El poder financiero y la geopolítica: el trasfondo de la crisis de la ONU y la OTAN – Por Marcelo Ramírez

El poder financiero y la geopolítica: el trasfondo de la crisis de la ONU y la OTAN
Por Marcelo Ramírez

En los últimos días, la decisión de líderes occidentales de intensificar su respaldo a Ucrania y el cuestionamiento a organismos internacionales como la ONU y la OTAN han puesto en evidencia tensiones estructurales en el sistema de poder global. La reciente reunión en Londres entre líderes del Reino Unido, Francia y Canadá, sumada a las declaraciones de Elon Musk respaldando la idea de que Estados Unidos se retire de estos organismos, refuerza la idea de que nos encontramos en una disyuntiva geopolítica donde el poder financiero juega un rol fundamental.

La correlación de fuerzas en el conflicto ucraniano ya no deja dudas sobre el resultado. Rusia ha resistido las sanciones, estabilizado su economía y ganado terreno en el campo de batalla. Del otro lado, las potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, han fracasado en su intento de asfixiar a Moscú económicamente y hoy enfrentan un dilema: sostener la guerra a cualquier costo o aceptar un reacomodamiento del orden mundial. En este contexto, cabe preguntarse quién tiene la capacidad de prolongar el conflicto y qué intereses están en juego.

Una pista fundamental para entender esta crisis proviene de la creciente desconfianza de ciertos sectores del establishment estadounidense hacia organismos internacionales como la ONU y la OTAN. La figura de Elon Musk en este tablero no es casual: su postura contra la intervención internacional estadounidense y su respaldo a políticas de recorte de gastos responden a una lógica que va más allá del discurso populista. Se trata de una batalla entre quienes defienden el poder financiero globalizado y aquellos que, como Trump y sus aliados, buscan una reconfiguración económica basada en el nacionalismo económico.

Desde febrero, el senador Mike Lee presentó una ley para el retiro total de Estados Unidos de la ONU, denunciándola como una plataforma para dictadores que atenta contra los intereses estadounidenses. Musk, al sumarse a este discurso, refuerza una tendencia que ha ido ganando peso en los últimos años: la idea de que las instituciones supranacionales no sirven a la soberanía nacional, sino a una élite financiera global.

Esta desconfianza hacia los organismos internacionales no es nueva. La historia de Estados Unidos ha estado marcada por la lucha entre quienes defienden el control financiero local y aquellos que buscan integrarse en un modelo globalista. La creación de la Reserva Federal en 1913 consolidó el poder de la banca privada sobre la política monetaria estadounidense, generando una dependencia estructural del gobierno hacia los mercados financieros. Cada vez que un líder ha intentado desafiar este esquema, ha enfrentado consecuencias drásticas: desde Andrew Jackson vetando la renovación del segundo Banco Central hasta el asesinato de John F. Kennedy tras su intento de emitir dinero sin recurrir a la Fed.

El problema central radica en que la Reserva Federal opera como un ente independiente del gobierno, manejado por la élite financiera y sus aliados en Wall Street. A través de la emisión de deuda y el control de la oferta monetaria, la Fed se ha convertido en el verdadero poder detrás del sistema político estadounidense. En 2024, el pago de intereses por la deuda nacional superó los 950.000 millones de dólares, una cifra mayor al presupuesto militar del país. En otras palabras, el gobierno de Estados Unidos destina más dinero a pagarle a la banca que a su propio aparato de defensa.

Esta estructura financiera también influye en la política exterior. La ONU, la OTAN y otras instituciones internacionales han funcionado como herramientas del poder financiero para imponer un modelo de gobernanza global basado en el control de los recursos y la deuda. Sin embargo, con la llegada de Trump y el auge de movimientos populistas, este modelo ha comenzado a ser desafiado desde dentro de Estados Unidos. La retirada de Washington de la OMS y del Acuerdo de París fueron los primeros pasos en esta dirección, y ahora se plantea la posibilidad de una ruptura más profunda con la ONU y la OTAN.

El caso de Ucrania es una prueba de fuego para este enfrentamiento. La guerra ha demostrado que el modelo de financiamiento basado en la deuda y el gasto militar tiene límites. Mientras Rusia ha apostado por una economía autosuficiente y alianzas estratégicas con China e India, Occidente ha incrementado su dependencia de la emisión de dinero sin respaldo, generando inflación y crisis internas. La pregunta es cuánto tiempo podrá sostenerse este sistema antes de colapsar.

A largo plazo, la batalla entre el poder financiero globalista y los sectores nacionalistas dentro de Estados Unidos definirá el futuro del orden mundial. Si la tendencia actual se mantiene, es posible que veamos un repliegue de Washington en el escenario internacional y una reconfiguración del sistema financiero global. La clave estará en sí Trump, o cualquier otro líder con su misma visión, logra desafiar a la Fed y establecer un modelo económico basado en la soberanía monetaria.

El desenlace de esta crisis aún es incierto, pero lo que sí está claro es que la guerra en Ucrania, la crisis de la ONU y la tensión dentro de Estados Unidos no son eventos aislados, sino manifestaciones de una lucha mucho más profunda: la disputa por el control del sistema financiero global y la supervivencia del modelo occidental basado en la deuda.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=9gVROBGBbh8

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