Por Cristian Taborda
La crisis mundial de 2008 supuso una herida de muerte a la política económica llevada adelante desde la crisis del petróleo de 1973. La quiebra de Lehman Brothers y sus consecuencias no fueron un hecho menor. Además de exponer las fallas del modelo de especulación financiera con los bonos basura y la burbuja especulativa derivada de los créditos subprime, esta dejó manifiesta la corrupción y la obscenidad de los negocios multimillonarios a costa de los trabajadores, que terminaron pagando los platos rotos a través del salvataje del Estado a la clase empresarial con el beneplácito de la clase política. Claramente hablamos del caso estadounidense. La llegada de Donald Trump fue el golpe de K.O. imponiendo un modelo de producción con políticas que iban del liberalismo clásico al proteccionismo de la industria local. Las consecuencias no se hicieron esperar, el país que había creado el nuevo orden internacional posguerra en base al institucionalismo de organismos internacionales y dado comienzo al modelo especulativo financiero daba un vuelco hacia la producción y la industria rompiendo con los organismos que había creado. La pandemia fue el certificado de defunción del modelo neoliberal o al menos de su versión ya intolerable e intolerante, el auge de movimientos nacionales e identitarios con políticas de protección social o económicas, el descontento social y las sucesivas crisis han vuelto impracticable ese modelo, agravado con la irrupción del coronavirus que oficia de excusa perfecta para el Great Reset.
Neokeynesianismo global*
Este descontento no surgió a partir de 2008 sino que ese fue el punto de inflexión, el desgaste ya consta de mucho antes con las políticas anti trabajadores y pro élites, con el proceso de deslocalización y desindustrialización pro financiarización, con la pauperización de las clases medias y la concentración de riqueza en una minoría oligárquica. De esto tomaron nota figuras relevantes del establishment internacional y previeron “el malestar en la cultura” como en los bolsillos. Llama la atención que se pase por alto que quienes sostenían el status quo neoliberal hoy son sus más férreos críticos o los predicadores de una “economía social”, “más humana”. En un acto de transformismo político, intelectuales, “filántropos” y economistas han pasado del neoliberalismo a pregoneros del progresismo, del consenso neoliberal de Washington al consenso progresista de Davos. De los diez puntos de Williamson a los diecisiete de la Agenda 2030.
Post consenso de Washington, sobre finales de los ’90 y principios de los 2000 crecieron las críticas sobre el modelo especulativo financiero y comenzó a tener eco la visión del mundo inspirada en una “globalización más humana”, slogan emanado por la administración Bill Clinton bajo su propuesta de una “Tercera vía”. Tanto Bill Clinton como Tony Blair se presentaron, en ese entonces, como la oposición al neoliberalismo de Reagan y Thatcher respectivamente. Comenzará la alternancia entre socialdemocracia y neoliberalismo.
Entre los disidentes en el bloque neoliberal que comenzaron a fraguar la economía global post consenso de Washington aparecen incluso los mismos autores intelectuales de ese consenso, tal es el caso de Paul Krugman o Jefrey Sachs, hoy con un cargo en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, quien es una de las principales estrellas del reformismo progresista dejando atrás su pasado de consultor del FMI y gobiernos neoliberales, como su colaboración en la arquitectura de programas de ajustes estructurales o la autoría de programas de “Shock” aplicados en países de Europa del Este y Latinoamérica durante los ’80 y ’90. Josep Stlgitz, premio Nobel de economía, quien fue consejero económico de Bill Clinton y principal economista del Banco Mundial siendo su vicepresidente, es, sin dudas, ahora uno de los más críticos del modelo neoliberal, el teórico y autor más destacado del neokeynesianismo. Sugirió un “nuevo modelo para el capitalismo global” (Globalization and its discontents, 2002) con un llamamiento a mayores regulaciones supervisadas por organismos supranacionales o la construcción de un Estado transnacional para una economía global.
Otro de los más importantes disidentes es la principal cara del Foro Económico Mundial de Davos, el multimillonario y magnate devenido en “filántropo”, George Soros, quien hizo su fortuna en base a la especulación financiera. Soros sobre finales de los ’90 escribió varios libros con numerosas ventas realizando una crítica al “fundamentalismo de mercado”, al cual recurrió toda su vida para hacer dinero, llamando a instaurar un modelo de “gobernanza global” y a la regulación financiera. Incluso presentó un modelo de reformas para distintos organismos como el FMI, Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, instando a una economía y una sociedad abierta global (On Globalization, 2002).
Capitalismo progresista
Estas propuestas de una “globalización más humana”, “capitalismo con rostro humano” “tercera vía”, o cualquiera de los adjetivos edulcorantes, llevada adelante por tecnócratas y organismos supranacionales, no es más que lo que el italiano Antonio Gramsci bien podría llamar un “reformismo preventivo”, cambios realizados desde arriba hacia abajo ante la crisis y la amenaza del “populismo”. Un proyecto de reformas que deja intacto los fundamentos del modelo neoliberal. Estas reformas del establishment global buscan el consenso de las clases populares con el objetivo de reorganizarse y conformar un nuevo bloque, donde en lo ideológico la hegemonía es progresista, en lo político se expresa a través de la socialdemocracia y en lo económico prima el neokeynesianismo. Dando paso de la globalización neoliberal al globalismo progresista.
El bloque neoliberal se rompió pero la hegemonía sigue siendo globalista. El proyecto de gobernanza global económica bajo el modelo neokeynesiano se presenta como salida a la crisis de la pandemia con una mayor intervención del Estado, pero no en la economía, sino en el sector financiero y lo que es peor en la vida de las personas. Se vuelve a un Estado Policía dedicado al control y la gestión administrativa, supeditado a las finanzas globales, despojado de la política.
El capitalismo progresista es la rueda de auxilio al modelo neoliberal, un híbrido entre marxismo y liberalismo que intenta cubrir con parches la desregulación, la especulación y la financiarización o en todo caso intenta gestionarlos sin solucionar los problemas de la economía, como si no hubiera salida. Ullrich Beck en su libro “Que es la globalización” (2008) advertía:
“El globalismo es un virus mental que se ha instalado en el interior de todos los partidos, de todas las redacciones, de todas las instituciones. Su dogma no es que se haya de actuar económicamente, sino que todo -política, economía, cultura- ha de supeditarse al primado de la economía. En este aspecto el globalismo neoliberal se parece a su enemigo mortal, el marxismo. En realidad, es el renacimiento del marxismo como ideología de gestión”. **
*Robinson, William. Una Teoría sobre el Capitalismo Global. Producción, clases y Estado en un mundo transnacional. Ed. Desde Abajo, 2007.
**Beck, Ullrich. ¿Qué es la globalización? Falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Ed. Paidos, 2008.
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