Doctrina Sansón: Israel se inmolará arrastrando a la región y al mundo, si su derrota es inevitable – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

El comienzo del milenio vino acompañado de una nueva política hacia Medio Oriente y hacia el mundo por parte de los Estados Unidos. El famoso atentado del 11 – S, cuya autoría material y estratégica ha presentado muchas dudas, fue el detonante de un cambio radical en las políticas de seguridad. Las consecuencias de ese atentado han encastrado con suma precisión en un proceso posterior que desembocarían en los trágicos sucesos que hoy se vive en Gaza e Israel.

George Bush puso en marcha una política de destrucción de los Estados de Medio Oriente bajo la excusa de combatir el terrorismo. Un cambio que fue impulsado con fervor por los neocons, de creciente protagonismo en la política de Estados Unidos, y por líderes israelíes como Ariel Sharon, que veía una validación de las políticas más violentas y agresivas contra los países vecinos, y por supuesto, contra los palestinos.

Así, los intentos de otro rumbo como los de Arafat y Rabin, no casualmente asesinado por un judío extremista, como así se lo calificaba en ese entonces, naufragaron definitivamente. No habría paz ni negociaciones, solamente la perspectiva de una guerra eterna que haría imposible la vida de aquellos no judíos en Israel. Pero no sería lo único, en materia de la vecindad inmediata y ampliada, la política sería de destrucción.

Por esos años, un analista militar, Thomas Barnett, publicaba un libro titulado «The Pentagon’s New Map», en el que presenta la teoría del «Gap». Sintetizada, proponía el “desenganche” de aquellas regiones del mundo que no eran compatibles con el “Primer Mundo”. Barnett recomendaba simplemente destruir los Estados, lo que luego Rumsfeld ejecutaría. Medio Oriente era más controlable si se sumía en un caos. En esa situación el acceso a los recursos sería a través de la fuerza o mediante la negociación con bandas criminales que puedan controlar pequeñas zonas, algo mucho más simple, efectivo y barato que negociar con Estados.

Israel asumiría el papel de gendarme de la región. El 11 – S permitió la excusa, las primaveras árabes crearon un marco de aceptación global, porque la democracia se abría paso ante viejos dictadores tiránicos. Claro que esos dictadores en su mayoría habían servido lealmente a los intereses Occidentales en su momento, pero los tiempos cambian y el material en desuso simplemente se echa por la borda. Si además se consigue tener una mejor imagen en el proceso, mucho mejor.

Extraños sucesos por entonces alimentaron el proyecto. Irán fue elegido como el enemigo favorito, porque para Israel, dada su composición social, la solidez del liderazgo religioso y la poca afinidad natural con el sionismo, era el enemigo más peligroso.
Las capacidades tecnológicas y militares estaban bajo la lupa de la Inteligencia israelí, quienes no dudaban en asesinar civiles relacionados con los programas militares y nucleares para retrasarlos.

También por esas épocas hubo dos extraños atentados en la lejana Argentina, una nación que tiene la tercera comunidad judía del mundo, y la primera de la región. Allí se produjeron dos atentados que se atribuyen al Hezbollah, la milicia chií relacionada con Irán. Extraño porque nunca el Hezbollah actuó fuera de su región del Líbano, y las razones para que se realizara un ataque en un lugar tan distante como la Argentina, no eran muy sólidas. Podemos comentar que la investigación estuvo plagada de irregularidades de todo tipo y de las presiones políticas, que tenían determinado el culpable antes del inicio del proceso.
Las conclusiones sobre la culpabilidad de actores estatales iraníes solo encuentran razones en los informes de Inteligencia del Mossad y la CIA, partes del propio conflicto de Medio Oriente.

Este hecho terminó por ser usado en los foros internacionales para pregonar Israel sobre la peligrosidad de Irán. Sanciones, bloqueos, atentados y otras herramientas fueron autorizadas entonces. Todo confluía en un lubricado proceso político de carácter militar que impulsaron los neocons con el apoyo del sionismo. Así, Israel no solo tenía las manos libres para aplicar sus recetas, sino que además lo hacía con el apoyo de la prensa y parte de la opinión pública.

Tel Aviv ha ido endureciendo sus posiciones a medida que sus enemigos también lo hacían, inmersos en un contexto internacional que hoy encuentra al mundo dividido en dos bloques enfrentados, ya no solo en el plano de las ideas.
La guerra económica y militar que se ha desatado desde el conflicto de Ucrania ha empujado a los extremos. Se agotan rápidamente las posibilidades de salidas negociadas.

La situación se deteriora rápidamente, y las causas lejos están de ser sedientos terroristas o ambiciosos líderes no occidentales, sino la existencia de una choque de diferentes planes que iban a colisionar tarde o temprano y que hemos esbozado sucintamente. El resultado final no puede ser otro que la guerra generalizada, y lo que estamos presenciando hoy no es más que una consecuencia directa de esas decisiones tomadas hace muchos años, y podríamos remontarnos más en la historia, puesto que sus raíces son muy profundas.

Sin embargo, esto es más que suficiente para comprender que las cosas no pasan solo por casualidad y que muchas veces son parte de cuidadosas planificaciones que se hacen públicamente, aunque se difundan poco y las sociedades no tengan mucho interés hasta que llega el punto del desenlace final.

Y en eso estamos.

La gravedad de los sucesos no se limitan a la muerte de los miles de inocentes que se dan, sino que puede tener una escala mucho mayor si la conflagración avanza. La velocidad y violencia de la escalada dejan en claro dos cosas: una, que Hamas no está solo y ha planificado el ataque cuidadosamente, esperando los pasos que está dando Israel, absolutamente previsibles.
La otra es que Israel ha decidido jugar a todo o nada. La respuesta es la erradicación de dos millones de palestinos mediante el bombardeo masivo y un avance posterior sobre Gaza.

Pero las cosas no son tan fáciles, si se produce la guerra total, veremos que entrar en ese lugar, plagado de túneles defensivos, significará meses de cruentos combates. Si bien el resultado final sería la victoria de las tropas de las Fuerzas de Defensa Israelíes, el escenario probablemente cambiará.

En estos momentos vemos combates en los Altos del Golán con Siria, cuyo ejército tiene hoy una gran experiencia en combate. Hezbollah se prepara en el Líbano y obliga a Israel a posicionar tropas en el norte del país. También Cisjordania puede levantarse y Egipto señala que mandará alimentos rompiendo el bloqueo ordenado por el gobierno israelí.

El cuadro para Tel Aviv es muy serio, las dos flotas de portaaviones poco ayudarán en Gaza y en los combates urbanos, mientras tanto, el viejo enemigo iraní advierte que intervendrá si se produce el avance.

Demasiados enemigos fuertes, demasiados frentes y poca ayuda. Estados Unidos: no parece dispuesto a intervenir directamente en tierra, el costo sería altísimo y seguramente impulsaría a otros actores.

Israel está en una encrucijada, y ya algunos analistas analizan la hipótesis de la operación Sansón.

Ante este cuadro de situación, es muy poco probable que la negociación con base en dos Estados prospere en el corto plazo. Si no sucede en un futuro razonablemente previsible, puede llegar un momento en que ya no pueda suceder en absoluto. Los dirigentes palestinos pueden retirar su oferta, habiendo llegado a la conclusión, como ya lo han hecho muchos de su pueblo, de que, por conciliador que sea, cualesquiera que sean las nuevas concesiones que haga, nunca serán suficientes para un adversario que parece quererlo todo.

Asimismo, puede llegar el momento en que el costo para Estados Unidos de seguir apoyando a su infinitamente importuno protegido en un conflicto interminable contra un círculo cada vez más amplio de adversarios sea mayor que su voluntad y sus recursos para sostenerlo. La Unión Europea ya está sumergida en tensiones internas en ese sentido. Las palabras de Borrell son un indicativo al respecto.

Irán nunca podrá verse amenazado en su propia existencia. Israel puede. De hecho, tal amenaza podría incluso surgir de la actual intifada. Esa, al menos, es la opinión pesimista de Martin van Creveld, profesor de historia militar en la Universidad Hebrea de Jerusalén, a principios del año 2000. «Si esto continuara por mucho más tiempo», dijo, «el gobierno israelí, [perdería], el control del pueblo». En campañas como esta, las fuerzas antiterroristas pierden porque no ganan, y los rebeldes ganan porque no pierden. Considero inevitable una derrota israelí total. Eso significará el colapso del Estado y la sociedad israelíes. Nos destruiremos a nosotros mismos’. En esta situación, prosiguió, cada vez más israelíes consideraban la «transferencia» de los palestinos como la única salvación; recurrir a él era cada día más, «más probable». Sharon, «quiere intensificar el conflicto y sabe que nada más tendrá éxito».

¿Pero permitiría el mundo semejante limpieza étnica? ‘Eso depende de quién lo haga y de qué tan rápido suceda. Poseemos varios cientos de ojivas atómicas y cohetes y podemos lanzarlos contra objetivos en todas direcciones, tal vez incluso en Roma. La mayoría de las capitales europeas son objetivos de nuestra fuerza aérea. Permítanme citar al general Moshe Dayan: «Israel debe ser como un perro rabioso, demasiado peligroso para molestarlo». Lo considero todo inútil en este momento. Tendremos que intentar evitar que lleguemos a ese punto, si es posible. Nuestras fuerzas armadas, sin embargo, no son las trigésimas más fuertes del mundo, sino las segundas o terceras. Tenemos la capacidad de derribar el mundo con nosotros. Y puedo asegurarles que eso sucederá antes de que Israel se hunda.

Inquietantes y hasta cierto punto, premonitorias palabras que anticipan que la situación puede descontrolarse. Los planes de Israel no permiten acuerdos que son vistos como señales de debilidad ante los enemigos. Los sectores en el poder israelí solo considera respuestas feroces que desalientan a otras naciones hostiles a atacar a su país, y eso da pie a medidas extremas.
La doctrina Sansón, sobre la cual autores como Seymour Hersh se han enfocado en intensos trabajos, muestra cuál puede ser la deriva de esta situación.

Israel, al igual que Sansón con los filisteos, se inmolará si es necesario arrastrando al resto de la región, y del mundo, si su derrota es inevitable. Los submarinos Dolphin modificados para lanzamientos verticales que le proveyó Alemania, dos de los cuales sin cargo y un tercero subvencionado en un 50 % de su costo, son testigos de los planes.

Estados Unidos, junto a la “comunidad internacional”, hicieron la vista gorda ante el desarrollo de cientos de ojivas nucleares y facilitaron la miniaturización de las mismas para que puedan ser transportadas en misiles. Misiles, además, que fueron modificados para el lanzamiento vertical subacuático.

Israel, como decía Moshe Dayan, debe infundir pánico ante una estudiada irracionalidad, las bárbaras represalias en Gaza van en ese camino. La reciente orden para que un millón de palestinos tengan que abandonar sus hogares en 24 hs ante la aprobación cómplice de las naciones occidentales, también apunta a lo mismo.

Tel Aviv avanzará y lo hará a un altísimo costo, porque su posición es la mencionada, mostrarle al mundo que tiene un estatus especial que le permite actuar con total independencia del resto.

Esta demencial política no podría ser llevada a cabo si no se le hubieran facilitado las herramientas para actuar así. Necesitó el apoyo para romper reglas impunemente, realizando un verdadero genocidio que continúa, y armas nucleares como para garantizar que nadie se entrometa.

La doctrina Sansón es finalmente la piedra angular de Israel, una doctrina apoyada desde Estados Unidos y el Reino Unido, principalmente. Hoy ya parece tarde para contener pacíficamente al Estado de Israel, cada vez más fuera de todo control, pero también puede ser tarde para detenerlo en el plano militar.

Como decía Van Clever, Israel no dudará en destruir todo a su alrededor y arrastrar al mundo a su fin si su seguridad se ve amenazada.

El resto del mundo se ve en una situación compleja sobre si actuar o no, y cómo hacerlo. En medio de las tensiones entre Rusia, China y Estados Unidos, más las divisiones internas en los principales países con complejos alineamientos, sumados a fanatismos diversos, la situación es extremadamente delicada.

Cristianos sionistas que irreflexivamente creen que este Israel es el Bíblico, desconociendo las denuncias de muchos judíos mesiánicos que combaten a este mismo país en manos del sionismo, sumados a los proyectos transhumanistas que buscan un mundo reducido drásticamente en su población, y codicia fuera de control, preauguran un futuro muy complicado.

 

 

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