
Por Santiago Carranza-Velez
La ONU ha declarado oficialmente la hambruna en nuevas zonas de Sudán, un país devastado por la guerra civil que estalló en 2023 y que se agrava día tras día en la región de Darfur. La capital de Darfur Norte, El Fasher, y la ciudad de Kadugli, en Kordofán Sur, han sido identificadas como las áreas más afectadas, según el último informe de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC).
Más de 375.000 personas ya viven en condiciones de hambruna extrema, y el número total de afectados por la falta de alimentos asciende a más de 21 millones, lo que equivale al 45 % de la población sudanesa. Los expertos advierten que la situación se mantendrá —e incluso empeorará— en los próximos meses, con 20 zonas adicionales al borde de la «catástrofe».
El director de Acción contra el Hambre en Sudán, Samy Guessabi, ha descrito la situación como una «hambruna silenciosa que amenaza con convertirse en una catástrofe total«. En ciudades sitiadas y sin acceso a suministros, «las familias están comiendo hojas hervidas, cáscaras de cacahuete y alimento para animales«, ha denunciado.
«Cada día que pasa es una sentencia de muerte para miles de personas», advirtió Guessabi, reclamando a la comunidad internacional una intervención urgente y exigiendo a las partes en conflicto un alto el fuego inmediato que permita el acceso de la ayuda humanitaria.
La tragedia sudanesa, silenciada por la atención mundial en otros conflictos, ya se cuenta entre las peores crisis alimentarias del siglo XXI, con regiones enteras atrapadas entre la guerra, el hambre y la indiferencia internacional.

