Por Alfredo Jalife Rahme
Se ha fijado la mira en la trascendental cumbre de Tianjin, donde tres de los principales mandatarios del orbe consolidaron la alianza proveniente desde el RIC (Rusia/India/China), que impulsó en 1998 el ex primer ruso Yevgeny Primakov para defender a Rusia del globalista asedio unipolar (bit.ly/3K2MeMD).
La asociación estratégica de Vladimir Putin, Narendra Modi y Xi Jinping provocó apoplejía en la omnipotente prensa propagandista de Occidente (bit.ly/46pAMCD).
Así como toda la fauna del partido Demócrata –los Clinton (Bill y su esposa Hillary) y la dupla Obama/Biden– cometió el grave error geoestratégico de empujar a China a brazos de Rusia, hoy Estados Unidos, en un grave error de cálculo, mandó a India a brazos de China y no a los de Rusia, donde ya se encontraba.
La profunda relación de la ex URSS o Rusia con India es añeja: ya sea con el Partido del Congreso del ex primer Nehru y su familia, los Gandhi, o con el Bharatiya Janata, del integrismo hinduista de Modi.
En Tianjin, la relación de Moscú con Delhi se consolida, pero la real asombrosa noticia es el acercamiento de Modi con su homólogo chino, Xi, que ya le quitó el sueño a todos los proyectos balcanizadores de la anglosfera.
De los cuatro grandes del planeta, desde el punto de vista geoeconómico, medido por elpoder adquisitivo (purchasing power parity), China se sitúa en el primer lugar, seguido por Estados Unidos; en tercer lugar, India, y en cuarto, Rusia (bit.ly/4ncZA7A).
El RIC, con 27 años de existencia, aceleró su dinámica de implementación en relación inversa a la decadencia, más que de Estados Unidos, de la Unión Europea y Gran Bretaña, cuando el grupo del BRICS+ –apéndice del de Shanghái, conglomerado militar y de seguridad– superó al agonizante G-7 (bit.ly/4g4qtbn).
Muchos factores secuenciales orillaron a India, en la etapa del gobierno integrista hinduista del partido Bharatiya Janata a optar finalmente por el grupo de Shanghái y a consolidarse en el seno del BRICS+.
Se ha abultado en demasía que las tarifas salvajes de Trump, que castigaron con 50 por ciento a India, fueron el detonante de la decisión geoestratégica de India por adherirse al proyecto multipolar del Sur Global.
Ya van varios años en los que la anglósfera presiona a India –curiosamente en Canadá, feudo de la monarquía británica, donde se inició la persecución de la hija china del mandamás de Huawei– mediante la balcanización de los Sikhs (bit.ly/4mRV6na), su montaje de Khalistán (bit.ly/4mIOmHR), y toda una secuencia de intrigas macabras que tenían la intención aviesa y traviesa de obligar a Delhi a formar parte del esquema antagónico a China, más que a Rusia, con el hoy enterrado QUAD (Cuadrilátero de EEUU/India/Japón/Australia).
Dos reflejos dramáticos de la angustia de Occidente son las reacciones del Olimpo globalista: tanto del lord británico Jim O’Neill como del jázaro (Khazar; bit.ly/3QqemJr) Jacobo Sullivan, ex asesor de Seguridad de Biden, quienes sollozan la pérdida de la “carta india”.
El delirio del economista británico O’Neill, ex mandamás de Goldman Sachs, alcanza niveles alarmantes cuando alucina que “¿Es Trump un agente secreto de los BRICS? (bit.ly/429j3O8)”, donde juzga que “alienar al país más poblado del planeta es riesgoso”.
El polémico Sullivan, fustigó en forma muy banal a Trump de haber cometido “un inmenso daño geoestratégico” al haber jerarquizado los intereses de negocios –tratos con bitcoins y acuerdos comerciales bajo la mesa– de su familia con Pakistán (¡!), en lugar de fortalecer lazos con India cuando la relación Washington-Nueva Delhi estaba diseñada para contrarrestar a China (bit.ly/46jYssU).
Cuando su conducción de la “seguridad nacional” dejó mucho que desear, Sullivan instigó el fake Russiagate y su rusofobia estuvo a punto de llevar a una tercera guerra mundial.
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