Al mundo atlantista anglosajón le quedan ya pocas cartas para torcer la historia – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez*

Finalmente, ha llegado una fecha límite para la resolución de la crisis. Rusia ha optado por responder duramente a la negativa ucraniana de emprender negociaciones junto a la creciente presión occidental con el envío de armas más sofisticadas y de mayor alcance, algo que además acompaña con un importante desplazamiento de tropas de la OTAN camufladas como mercenarios o voluntarios.

El gobierno que preside Vladímir Putin ha decidido organizar rápidamente un plebiscito en 4 oblast sobre la voluntad de unirse a Rusia. Previamente, Kherson y Zaporozhye han hecho pública su voluntad de independencia de Ucrania para situarse en un mismo estatus que Lugansk y Donetsk.

Los 4 oblast, en consecuencia, han dado un paso fundamental en el plebiscito donde la población se inclinó por solicitar su anexión a la Federación Rusa. 

Esta situación ha actuado como un acelerante del conflicto. Si Rusia suma esos territorios, es muy difícil que Occidente puede seguir con la retórica de estar derrotando a los rusos y el costo económico que está atravesando la UE, especialmente, con una inflación creciente y un proceso de desindustrialización que amenaza con ser definitiva, se muestra infructuoso.

No es posible hablar de pagar costos “por la libertad y la democracia” si Rusia consigue estabilizar su economía, proyectar una nueva reforma financiera global en forma paralela a la actual hegemonizada por el mundo anglosajón. La derrota militar de Rusia, como ha dicho Josep Borrell antes de sus actuales vacilaciones, es imperiosa para mantener el estatus del mundo anglosajón como rector universal.

Si bien es previsible que la anexión de los oblast a la Federación de Rusia solo serán reconocidos por países cercanos a Moscú, el hecho del impacto sobre la psiquis de los europeos y de los estadounidenses será fuerte.

En este punto se hace necesaria una aclaración, países como China, probablemente no avalarán la anexión simplemente porque ellos mismos tienen problemas de reclamos independentistas, como sucede con Xinjiang y potencialmente con el Tíbet.

Irán enfrenta un problema similar con los kurdos, lo mismo que Irak y otros países. Aliados de EE. UU. aun si quisieran, cosa improbable, alentarían las llamas independentistas de regiones como Cataluña. Países como los americanos tampoco están en las mejores condiciones, los reclamos mapuches sobre Chile o la situación colonial de Malvinas para la Argentina probablemente hagan desaconsejable la aprobación. 

Estos son argumentos atendibles, pero que esconden otros superadores, como ser que dependen de cómo se resuelva finalmente el conflicto Rusia – OTAN. Buena parte de las naciones se mantienen expectantes sobre quien vencerá y tratan de no dar pasos que delaten una posición de alineamiento con el perdedor.

Claramente, vemos un bando compuesto por los anglosajones que arrastran tras de sí a los europeos en su casi totalidad y algunos otros como Japón y en menor medida Corea del Sur, carentes de toda autonomía de decisión soberana sobre sus alineamientos.

Otro grupo son aquellos que, por voluntad propia o porque han sido forzados por las circunstancias, se alinean con Rusia. Corea del Norte, Venezuela, Siria, Nicaragua, son algunos ejemplos.

India es una muestra de que grandes países con posiciones autónomas no se alinean automáticamente y cada caso se trata en particular. Ellos encabezan un grupo mayoritario que se inclinará finalmente por el ganador y legitimará o no, recién entonces, la unificación.

Ante esta gravedad, se produce un hecho en los días previos que fueron las explosiones que dejaron fuera de servicio a los gasoductos Nord Stream 1 y 2. Los responsables por el momento no se conocen, pero las sospechas recaen en los EE. UU.

Las razones son bastante simples y no exactamente por las palabras amenazantes de Biden, sino por una cuestión básica de quien puede tener interés y quien no en que el gas no llegue a Europa.

En los días previos también se ha podido observar cómo, dentro de la UE, se producían tensiones en las disputas por el gas y las posiciones a adoptar, desde las más intransigentes como las de Polonia o los países bálticos hasta aquellos que han negociado por su cuenta como Hungría.

Era esperable que con la llegada del invierno las tensiones crecieran exponencialmente, el malestar ya se expresa en movilizaciones que la prensa corporativa suele ignorar o en la elección de personajes como la italiana Georgia Meloni, que más allá de sus reales intenciones ha basado su campaña en negar todo aquello que la corrección política establece.

La situación estaba al borde del estallido, hasta que un estallido en las profundidades del Báltico, se hizo presente.

Los daños son de una naturaleza que los hace de muy difícil y costosa reparación, y si no se actúa rápidamente, el agua salada estropeará la construcción definitivamente. 

A partir de ahora, alguien ha quemado las naves y la UE ya no tiene posibilidad de obtener el gas ruso en condiciones de abundancia aun en el caso de ceder con Rusia. No hay vuelta atrás y se verá obligada a obtener a cuentagotas el gas que traen los barcos metaneros de EE. UU. o algún remanente de otros países amigos, pero será insuficiente y caro.

¿Le sirve a Rusia esta situación? Probablemente no, si hubiera querido cortar el gas ya lo hubiera hecho, la política de Putin era de gradualidad para no perder capacidad de negociación. 

¿Quién gana con la situación? EE. UU., que consigue que la UE rompa definitivamente su dependencia con el gas ruso y tenga que comprar más caro el que les enviarán desde América. Eso dejará fuera de competencia a la industria alemana y europea en general, cuyas empresas rentables ya hacen planes para migrar a los EE. UU.

Tal vez esta solución para Washington sea un bumerán nuevamente, sus aliados europeos perderán importancia y darán una pésima señal para otros que también son aliados y ven cómo son descartados cuando así el país norteamericano lo requiere.

A largo plazo EE. UU. quedará aislado, debilitado y en una posición endeble, pero la urgencia de hacer algo, o una estrategia donde el mañana ya no importa demasiado porque será muy diferente al que imaginamos, ha impulsado esta política agresiva de Biden.

Trump intenta ofrecerse como mediador, y coincide con Kissinger, que había dicho en Davos que Occidente necesitaba negociar con Rusia y tenía un par de meses para hacerlo antes de que la cosa se fuera de control. Probablemente, muchos ahora comprenderán por qué era absurdo y peligroso apoyar la vuelta de un Partido Demócrata que con Obama ya había iniciado un “pívot hacia Asia”, apoyándose en el pueril argumento de que Trump era misógino u homofóbico.

Los proyectos eran muy distintos, EE. UU. con Trump se iba a cerrar sobre sí mismo dejando de ser el gendarme mundial. El globalismo simplemente ha parasitado las instituciones de ese país y las ha puesto a su servicio para la construcción de un modelo que finalmente contempla la destrucción de los enemigos de EE. UU. pero también la suya propia. 

Por último, no olvidemos que para realizar una operación de estas características, que requiere el uso de grandes cantidades de explosivos a decenas de metros de profundidad en medio del mar Báltico, se necesita contar con equipos y profesionales que no muchas naciones tienen y que descarta de plano un grupo de improvisados fanáticos. Bien puede ser Polonia, Ucrania o algún otro Estado interesado en destruir a Rusia, pero difícilmente lo haría sin contar con la aprobación de Washington.

Todos los caminos conducen a Roma, inclusive la escasa reacción de los propios EE. UU. y la admisión de un europarlamentario polaco, Radoslaw Sikorski, de los hechos, contribuyen a identificar al culpable.

Una vez más debemos repetir que el contexto político y económico ha llevado a que Occidente apresure sus acciones simplemente porque no está preparado para afrontar las consecuencias de una guerra de largo aliento.

Seguramente Putin esperaba que una revuelta interna en Ucrania sirviera para ahorrarse el enfrentamiento directo, pero claramente la OTAN no ha permitido que así sea, por lo que simplemente debió adaptarse a la nueva situación.

Sobradas son las pruebas de que Rusia se venía preparando para el conflicto, ya sea de corta duración o de largo aliento. La arquitectura económica y financiera, los acuerdos diplomáticos y el anuncio del 2018 de la nueva generación de armamentos demuestra claramente que esto, lejos de una improvisación, es algo que ha sido planificado y evaluadas las distintas opciones ante las respuestas posibles de Occidente.

El atlantismo tiene su fortaleza en la comunicación, en la guerra de propaganda y en la acción psicológica. Desde el 24 de febrero pasado vemos cómo la prensa instala que Rusia cuenta con un ejército pobre, armas obsoletas y deficientes, una economía endeble, corrupción y falta de voluntad de combate.

Pocos parecen recordar que las usinas de propaganda, tanto en los medios corporativos como en las redes sociales con canales “especializados”, han difundido la idea de un colapso ruso que no sucedió. Una y otra vez han girado sobre lo mismo mechando el asunto con referencias a violaciones a las convenciones de guerra por parte de Rusia.

Recurrentemente, la situación se repitió falsa, sin embargo, se volvió a insistir con lo mismo pese a la flagrancia de los hechos.

Una nota de la revista The Economist del 7 de mayo titulaba “Debido a Ucrania, el arsenal de democracia de Estados Unidos se está agotando”, dejando en claro un problema que la propaganda esconde pero no soluciona.

Más aún, el teniente coronel (re) Alex Vershinin, estadounidense, describe cómo EE. UU. ha dinamitado su base industrial y ahora se muestra incapaz de producir municiones en cantidad suficiente para afrontar una guerra de desgaste contra una Rusia que ha mantenido su capacidad de producción bélica.

La idea de guerras proxys, limitadas y de alta tecnología ha chocado contra la realidad que ha planteado Rusia, llevando a que la OTAN se vaya involucrando en un intercambio de alta densidad que consuma rápidamente sus existencias, dejando manifiesto la incapacidad de producir nuevos insumos que les permitan mantener el ritmo.

Vershinin afirma entonces que EE. UU. como consecuencia de la mala planificación, ha reducido sus existencias de municiones de artillería de la siguiente manera:

En 2020, las compras de municiones de artillería disminuyeron un 36 % a $425 millones. Dos años después el gasto disminuye en proyectiles de artillería de 155 mm a 174 millones de dólares y traza las equivalencias, 75.357 M795 rondas ‘tontas’ básicas para artillería normal, 1400 rondas XM1113 para el M777 y 1046 rondas XM1113 para cañones de artillería de ronda extendida. 

75 millones se dedican a las municiones guiadas de precisión Excalibur, a un costo de 176.000 por ronda, 426 rondas en total. 

Pero lo más preocupante es la conclusión que dice que la producción anual de artillería de los EE. UU., en su mayor estimación, alcanza apenas para dos semanas de combate en Ucrania al actual ritmo de consumo.

Si se cree que los amigos de EE. UU. pueden compensar, se cae en un nuevo error, los británicos apenas agotaron sus reservas nacionales de munición en ocho días de combate.

Estas conclusiones, que son obviadas por los analistas internacionales que no contemplan la realidad militar y se guían por la propaganda, son lapidarias para los intereses de Occidente si la guerra continúa por un largo plano. Simplemente, las fuerzas ucranianas consumirán el arsenal Occidental que no podrá ser renovado rápidamente.

Por ello es que hemos visto las marchas y contramarchas de alemanes, españoles o franceses, sus existencias se agotan. No estaban preparados para la guerra.

Como sucedió con Condoleeza Rice, que en el 2014 anunciaba que Europa debía dejar de depender del gas ruso, asegurando que Rusia se iba a quedar sin dinero antes de que la UE sin gas, la realidad se empeñó en desmentir las afirmaciones.

La propaganda, que a veces puede ser útil para desmoralizar a los enemigos y cohesionar a los propios, puede jugar malas pasadas cuando los propios no consiguen diferenciarla de la realidad. Las conclusiones entonces son erradas y las estrategias políticas, también.

Occidente se ha metido en una encerrona, la guerra económica la está perdiendo y no tiene mucho resto antes de que su espacio se vea salpicado de tensiones sociales que derrumben los gobiernos.

Hasta ahí es una apuesta muy riesgosa siempre y cuando en el plano militar se pueda acorralar a Rusia, pero esto tampoco sucedió. La guerra se juega como quiere Rusia, pese a la propaganda.

La ofensiva desesperada ucraniana impulsada por Occidente les ha permitido unas semanas de un aire victorioso. Kiev por fin consiguió resultados y rápidamente expulsaba a los rusos de Kharviv, mientras que su avance hacia el sur en Kherson se estancaba.

No importa para la propaganda, que repetía que los rusos huían como ratas, y Zelensky podía exigir más armas como consecuencia, para finalizar el trabajo.

No tardó mucho Putin en mostrar sus verdaderas intenciones que era dejar un espacio para que Ucrania avance en el norte a un alto costo material y de vidas, mientras Rusia se replegaba con pocas bajas, que la prensa occidental se encargaba de presentar como catastróficas. 

Pocos días después hacía su presentación el plebiscito, que Ucrania no pudo impedir porque allí si las tropas rusas los esperaban. Occidente había quemado reservas cruciales ucranianas hacia el norte cuando la estrategia rusa era en el sur. 

La derrota rusa se transformó entonces en una movida de ajedrez no prevista por Occidente. 

La respuesta fue desesperada volando los gasoductos, en una maniobra torpe porque carece de cobertura y pocas personas pueden creer que fuera Rusia, las huellas de EE. UU. han quedado en la escena del crimen.

La UE respondió con otra ronda de sanciones, es decir, disparándose en el otro pie. Moscú de alguna manera consigue entonces distintos objetivos, suma territorios ucranianos, desgasta las tropas de la OTAN ya exhausta y sobre todo, aprovecha la acción contra el Nord Stream para mostrarle al mundo que EE. UU. no solo está detrás de la crisis, sino que actúa como un Estado Terrorista. Los líderes europeos ahora deberán enfrentar el invierno sin gas, con mayores costos, crisis económica, pero habiéndose visto como lo que realmente son, perritos falderos de los EE. UU.

Las movidas de Putin han sido implacables, Occidente ha supuesto llevar la iniciativa mientras era conducido por Rusia hacia una situación límite. Cada uno de los movimientos de Occidente son esperados y respondidos por Rusia con precisión.

Mucho se habló en Occidente de la maskirovka rusa, el arte del engaño militar simulando una acción que en realidad esconde otra intención, el plebiscito y la retirada de Kharkiv parece haber sido una muestra de astucia del Kremlin.

Al mundo atlantista anglosajón le quedan ya pocas cartas en el mazo para torcer la historia. La última a jugar es la nuclear, que en el mejor de los casos sería la destrucción mundial, aunque a estas alturas no podemos saber si esto también ha sido planificado por Rusia y solo significará la autodestrucción de Occidente.

Estamos cerca de averiguarlo, quedan pocos movimientos posibles en este tablero que ha propuesto Rusia sin que Occidente lo advierta. El enfrentamiento se está desarrollando como le sirve a Moscú, y la última apuesta de Occidente es muy peligrosa.

Como en los films de los EE. UU., el reloj corre la cuenta regresiva y quedan pocos segundos para decidir que cable cortar para que la bomba no estalle. Lo que diferencia la vida real de las películas es que quien tiene la decisión puede querer que la bomba estalle, porque su modelo es el de la reducción brutal de la población mundial, al costo que sea.

La esperanza es que a último momento el héroe estadounidense arrebate el control al malo y corte el cable correcto para que la bomba no estalle. Así, como estamos acostumbrados, salvará su país y al mundo.

Pero eso sucede en las películas, en la vida real no suele ser tan simple y a veces, el bueno no llega a tiempo.


*Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica y director de AsiaTV.

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