
La empresa fundada por Marcos Galperin acumuló en 2025 unos 39.000 millones de pesos en subsidios y exenciones fiscales del Estado nacional, un 50% más que en años anteriores. Solo en los últimos tres años, la compañía acumuló más de 250 millones de dólares en beneficios del Estado argentino.
Mientras se beneficia de estos incentivos, el presidente local de la compañía, Juan Martín de la Serna, eleva la voz para pedir intervenciones estatales contra la «competencia desleal» de plataformas chinas como Shein y Temu, acusadas de «destruir empleo argentino». Esta contradicción con el discurso liberal de Marcos Galperin y el gobierno de Milei no es casual: representa el último capítulo en la «saga» de Mercado Libre contra los principios del libre mercado que alguna vez defendió. La firma concentra cerca del 20% de los 195.000 millones de pesos en beneficios fiscales otorgados a empresas tecnológicas bajo la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento, una norma impulsada durante el kirchnerismo que sigue vigente pese a los cambios de gobierno.
Galperin, el multimillonario argentino radicado en Uruguay desde 2019 por motivos fiscales, coordina las operaciones regionales de Mercado Libre desde Montevideo, donde paga impuestos locales. Sus filiales en Argentina, en cambio, acceden a créditos fiscales y alivios tributarios que, en los últimos tres años, superaron los 250 millones de dólares. «Galperin descubrió que el mercado es libre… hasta que llegan los chinos», ironiza un empresario, resumiendo la percepción de hipocresía que rodea a la compañía.
El aumento de los subsidios en 2025 –un salto del 50% respecto a periodos previos– se enmarca en un contexto de recuperación post-pandemia para el sector tech, pero genera cuestionamientos en el Congreso. Un diputado de la oposición, bajo reserva de identidad, planteó: «¿Y el costo fiscal de este subsidio?». Críticos argumentan que estos beneficios, que incluyen exenciones en Ganancias y aportes previsionales, representan una carga insostenible para las arcas públicas en un país con déficits crónicos.
Mientras acumula ventajas locales, Mercado Libre no escatima en presionar al gobierno de Javier Milei por medidas proteccionistas. De la Serna, en declaraciones recientes, denunció que Shein y Temu –plataformas de moda y comercio electrónico de bajo costo– inundan el mercado argentino con envíos directos desde China, evadiendo aranceles y regulaciones laborales. «Están destruyendo empleo argentino», afirmó el ejecutivo, exigiendo controles aduaneros más estrictos y posibles impuestos a las importaciones digitales.
Esta batalla no es aislada. El dominio de Mercado Libre en el e-commerce latinoamericano –con una cuota de mercado superior al 50% en Argentina– se ve amenazado por la agresiva expansión de competidores asiáticos, que ofrecen precios hasta un 70% más bajos gracias a modelos logísticos eficientes y economías de escala globales. Analistas estiman que, sin intervención estatal, la empresa podría perder hasta un 15% de sus ventas locales en los próximos dos años.
El caso de Mercado Libre ilustra las tensiones de un modelo económico en transición. Por un lado, los subsidios fomentan la innovación y el empleo en el sector tech –Mercado Libre genera miles de puestos directos e indirectos–. Por el otro, perpetúan desigualdades fiscales y debates sobre soberanía comercial en un mundo globalizado. ¿Puede Argentina sostener un «libre mercado selectivo», donde gigantes locales reciben paraguas estatal mientras piden barreras a los extranjeros?
En el gobierno de Milei, que pregona la desregulación, la respuesta aún es incierta. Mientras tanto, Galperin y su imperio continúan navegando entre beneficios y batallas, recordándonos que en el e-commerce, como en la política, el libre mercado siempre tiene asteriscos.

