Con niveles históricos de desaprobación, al igual que el Congreso de la República, la ahora expresidente peruana Dina Boluarte permaneció en el cargo casi tres años, mientras en las calles y redes se escuchaban diversos llamados. «Que se vayan todos» o «por estos no [votar]», se hicieron famosos. Es la inseguridad, la mayor preocupación de la ciudadanía, que ha alcanzado picos inéditos en los últimos años.
La mañana del jueves varias bancadas anunciaron que presentarían mociones de vacancia presidencial, algo que ya había ocurrido otras veces, pero siempre habían sido descartadas por Fuerza Popular (FP) y Alianza para el Progreso (APP), principales sostenes de Boluarte.
Los mismos legisladores que antes la defendían se volvieron en su contra, buscando marcar distancia de un gobierno profundamente impopular antes de las elecciones generales de abril de 2026. FP, liderado por Keiko Fujimori, y APP, presidido por el gobernador de La Libertad, César Acuña, apelaron una y otra vez a la «estabilidad» de la nación andina, donde ningún dignatario ha culminado su mandato desde 2016.
Asimismo, la Fiscalía peruana solicitó esta jornada un impedimento de salida del país contra Boluarte, a la que se investiga, entre otros delitos, por negociación incompatible o aprovechamiento indebido del cargo y lavado de activos. De hacerse efectiva esta solicitud, la medida podría estar en vigor por hasta 36 meses.
Boluarte rompió este viernes el silencio tras haber sido destituida en la madrugada por el Congreso en razón de su «incapacidad moral» para resolver la crisis de seguridad que padece el país sudamericano. «Estoy en mi hogar y estaré permanentemente en el país», sostuvo ante los medios.
Con una aprobación de apenas 3%, Dina Boluarte ostentaba uno de los índices más bajos registrados por un líder mundial. Su falta de conexión con la ciudadanía y su débil liderazgo político la dejaron sin base de apoyo. Desde su llegada al poder enfrentó protestas, cuestionamientos por el uso de la fuerza y críticas por su aparente falta de rumbo.
Entretanto, el sucesor de la primera mujer presidenta del Perú, José Jerí, ya ostenta la banda presidencial, a ocho meses de que se abran las urnas. Y en medio de serias acusaciones, empiezan a surgir mensajes polémicos y procaces de su autoría que anticipan un enésimo cambio en el Ejecutivo.
La salida de Boluarte confirma el ciclo de inestabilidad que ha dominado la política peruana durante años. En la última década, el país ha tenido ocho presidentes, de los cuales tres fueron destituidos y dos renunciaron para evitarlo.