Por Ricardo Vicente López
Sin “control de la opinión pública” no se puede sostener el “capitalismo salvaje”
Métodos y técnicas de control y manipulación de pueblos masificados
Parte I – El origen y los primeros proyectos de control
»Lo que la boca se acostumbra a decir,
el corazón se acostumbra a creer».
-Charles Baudelaire
Primeras palabras
Muchas preguntas que cruzan las conversaciones cotidianas de la sociedad actual no encuentran respuestas dentro de la trama del capitalismo liberal, menos aún dentro del neoliberalismo: ¿Cómo es que llegamos a estas situaciones tan dramáticas, impensadas y desconocidas? ¿Por qué se acepta tan mansamente el deterioro de la vida diaria? ¿Por qué no hay reclamos ante esas atrocidades? En pleno esplendor del Occidente Moderno, en los siglos XVII y XVIII, el liberalismo levantaba las banderas: «libertad, igualdad, fraternidad», enfrentando a gobiernos del despotismo ilustrado. Desde fines del siglo XIX y principios del XX comenzó a hacerse claro que esas conquistas eran para unos pocos.
«El despotismo ilustrado fue una forma de gobierno, común en Europa durante el siglo XVIII, que combinaba el poder absoluto de un monarca con ideas de la Ilustración, buscando, sin muchas convicciones, modernizar y mejorar la vida de sus súbditos. En esencia, era la aplicación de reformas inspiradas en la razón y el progreso, pero sin la participación del pueblo, manteniendo el poder centralizado en el rey».
Esas preguntas no pueden encontrar respuestas en el mundo actual, caracterizado por la concentración de riquezas en pocas manos y millones de pobres y marginados en el resto de la sociedad. Estas sociedades, han llegado a la etapa actual del deterioro de sus instituciones. En ellas asoman y prevalecen prácticas desde los márgenes de lo establecido, que son explotadoras y des-humanizantes, con las cuales se deteriora el edificio de la República democrática sin el menor pudor. En Argentina estamos atravesando, tal vez, un tiempo extremo. Las respuestas no se pueden encontrar si no se logra rastrear los orígenes de esas transformaciones desde las primeras experiencias del capitalismo. Son las que se iniciaron en la Inglaterra del siglo XVIII, momento histórico en el cual se asoman las primeras conquistas y consecuencias de la Revolución industrial inglesa.
Una de las consecuencias un poco olvidadas es el tema de la sociedad de masas; este fenómeno social fue anidando lentamente en las grandes ciudades europeas y poco después en la América del Norte. Le propongo, amigo lector, este párrafo del escritor mexicano Octavio Paz [1] (1914-1998), quien en su trabajo Los signos en rotación y otros ensayos (1965) nos ofrece la siguiente reflexión:
«En la era pre-capitalista, el pueblo era más pobre, pero trabajaba menos horas y había más días de fiesta. No obstante, el ocio popular nunca fue un problema, gracias a la abundancia de ceremonias, festejos, peregrinaciones, ferias y ritos religiosos. Es un arte que hemos olvidado, como también hemos perdido el de la meditación y la contemplación solitaria […] también es indispensable la presencia de una imaginación activa y enraizada en la tierra mental nativa: soñar y obrar en términos de la realidad propia».
Estas palabras nos obligan a revisar un poco más la etapa comprendida entre la Revolución Industrial y las primeras décadas del siglo XX; tendremos así un cuadro más claro, más vívido, dentro del cual aparece el fenómeno de masas. Esa aparición de las masas urbanas, como elemento transformador de la vida social tuvo consecuencias irreversibles que mejoraron y empeoraron el paisaje social y que no pasaron inadvertidas para algunos de los intelectuales más importantes de la época.
Charles Dickens (1812-1870) fue un escritor inglés, novelista, periodista, cuentista y crítico social. Es reconocido por sus crudos retratos de la vida miserable en el Londres victoriano, especialmente la pobreza y la desigualdad social; otros como Friedrich Nietzsche [2] (1844-1900), denunciaron con preocupación y pesimismo esos cambios; Alexis de Tocqueville [3] (1805-1859), con mentalidad más científica, analizó los puntos fuertes y débiles de la nueva cultura; Jacob Burckhardt [4] (1818-1897) criticó la llamada “cultura industrial”, y se opuso a esas tendencias; Emile Durkheim [5] (1858-1917), describió la pérdida de valores del espíritu social que él llamó la “anomia” (falta de valores vigentes) como un rasgo de la vida moderna.
Ellos y otros contemporáneos intuyeron, desde sus respectivos puntos de vista, que las ideas de la democracia y la secularización (ya perdido el carácter cristiano de la cultura y su transformación en modos laicos) estaban provocando cambios, y estos influenciarían en el futuro inmediato; además, que ello destruiría la vida moderna tal como se la había conocido desde el siglo XVIII. Los viejos valores e ideales de las sociedades tradicionales se irían perdiendo.
1 Fue poeta, ensayista, dramaturgo y diplomático mexicano. Obtuvo el Premio Cervantes en 1981 y en 1990 el Premio Nobel de literatura.
2 Filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores modernos más influyentes del siglo XIX.
3 Alexis Henri de Tocqueville, fue un pensador francés, jurista, político e historiador, precursor de la Sociología clásica y uno de los más importantes ideólogos del liberalismo.
4 Sociólogo y antropólogo francés. Se licenció en filosofía en 1882. Terminados sus estudios en la Escuela Normal, se dedicó plenamente a la sociología.
5 Sociólogo francés y uno de los fundadores de la sociología moderna, junto a Karl Marx y Max Weber.
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