Por Marcelo Ramírez
Las hienas pueden derrotar animales más poderosos cazando en grupos. Una manada de hienas puede matar un león siempre que el mismo esté en solitario y una de las estrategias que emplean es arrancarle los testículos cuando el león queda de espaldas. Este ejemplo de la vida salvaje también puede ayudar a explicar lo que está sucediendo en el mundo de la geopolítica.
El león en este caso son los EE. UU., que han reinado sobre otras naciones durante las últimas décadas. Su poder es incuestionable y hace pensar que ningún otro país podría hacerle frente.
Sin embargo, la estrategia que emplean las hienas se está utilizando contra los EE. UU. No usamos el término león o hiena como una forma de calificación, sino exclusivamente para demostrar que el accionar de naciones menores, si son coordinadas y aíslan a la cabeza del mundo anglosajón, pueden sin dudas derrotarla. EE.UU. lidera un grupo de naciones (el Occidente Colectivo) que apoyan sus resoluciones a la espera de compartir, aunque sea en algo las ventajas de ser quien domina el mundo. Pero como en la naturaleza, en la geopolítica también hay numerosos actores que buscan competir por el dominio.
China y Rusia se han coaligado para enfrentar al león, y ejecutan la táctica que emplean las hienas. Estos animales son extremadamente inteligentes y saben que no teniendo el poder para enfrentar individualmente al león, lo deben hacer entre varios. Así distraen su atención, rehuyen la batalla frontal y desgastan al poderoso león con pequeños ataques que no son suficientes para derrotarlo en forma aislada, pero en la sumatoria generan un desgaste que merma las fuerzas para finalmente vencerlo.
Rusia se ha plantado en Europa Oriental y en Siria, enfrentándose militarmente a la OTAN, sabiendo que su poder militar es lo suficientemente potente como para vencer a la misma. Por ello, la apuesta inicial de los EE. UU. fue combinar la presión militar con una serie de ataques económicos y financieros a efectos de minar la economía rusa, generar un malestar interno y desde allí producir una implosión, así como lo hizo con la URSS.
Sin embargo, Washington, cometió dos errores, el primero fue proyectar su forma de ver el mundo, su propia idiosincrasia, pensando que los rusos iban a preferir tener sus hamburguesas de McDonald’s y su Coca Cola a su dignidad como pueblo y nación. Los rusos, excepto una minoría pro occidental histórica, se coaligaron detrás de su presidente para defender su país.
El otro error occidental fue creer que Rusia estaba aislada y no comprender que había una manada de naciones heridas por el avasallamiento anglosajón de siglos que hoy se ve representado en los EE. UU.
Así las cosas, Rusia encontró rápidamente sustitutos que le compren su petróleo, su gas y sus materias primas. Un poco más demoró conseguir quien le venda los elementos claves para su economía y para el sostenimiento de su esfuerzo militar.
Rusia se consolidó y le ofreció un frente donde Occidente ha comenzado a tener una hemorragia de recursos económicos y militares. Pero, como sucedió en el ejemplo de las hienas, no está sola y otras naciones han acudido a su apoyo militar, seguramente Irán con sus drones y es esperable que haya colaboración de China con chips y Corea del Norte con municiones. Difícil saber si esto es cierto, pero sí es probable que sea así.
EEUU no ha conseguido comprender cabalmente lo que sucede y ha comenzado a arrojar zarpazos aislados cegados por el dolor del fracaso en Siria, Afganistán y ahora, Ucrania, más allá de lo que la propaganda occidental afirma.
Sus acciones han provocado a China con Taiwán, y se suman a un constante azuzamiento contra el gigante asiático con Xinjiang, Hong Kong y Tíbet. Taiwán es una línea roja para China, como Ucrania, para Rusia, y la tensión ha crecido, llevando a los estadounidenses a una situación incómoda, y una vez más apelamos al raciocinio dejando de lado la propaganda triunfalista.
Si bien la US Navy es la marina más poderosa del mundo, también es cierto que tiene problemas de mantenimiento, lanzamiento de múltiples proyectos fallidos y debe atender muchos frentes a la vez. Es extremadamente difícil poder disputarle a China el control del Mar de China Meridional y la estrangulación mediante un bloqueo está en duda gracias a las tecnologías militares que ha desarrollado Beijing.
Podríamos debatir si conseguiría contener a China o no, pero si a la ecuación le sumamos a Rusia, con su frente ucraniano, en el Báltico y la amenaza sobre el corredor Suwalki y desde Kaliningrado sobre Europa Occidental, las posibilidades de salir exitoso se reducen ostensiblemente.
Pero el ataque coordinado no termina allí, Irán ha entrado en el juego y realiza una intensa presión sobre Israel, un aliado importante para EE. UU.. Los persas presionan en Medio Oriente y han dado una sorpresa con Arabia Saudí.
Errores de cálculo de Biden, frases desafortunadas y un fallido intento de presión sobre el precio del petróleo, han volcado a los saudíes a un acercamiento con Rusia, y en este marco no podemos olvidar las conversaciones entre estos y los persas.
Los medios hablan de una alerta en Israel y Arabia por un inminente ataque iraní, sin embargo, es muy improbable que Teherán busque un pleito con los saudíes y seguramente es un ejemplo más de un intento de crear fricciones en el frente que se está armando contra los occidentales.
La política de aguijonear a Occidente continúa y el hub energético y de alimentos ofrecidos a Turquía ha sido determinante. Erdoğan había hecho gestos hacia uno y otro bando siendo parte de la OTAN, pero luego de décadas esperando ingresar a la UE y sufriendo desprecios de los europeos en su época de esplendor, la situación se ha volcado cada vez más hacia un acercamiento con Moscú.
Ankara podrá solucionar su maltrecha economía y recuperar aliento para seguir con sus ideas de recreación de un espacio que reconstruya, al menos en una parte sustancial, al Imperio Otomano.
En África estamos viendo una sublevación general contra Francia y cómo las manifestaciones se realizan en varios países con banderas rusas como emblema.
El sudeste asiático también se mantiene expectante, pero consciente de que no puede aislarse de China.
India ve con más interés mejorar sus relaciones con China, desenvolver su economía y ser uno de los motores de desarrollo mundial en las próximas décadas, que embarcarse en una aventura militar como la del AUKUS.
Los europeos occidentales, otrora los lugartenientes del mundo anglosajón, ven cómo su futuro se torna incierto, no solamente por la perspectiva de una guerra con Rusia, de la cual no tienen forma de salir sin ser arrasados por una andanada nuclear, sino por la quiebra económica.
Los anglosajones han jugado sus cartas individualmente, los británicos seguramente sabiendo lo que se estaba gestando, decidieron intempestivamente salir de la UE y ahora los EE. UU. obligan a Bruselas a prescindir del gas ruso, para venderles el propio a cambio, pero a un precio exorbitante.
Si quedaba alguna duda de sus intenciones, aprovechando que la UE no dispone de energía barata y abundante, Washington tracciona las empresas y las tecnologías europeas para darle una inyección de adrenalina a su propia economía.
Una jugada interesante a corto plazo, pero funesta en el tiempo simplemente porque los países de la UE ofrecían colaboración económica, militar y diplomática. Su caída debilita a los EE. UU. como jugador global.
Japón se encuentra en problemas, su economía sufre la carestía energética y de materias primas claves. Se escuchan ya voces de disconformidad entre la clase política subalterna a los EE. UU., y muchos se preguntan por qué Japón, que sufrió el ataque de dos bombas atómicas y una enorme humillación, debe seguir sometiéndose al juego de interés angloamericano.
Corea del Sur es la otra base importante, pero asediada por su vecino del Norte, corre el riesgo de verse aislada si no busca coincidencias con China, especialmente.
La situación de Asia Oriental no es la mejor para Occidente.
El panorama general se ha puesto muy oscuro para Washington y el atlantismo, a los focos de conflicto militar, a las penurias económicas propias y de sus socios más estrechos, debemos sumarle la arquitectura financiera que Rusia y China están construyendo buscando edificar un universo paralelo al que controla Occidente.
La savia del poder de EE. UU. es el dólar, que le permite tener el control de la propaganda global y del poder militar. Si EE. UU. ve caer la demanda de dólares en el mundo, las deudas se convertirán en un problema y la balanza de pagos eternamente deficitaria, también.
Alemania vio en estos días que su emisión de bonos de 4.000 millones de euros, solamente recibió interés de inversores por 1.700 millones. Este es el espejo que en el futuro puede reflejarse EE. UU.
Mantener 11 portaaviones en actividad con sus respectivos escoltas y centenares de bases militares en el exterior requieren de un esfuerzo económico que una vez caído el dólar, será imposible de sostener.
Sin ello, el declive será irrefrenable.
Lo que vemos en Brasil con un fraude ostensible y escandaloso es una muestra de la desesperación que lleva a EE. UU. a actuar desprolijamente y a la vista de todos los que quieran ver. Por ello liberó a un político que había encarcelado para poder desalojar a un presidente que no aceptaba las ideas claves del globalismo y se acercaba a Rusia rápidamente. En las últimas semanas, firmó un acuerdo nuclear con Rusia por 140 millones de dólares y votó contra Israel pidiendo que entregue sus armas nucleares. Sin embargo, la suerte de Bolsonaro está echada, esta región es el último bastión de resistencia del agonizante imperio anglosajón, que no puede permitir que China siga avanzando con sus inversiones ni que Rusia aumente su influencia.
Así las cosas, la situación tiene su suerte sellada, Rusia y China han sublevado al mundo entero y le generan focos de conflicto en distintas áreas, pequeñas heridas que van desgastando al león y lo debilitan, sellando su final.
El resultado es inevitable y EE. UU. trata de jugar su suerte en una batalla final donde volcar un último esfuerzo militar para derrotar a sus enemigos. Pero estos, como las hienas, rehuyen ese enfrentamiento decisivo y siguen su proceso de erosión.
Solo es posible provocar una guerra nuclear para torcer el rumbo de la historia, pero eso significa la desaparición de los propios EE. UU. como Estado.
Nadie en su sano juicio puede imaginar una guerra con el 80 % de la población mundial muerta y los principales Estados del mundo destruidos. Nadie, excepto una minoría constituida por una muy poderosa banda de fanáticos que quieren un mundo con una fracción de su población.
Un proyecto que por su monstruosidad es inconcebible para todos, excepto para estos malthusianistas globalistas transhumanistas.
Contra ellos advierte Putin, contra ellos habla Duguin. Ese es el gran peligro para la humanidad y pueden estar cerca de lograr su objetivo si sus sociedades no despiertan y los desalojan del poder.
*Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica y director de AsiaTV.
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