La teología climática – Por Juan Manuel de Prada

Por Juan Manuel de Prada

A simple vista, podría parecer que la teología climática es una mera vuelta al paganismo panteísta. La naturaleza deja de ser objeto de asombro y maravilla; deja de ser esa Creación ‘buena’ que Dios nos ha encomendado para ejercer sobre ella un dominio justo, poniéndola a nuestro servicio pero a la vez encargándonos su cuidado amoroso. Destruidas las nociones de un Dios creador y de su encomienda, el hombre convierte el planeta, con todas las criaturas y portentos que alberga, en su nuevo dios, porque la adoración es su vocación irreprimible; y si esa adoración no se dirige a Dios, necesita buscarse un sucedáneo, llámese Madre Tierra o el coño de la Bernarda. Aunque, a la postre, todas las adoraciones sucedáneas encubren el culto al Dinero; también la religión climática, por supuesto.

Pero el hombre apóstata ya no puede volver al paganismo ingenuo de los antiguos. Lo que parece paganismo (o sea, una tentación cándida de regreso a la infancia de la Humanidad) es en realidad falso mesianismo (o sea, una tentación maligna de progreso hacia un horizonte antropólatra). La religión climática pretende que la Tierra sea un paraíso; pero también –y sobre todo– pretende castigar al culpable de que se haya convertido en un vertedero. La religión climática podría llegar a la conclusión de que el culpable es el progreso desenfrenado del ‘capitalismo salvaje’; pero –¡mira tú por dónde!– lo cierto es que cuenta entre sus corifeos máximos (y aun sumos pontífices) con infinidad de magnates ‘verdes’ que aplauden e impulsan las políticas de ‘sostenibilidad’, que se adhieren fervorosamente a los postulados del ‘ecocapitalismo’, que se forran con las energías ‘alternativas’. Y estos magnates ‘verdes’, en su papel de corifeos máximos o sumos pontífices del tinglado, son los primeros en señalar al culpable, que es el hombre de a pie que se resiste a colaborar en su enriquecimiento, al que se somete y amedrenta mediante un discurso cientifista apocalíptico. Pero, una vez sometido y amedrentado, se le ofrece una posibilidad de redención: puedes impedir ese apocalipsis climático si apuestas por las energías alternativas, si te compras un coche eléctrico, si aceptas alimentos transgénicos o sintéticos, si renuncias a la propiedad y a la procreación… Porque nosotros, aunque no podamos cambiar las reglas que imponen las compañías eléctricas para saquearte ni detener la especulación en los precios que te empobrece, podemos cambiar el clima y detener el apocalipsis a través de nuestro dominio de la ciencia. Si no colaboras con nosotros, te convertirás en réprobo; pero si colaboras serás un dios, pues estarás salvando el planeta.

Así que esta religión climática que rinde culto al Dinero, bajo una apariencia de regreso al ingenuo paganismo panteísta (deificación de las fuerzas cósmicas), ofrece la golosina de la deificación del hombre, que según le contó san Pablo a los tesalonicenses será la religión del Anticristo.

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