la democracia sobreviva para todas las generaciones por venir, no que se convierta en el fantasma insolvente del mañana.
A todos los pueblos del mundo, quiero una vez más expresar la continua y reverente aspiración americana: Oramos para que los pueblos de todos los credos, de todas las razas, de todas las naciones, pueden satisfacer sus mayores necesidades humanas, para que aquellos a quienes esta oportunidad les es ahora denegada, lleguen a disfrutarla al máximo, para que todos los que anhelan la libertad pueden gozar de sus bendiciones espirituales».
Se ha dicho alguna vez, siguiendo la sabiduría militar de Carl von Clausewitz [[4]] (1780-1831) que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». La política, sin embargo, no flota en un universo vacío de contenido. Continuaba Eisenhower:
«Detrás de la política existe una espesa trama de intereses que giran en torno al control de las decisiones, de la riqueza y de los recursos estratégicos…. Sin ella, la humanidad no podría haber llegado hasta el presente. Hoy, la estructura de poder global se reproduce maximizando las ganancias en todas las áreas de la vida social: ya sean económicas, políticas o culturales. Esto fragmenta a las sociedades y oculta que sin cooperación no habría vida posible. Al mismo tiempo, el relato oficial impulsa el aislamiento, la competencia despiadada y el miedo hacia un otro que amenaza nuestras pertenencias, nuestro status y nuestras ideas. Así, subrepticiamente, la guerra de los unos contra los otros se naturaliza y oculta que, más allá de las diversidades y diferencias, siempre existen intereses comunes».
Hoy, a la distancia del tiempo, más los horrores y las tragedias que se vivieron durante el siglo XX, se hace evidente, que los pueblos del mundo no desean que esas terribles experiencias sean repetidas. La ceguera y el egoísmo de tantas personas que han demostrado que no tenían las capacidades éticas y espirituales para conducir a los poderosos países del centro del mundo y las grandes corporaciones que dominan el espacio público, deben ser alejadas de los ámbitos del poder. Todas esas experiencias aterradoras permiten comprender las razones respecto de los porqués de los sucesos históricos que he analizado en esta columna que han sido ocultados y olvidados.
La sabiduría de la vida es la habilidad y la prudencia para resolver los asuntos de la vida –individual y colectiva– y a la vez tener un conocimiento mucho más profundo y espiritual de todo cuanto ha acontecido. Esto nos permite reflexionar respecto de estos ocultamientos que comienzan en nuestra educación institucional. Ello nos impone la necesidad de esforzarnos en la búsqueda de las verdades de la historia cercana, puesto que con ellas muchos problemas no hubieran existido.
[1] Se denomina así al Estado profundo en los Estados Unidos, es un concepto que no se utiliza, generalmente, porque el periodismo lo oculta: describe la conspiración, la colusión y el amiguismo existentes dentro del sistema político estadounidense; es un sistema de poder que constituye un gobierno oculto dentro del gobierno legítimamente elegido.
[2] Es una metáfora de la Pax Romana (paz romana) que fue un período de relativa paz y estabilidad en todo el Imperio romano que duró más de 200 años, desde el reinado de Augusto (27 a.C. – 14 d.C.).
[3] Fue un ministro evangélico, activista estadounidense que se convirtió en el vocero y líder más visible del movimiento de derechos civiles desde 1955 hasta su asesinato en 1968.
[4] Fue un militar prusiano, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna. Es conocido principalmente por su tratado De la guerra, en el que lo aborda a lo largo de ocho volúmenes.
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