Donald Trump va descubriendo el arte de la negociación política – Por Thierry Meyssan

Por Thierry Meyssan

Nada sabemos sobre el contenido de las negociaciones que la administración Trump emprendió con el movimiento yemenita Ansar Allah. Tampoco sabemos gran cosa sobre las que está desarrollando ahora con Irán, con Israel y con Rusia. Sólo “sabemos” lo que nos dicen en declaraciones aisladas, declaraciones que no se hacen para que entendamos lo que sucede sino más bien para mantener a raya a quienes rechazan la paz y, al mismo tiempo, en aras de tranquilizar a quienes la esperan.

Además, el estilo de negociación del businessman convertido en jefe de Estado que es Donald Trump plantea un verdadero quebradero de cabeza. Trump se pasa el tiempo enunciando posiciones incoherentes, pero sin atenerse realmente a ninguna, sólo para sacudir a sus socios con la esperanza de que estos muestren sus cartas antes de tiempo. Esa forma de negociar, que nada tiene que ver con la diplomacia, no toma en cuenta las causas profundas de los conflictos. Sólo reconoce las quejas que proclaman unos y otros y, en definitiva, sólo puede llevar a la obtención de los acuerdos que alguna de las partes puede aceptar momentáneamente, pero que luego va a deplorar.

En todo caso, hoy se impone actuar rápido. Aunque su intensidad ha disminuido en algo, las guerras siguen causando muerte y destrucción en Ucrania y en el Medio Oriente. Los anuncios espectaculares de que tal o más cual guerra iba a resolverse en cuestión de días ya han dejado paso a la dura realidad.

Como los verdaderos guerreros, los verdaderos diplomáticos no buscan aplastar al otro sino llegar a convivir con él. Los diplomáticos no pueden entenderse con empresarios que aspiran a “ser el mejor”, pero sí son capaces de resolver problemas con ayuda de los que realmente tienen intenciones de lograr algo de utilidad para los demás. Trump es de esos últimos.

Sin embargo, los problemas actuales no son rusos sino, sobre todo, estadounidenses. Lo mismo podría decirse en los casos de Palestina e Irán. Para avanzar hacia la solución del conflicto en Ucrania, la cuestión no es modificar el punto de vista ruso sino lidiar con el respaldo incondicional que una parte de las potencias occidentales aportan a los nacionalistas integristas ucranianos, aliados históricos de los nazis. El equipo de Trump pudo comprobar rápidamente que el reclamo ruso en cuanto a «desnazificar» Ucrania no era un invento de la propaganda de guerra [1].

Es un hecho que en la Ucrania de hoy hay cientos de monumentos que glorifican a los colaboradores ucranianos del III Reich, sin hablar de los edificios y avenidas rebautizados con los nombres de esos individuos [2]. La lectura de los escritos de Dimitro Dontsov, principalmente de su libro Націоналізм (“Nacionalismo”) [Para los nacionalistas integristas ucranianos, ese libro de Dimitro Dontsov es como el Mein Kampf de Hitler para los nazis.], es actualmente obligatoria para los miembros de las fuerzas armadas ucranianas [3]. El régimen de Kiev ha prohibido la iglesia más importante de Ucrania porque esa iglesia reconoce la autoridad del patriarca de Moscú. Kiev ha ordenado la quema de millones de libros sólo porque están escritos en ruso –la lengua maléfica– o porque son obras de autores rusos, como Pushkin (1799-1837) o Tolstoi (1828-1910). Y, poco a poco, Kiev ha prohibido todos los partidos políticos, mientras que Volodimir Zelenski, cuyo mandato presidencial expiró en mayo de 2024, extiende cada 3 meses la ley marcial para justificar la ausencia de elecciones.

Sin embargo, Donald Trump tiene que compensar esas realidades, ampliamente acusatorias para Kiev. Y ha optado por criticar el comportamiento implacable de una Rusia que está segura de tener la razón, como efectivamente es el caso. Y la prensa occidental opta a su vez por oír únicamente el momento en que Donald Trump se pregunta si Vladimir Putin «se ha vuelto loco». Pero en el mismo post, Trump denuncia también el discurso de Volodimir Zelenski. O sea, Trump pone en el mismo plano la crueldad del presidente ruso y la mala fe del ucraniano Zelenski. Pero es importante percibir el hecho que, aunque Trump se pone del lado de Kiev en el plano emocional, desde el punto de vista político el presidente estadounidense da la razón a Moscú.

El problema es que estamos viviendo una época en la que los medios privilegian la emoción del momento en lugar de la razón. Lanzándonos al rostro los sufrimientos de la población ucraniana, los medios occidentales nos hacen llorar por los nacionalistas integristas, para empujarnos a apoyarlos. Pero a fin de cuentas, tendremos que reconocer los hechos y condenar a los nacionalistas integristas ucranianos que Occidente apoya hoy en día… y en ese momento sentiremos vergüenza por las posiciones actuales de las potencias occidentales. Ese es el sentido de la Historia: siempre acabamos volviendo a las posturas de las que podemos sentirnos orgullosos.

En Moscú, Vladimir Putin ya sabe que Occidente acabará renegando de sus posiciones actuales. El presidente ruso sabe que las medidas coercitivas unilaterales de la Unión Europea contra Rusia –esas disposiciones que la propaganda occidental llama “sanciones”– son, a la larga, insostenibles y que Occidente tendrá que volver a los tiempos en los que Francia, por ejemplo, celebraba la amistad franco-rusa. Es por esa razón que el presidente Putin evita emplear a fondo su ejército, cuya superioridad militar ya le habría permitido tomar Odesa hace tiempo y completar así la reconstitución de la antigua Rusia.

Esa es la partida que se desarrolla en este momento. La delimitación de los territorios es menos importante que las relaciones entre la gente. Los asuntos materiales siempre se hacen secundarios cuando está en juego la libertad de cada cual. Para los pueblos que residen en Ucrania no será difícil aceptar la partición del país si se ven libres de la presión a la que se ven sometidos por parte de los descendientes de los fascistas que asesinaron a sus antecesores durante la Segunda Guerra Mundial.

Donald Trump no conocía la historia de Rusia y de Ucrania, pero es un hombre que aprende rápido. Ya no cree en los delirios de los occidentales empeñados en afirmar que Rusia quiere invadir Ucrania y continuar después invadiendo toda Europa. Tampoco cree en las obsesiones de la estonia Kaja Kallas –la Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad– y de los dirigentes bálticos, que ven a Rusia como una «prisión de pueblos».

Donald Trump tampoco sabía mucho sobre la historia de Israel y de Irán, pero ahora sabe que los sionistas revisionistas del israelí Yitzak Shamir organizaron la SAVAK, la policía política del shah Reza Pahlevi, y de su primer ministro, el general nazi iraní Fazlollah Zahedi, quien salió de las cárceles británicas justo después del derrocamiento de Mohammad Mossadegh [4]. Por muy difícil de admitir que pueda parecer, la realidad es esa: la terrible SAVAK del shah Reza Pahlevi fue organizada por judíos israelíes, los sionistas revisionistas, al servicio de un general nazi [5]. Y aunque también parezca difícil de admitir, el hecho es que los nacionalistas integristas ucranianos mataron muchos más ucranianos que enemigos extranjeros. Pero Donald Trump y su principal negociador, Steve Witkoff, ya han entendido que lo que está en juego en el Medio Oriente no es quién tiene o no armas atómicas –de hecho, quien las tiene no es Irán sino Israel. Lo que está en juego es la eventualidad de que tengamos que ver una continuación de los crímenes que se perpetraron bajo el régimen del shah, con el discreto apoyo de ciertos israelíes.

Los iraníes, como los demás pueblos, son capaces de soportar mucha violencia y sufrimientos, pero no la injusticia.

[1«¿Quiénes son los nacionalistas integristas ‎ucranianos?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 17 de noviembre de 2022.

[2Nazi collaborator monuments in Ukraine”, Lev Golinkin, Foward, 27 de enero de 2021. Existe una versión en francés intitulada «Monuments aux collaborateurs nazis en Ukraine», Lev Golinkin, Tribune juive, 23 de febrero de 2023.

[3Le suprémacisme blanc: Peuples autochtones et Great Reset, Lucien Cerise, Culture et racines, 2021.

[4“SAVAK: A Feared and Pervasive Force”, Richard T. Sale, The Washington Post, 9 de mayo de 1977; Debacle: The American Failure in Iran, Michael Ledeen, Vintage, 1982.

[5«Las contradicciones del Irán moderno», 1ª parte2ª parte, por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, agosto de 2020.

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