Por Alexander Dugin
Ha llegado la hora de que el gobierno ruso le diga tanto al pueblo como al resto del mundo los valores e ideales que defendemos. Lamentablemente, nadie ha tenido el valor para decirlo. Por supuesto, existen quienes no tienen interés en hacerlo porque de todas formas Occidente no va a escucharnos, mientras que otros temen que si hacemos eso perderemos cualquier posibilidad de restablecer nuestras relaciones con los países occidentales. Por otra parte, existen agentes dentro del gobierno ruso que consideran que defender estos valores resulta odioso y además no tiene nada que ver con su propia visión de la realidad. No obstante, llegará el momento en que tendremos que pronunciarnos sobre esto, especialmente porque la ferocidad que ha desatado la operación militar especial no deja duda de que hemos entrado en un choque de civilizaciones y resulta imposible decir que “no ha pasado nada”.
Ahora bien, se han producido cambios fundamentales en la historia y sin duda lo más difícil está por venir. La OTAN ha comenzado a moverse y no resulta imposible que llegue a atacarnos. Muchas de las guerras que ha luchado Rusia – aunque no todas – comenzaron cuando fuimos atacados, sufrimos grandes pérdidas y posteriormente pasamos a la ofensiva hasta que hemos sido capaces de hacer retroceder a nuestro enemigo y luego destruirlo (algunas veces incluso mantuvimos una actitud humana frente a ellos una vez que los hemos vencido). Pero la operación militar especial pertenece a una categoría totalmente diferente de guerra y es por eso que debemos aclarar lo que ocurre.
Considero que el relato oficial que se ha construido alrededor de cómo comenzó la operación militar especial no es convincente o, mejor dicho, ni siquiera está elaborado. El pueblo ruso lo ve de una forma bastante clara y sabe que todo comenzó en el 2014, pero hay algo más que no cuadra: ¿por qué hasta ahora nadie se atreve a decirlo? Claro, el pueblo no necesariamente tendría porque tener alguna idea de lo que está pasando. Sin embargo, esta vez tienen una explicación mucho más cristalina de lo que está sucediendo y las autoridades rusas carecen de ella: ningún pueblo puede tolerar la existencia de una entidad como Ucrania después de treinta años de independencia. En el momento en que se acaba la paciencia, todo comienza a tomar forma. Esto ha durado mucho tiempo y es hora de ponerle fin, o al menos eso es lo que piensa el pueblo. Esto se puede entender una vez que uno habla directamente con las personas: estamos luchando por defender nuestra identidad, soberanía, conservar nuestro ser y evitar ser aplastados por poderes extranjeros. En caso de que nos sigan atacando, entonces responderemos y quizás causemos grandes estruendos en todas partes. Después de todo, si alguien canta en las puertas de nuestra casa “¡colgaremos a los rusos!” (que es la conocida traducción del estribillo infantil e inocente de “¡Moskalaku na gilyaku!”), mientras quema, machaca, viola, tortura, descuartiza y acribilla a los nuestros recibirá lo que merece. ¿Quién puede mantenerse impávido ante semejantes acciones?
Sabemos muy bien esto, pero las preguntas que nos hacemos son las siguientes: ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cuáles son los valores e ideales, por muy contradictorios que sean, que defendemos? ¿Cuáles son los objetivos de la operación militar especial? Por supuesto, esta guerra no se trata del sadismo y crueldad con que los terroristas ucranianos han matado a los nuestros, o al menos no tiene que ver por completo con ellos. Es antes que nada una lucha contra Occidente, pues este último es nuestro verdadero rival: una civilización que tiene una ideología, una estructura, tecnologías, dominio de las redes informáticas, enorme cantidad de símbolos culturales y capacidad para esparcir su propaganda por todo el planeta. Es aquí cuando nuestras explicaciones parciales y tímidas terminan por difuminarse al ser incapaces de formular abiertamente nuestra lucha.
Nadie en el mundo, y en especial Occidente, no se tomará en serio lo que estamos diciendo ahora, pues realmente es poco convincente. Incluso aquellos que apoyan a Rusia y combaten el globalismo no entienden el por qué estamos luchando, por lo que solo nos apoyan por inercia. Esto es obvio cuando hablamos del nazismo ucraniano, que para los rusos es una teoría sádica e inaceptable (una verdadera idiotez) que conlleva toda clase de prácticas criminales. Los rusos consideran el nazismo como una forma de rusofobia extrema dirigida a destruirnos.
Por supuesto, es necesario diferenciar a los ucranianos sanos de aquellos que han sido contaminados por esta ideología, después de todo los ucranianos que no comulgan con el nazismo han sido los primeros en sufrirla. Eso lo comprendemos, pero nadie más lo comprende. Occidente, que ha alimentado el nazismo ucraniano precisamente por ser rusofóbico le importan realmente muy poco los videos de paramilitares de Azov llenos de repugnantes tatuajes nazis (que nos hacen pensar más en la Alemania de las décadas de 1930-1940 que en una exrepública soviética) y el resto de la chatarra ideológica nazi que llevan. Occidente simplemente ignora lo primero y pasa por alto lo segundo.
Al fin y al cabo, lo mismo ha sucedido con el terrorismo islámico que también fue creado por Occidente para luchar contra nosotros. En el momento en que este se salió de control también Occidente se convirtió en su víctima. Lo primero que hicieron fue pedirnos su ayuda para combatir el fundamentalismo islámico y cuando llegamos a proponer medidas reales para contrarrestar esta amenaza Occidente simplemente se negó a escucharnos diciendo que la definición de terrorismo es la que ellos dan. Cuando los terroristas luchan contra Rusia son “luchadores por la libertad” y “promotores de la democracia”. No es algo personal, solo se trata de doble moral.
Lo mismo sucede ahora en Ucrania: como los nazis están a favor de Occidente y la OTAN “ya no pueden ser considerados como nazis”. Como son enemigos de los rusos, entonces deben ser considerados “demócratas”. No existe forma de cambiar esa forma de pensar, pues Occidente considera que todo lo que es malo para Rusia está a su favor. Esto es muy obvio ahora que hemos iniciado la operación militar especial, por lo que tenemos la culpa de todo. Con esas palabras acaba cualquier posibilidad de discutir el asunto. Eso nos lleva a la siguiente conclusión: solo nos queda llegar hasta las últimas consecuencias y obtener la Victoria. Una vez que hallamos conseguido eso hablaremos con Occidente de frente.
Sin embargo, debemos comenzar a preparar desde ahora lo que vamos a proponer, pues las reglas del juego han cambiado: nuestra misión es salvar al mundo no de Ucrania, sino del Occidente globalista y su civilización tóxica y podrida que ahora está destruyendo a la humanidad con sus perversiones culturales, tecnología, élite soberbia y sus proyectos para imponer la Gran reconstrucción y el Gobierno Mundial como medios para controlar la consciencia de las personas.
Ya no somos la Rusia zarista ni tampoco la Rusia soviética, tampoco somos la Rusia liberal y democrática de 1990: somos el último Retenedor, el Katejon por excelencia. Es por eso que Rusia se interpone ante el avance del mal. Es necesario desarrollar estas ideas y crear una misión a partir de ella. Luego todo tendrá sentido. Estamos en guerra contra el Anticristo y debemos gritarlo a todo pulmón. Luchamos por la instauración de una idea rusa del mundo. Esta guerra no solo afecta a los rusos, ucranianos y europeos, sino que también afecta a todo el mundo: la operación militar especial tiene un sentido religioso para nosotros.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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