Purgas, viejos y los intereses ocultos de oscuros marionetistas – Por Juan Manuel de Prada

Purgas, viejos y marionetistas
Por Juan Manuel de Prada

Se han divulgado unas imágenes del reciente Congreso del Partido Comunista Chino en las que el anciano Hu Jintao es retirado de la sala por unos edecanes, mientras su sucesor, Xi Jinping, adopta una actitud que no sabemos si es conmiserativa o exasperada. Enseguida la prensa occidental ha interpretado la escena como una ‘purga’ pública con la que Xi Jinping habría querido escenificar su poder absoluto y lanzar un aviso a los disidentes. Pero esta escenificación nos parece poco congruente con el carácter chino, mucho más taimado y sibilino; y, desde luego, con la discreción que exigen las purgas internas.

De hecho, la escena podría ser igualmente interpretada como un gesto de piedad filial por parte de Xi Jinping, comparable al gesto de Sem y Jafet, cuando cubren con un manto la desnudez de su padre Noé, que se ha embriagado. Hu Jintao no parecía ebrio, sino más bien aquejado por alguna forma de demencia senil que hizo conveniente su desalojo, para evitar situaciones más embarazosas. O tal vez Hu Jintao, aunque mermado en sus facultades, deseara realizar alguna intervención que incomodase a su sucesor, quien de este modo se evitó el mal trago. Sea como fuere, nos sorprende que la prensa occidental haya interpretado unánimemente la escena como una purga; prueba inequívoca de que la construcción propagandista del ‘relato’ ha suplantado la narración periodística de los hechos.

Pero que la prensa occidental se haya hecho el longui ante el evidente deterioro cognitivo de Hu Jintao es plenamente congruente con la actitud despistada que muestra ante el deterioro cognitivo todavía más evidente de Biden. Al presidente americano lo vemos farfullar incoherencias y saludar a sus amigos invisibles en todas sus comparecencias públicas, lo vemos repetir robóticamente las palabras que le susurran al pinganillo o le escriben en un tarjetón; y, según cuenta Camila Parker, se tira pedos «sonoros, largos e imposibles de ignorar» (imaginamos que por lo hediondos) en público. Pero la prensa occidental, en lugar de señalar los peligros derivados de mantener al frente de la nación más poderosa del mundo a un hombre que ha perdido el oremus (bien porque puede perpetrar cualquier desvarío, bien porque puede estar siendo manejado por marionetistas con intereses ocultos), tapa las vergüenzas de Biden.

Contrasta esta actitud tan benévola con la acritud que en su día dedicó a los achaques seniles de Juan Pablo II (que, sin embargo, no incluían deterioro cognitivo alguno), o el alivio con que acogió la renuncia de Benedicto XVI (que ni siquiera mostraba por entonces achaques seniles). Y sospechamos que su benevolencia con Biden nada tiene que ver con la piedad filial de Sem y Jafet. Tal vez la razón de esa benevolencia sea la misma por la que antes se indignaba con los tembleques de Juan Pablo II o aplaudía la renuncia de un Benedicto XVI en plenitud de facultades. Una razón que se confunde con los intereses ocultos de oscuros marionetistas.

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