Hay situaciones en las que las predicciones y los planes hechos de antemano se realizan en el campo de los hechos. Entonces se pueden seguir comparando y la comprobación de la realidad está respaldada por la correlación con la previsión: esto es correcto, aquello es erróneo, aquello es una desviación.
Pero existen situaciones en las que los hechos contradicen cualquier previsión y plan, volcando la mesa y demostrando que el paradigma usado era totalmente erróneo, no sólo con respecto al futuro, sino que era falso. Si ocurre algo que normalmente no podría ocurrir en ninguna circunstancia eso significa que la propia idea que se tenía sobre la estructura era errónea y el análisis basado en ella era un error. Cuando no se consigue ver el futuro y controlarlo significa que se está equivocado sobre el presente y el pasado.
Ese fue el caso de la URSS. Según la interpretación dogmática marxista de la historia el socialismo sigue al capitalismo. Y jamás se puede producir una marcha atrás. Así que la vuelta al capitalismo se consideraba estrictamente imposible. Cuando esto ocurrió, el socialismo como doctrina explotó. La URSS no supo predecir el futuro y desapareció para siempre tanto como país como ideología. No se trató únicamente de un cisne negro. Fue la implosión interna de una estructura ideológica. «Es el fin, amigo mío».
Lo mismo está ocurriendo ahora con el liberalismo. Tras el colapso de la URSS llegó el fin de la historia según Fukuyama. Y la victoria global del liberalismo fue vista e interpretada como algo irreversible. El (casi) gobierno mundial había llegado y el globalismo empezó a reinar. El liberalismo occidental había vencido a todos sus enemigos históricos – el catolicismo, los imperios, los estamentos, los Estados nacionales, el fascismo, el comunismo –, cada uno de ellos basados en la identidad colectiva. Sólo quedaba la identidad colectiva del sexo. De ahí la ideología de género como preparación para el posthumanismo.
Según la doctrina liberal se consideraba estrictamente imposible que se volviera al pasado. Únicamente existe el progreso. Así es como se ha adoptado la política woke, la cultura de la cancelación, el liberalismo de izquierdas, el posmodernismo, el posthumanismo, la IA fuerte, la Singularidad y el aceleracionismo.
Cuando Trump ganó en el 2016 se consideró que era un cortocircuito, como si un ordenador estuviera hubiera averiado. Un error, pues no debería ganar jamás. Se trataba de un error técnico. Un cisne negro. La teoría de la probabilidad reconoce que esas cosas pasan. En 2020 los progresistas hicieron todo lo posible para mejorar la situación usando todos los medios a su alcance, incluyendo la mentira, el fraude y la violencia. Cuando se acercaron las elecciones del 2024 Fukuyama y Harari advirtieron: si gana Trump significa el fin del mundo (liberal). Por lo tanto, debe perder
Pero Trump ha ganado. El fin del mundo liberal ha sucedido. Es un hecho. Está aquí. La comprobación de los hechos desmiente las predicciones liberales. Y todos sus esfuerzos por detener a Trump han fracasado. Trump es más que Trump. Él es la historia dando un giro antiliberal y posliberal.
La segunda venida de Trump no era posible dentro del dogma liberal. No dos veces. Ya no es ni un cortocircuito ni un cisne negro. Es como el fin del sistema soviético: algo imposible que contradice todas las predicciones, los planes y las previsiones. Los liberales han perdido el futuro.
Los liberales han perdido el control sobre el futuro. Pero no solamente eso. Han perdido el control sobre el pasado. Toda la doctrina ideológica del liberalismo ha demostrado estar equivocada. El liberalismo ha fracasado. Los hechos han falseado la doctrina liberal. Exactamente como en el caso de la URSS con el marxismo.
La segunda venida de Trump, Vance y los trumpistas era estrictamente imposible, imprevista. Por eso intentaron matar a Trump dos veces. Se esforzaron por salvar el futuro corrigiendo los hechos artificialmente. Pero han perdido. El futuro post-liberal ya está aquí como algo desconocido e Imprevisto.
En el caso del colapso de la URSS la situación fue un poco más fácil. La ideología socialista había implosionado y Rusia adoptó la ideología liberal de forma muy torpe. Pero era lógico, ya que uno de los dos polos había desaparecido y Rusia asumió la ideología del polo que aún quedaba. El famoso método de cortar y pegar. Tachar el socialismo y abrazar el liberalismo. Los rusos estaban de acuerdo con Fukuyama. Rusia había capitulado ideológicamente, pero geopolíticamente Rusia conserva (en parte) su soberanía. Cuando Putin llegó al poder se apoyó en esa soberanía y empezó a reafirmar la independencia rusa acentuando cada vez más el Estado una perspectiva realista. Ese fue el comienzo de la lucha rusa con el liberalismo y el globalismo.
Con el fin del sistema liberal – que está colapsando ahora mismo en EEUU – las cosas son más complicadas. Ya no existen polos fuera del Occidente liberal colectivo. Al menos la conciencia hegemónica estadounidense no reconoce ninguno que pueda servir de modelo en el campo de la ideología. La estrategia de cortar y pegar es imposible. EEUU se ha superado a sí mismo, es decir, ha superado su momento liberal.
¿A favor de qué? Nadie lo sabe. Ésa es la belleza de la situación actual. Su desafío y su peligro.
He aquí el fenómeno del trumpo-futurismo. Valores tradicionales estadounidenses más colonización de Marte y superación del Gran Despertar. Revolución ciberconservadora. Imperio Espacial. IA reeducada por el equipo de War Room de Steve Bannon y Alex Jones. Ilustración oscura y aceleracionismo negro.
Emocionante. No olviden publicar la lista de Epstein y arrestar a Alexander Soros.
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
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