El enigma de Dios – Por Juan Manuel de Prada

El enigma de Dios
Por Juan Manuel de Prada

Nos ofrece Pedro García Cuartango en ‘El enigma de Dios’ (Ediciones B) una biografía del alma, aterida y doliente, que es a la vez un viaje espiritual y una desgarrada confesión. Cuartango fue un niño fervoroso, allá en su Miranda natal perfumada de carbonilla y misas en latín. Pero en algún pasadizo de la juventud su fe se fue por el desagüe; y ya nunca volvió a recuperarla, aunque su vida desde entonces haya sido una incesante búsqueda de Dios. En su libro, Cuartango nos propone que sigamos las estaciones de esa búsqueda, a través de los filósofos que han reflexionado sobre el asunto. Y, entretanto, la presencia del Mal en el mundo se convierte en el mayor cargo contra Dios. Por supuesto, todas las respuestas que la filosofía brinda a este problema resultan pálidas; pues sólo la fe en la resurrección puede afrontar (y vencer) la tremenda realidad del Mal.

Cuartango, que ha extraviado la fe, al menos no incurre en la paradójica contradicción de tantos ateos, que al no tener pruebas de la inexistencia de Dios acaban creyendo en ella. Pero quizá a Dios, antes que en las lucubraciones de los filósofos, debamos buscarlo en las pequeñas revelaciones que la vida nos depara. También en nuestro indeclinable anhelo de bien, verdad y la belleza; o en el aplomo con que tantas personas afrontan la enfermedad, la decrepitud y la muerte. ¿Cómo explicar la conciencia, la libertad, la voluntad, la creación artística, la reflexión moral? Pretender explicarlas como interacciones neuronales o químicas en el cerebro resulta inverosímil.

Y luego está la acción incansable de la Providencia, actuando en nuestras vidas. En cierto pasaje de su libro, Cuartango revela que en su juventud fue a vendimiar a Francia, para allegar unos dinerillos. El propietario de los viñedos, un coronel gaullista, maravillado de su laboriosidad y de su conocimiento del francés, le ofreció convertirse en su socio y más tarde en su heredero. Cuartango, tras mucho reflexionar, terminó declinando el ofrecimiento, que si hubiese aceptado habría conducido su vida por senderos muy diversos. Cuartango nos narra este episodio vital como si fuera una prueba de que nuestras vidas están regidas por una mezcla de azar y necesidad; pero, a mi juicio, revela más bien que nuestras vidas están sostenidas por la Providencia. Gracias a que Cuartango rechazó el tentador ofrecimiento de aquel coronel gaullista pudo encontrar su auténtica vocación y gozarse en ella. El escrutinio de la propia vocación es un indicio muy fuerte de que estamos asistidos (o al menos podemos estarlo, si prestamos atención).

«De la fe a la incertidumbre», subtitula Cuartango este libro que a la vez nos conmueve y nos desgarra. Pero el viaje de la fe a la incertidumbre puede ser de ida y vuelta. Cuartango sigue buscando; y dice la sabiduría popular que quien busca encuentra. Yo así lo deseo, porque creo que un hombre tan valioso, moral e intelectualmente, merece la más alta recompensa.

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