El teatrillo del doctor Sánchez sobre el reconocimiento del Estado palestino – Por Juan Manuel de Prada

El teatrillo del doctor Sánchez
Por Juan Manuel de Prada

Si nos restaba alguna duda sobre la naturaleza puramente teatral del «reconocimiento del Estado palestino» promovida por el doctor Sánchez y sus mariachis, una diputada israelí llamada Sharren Haskel ha venido a disiparlas. Soliviantada ante el anuncio del inminente reconocimiento, la cachonda diputada ha presentado una moción en el Parlamento israelí, solicitando que se reconozca de inmediato «la independencia de Cataluña, el País Vasco, Galicia, Andalucía, Valencia, Aragón, las Islas Canarias y las Islas Baleares», con el argumento de que «estas regiones, con su rico patrimonio cultural, idiomas únicos y una profunda historia, expresaron un deseo claro e intransigente de independencia», así como el deseo de «gestionarse a sí mismas, cultivar su identidad y determinar su destino». Por estas razones, la cachonda Haskel reclama que Israel, «como país que lucha por la libertad y la democracia» [sic], reconozca el «legítimo derecho a la autodeterminación» de dichas regiones.

Salta a la vista que, si el reconocimiento del Estado palestino fuese algo más que un aspaviento inane, Netanyahu ya habría sacado de sus cuadras marroquíes al caballito Pegaso, para que contase al mundo las intimidades que el doctor Sánchez guardaba en su móvil. Pero Israel ha reconocido la naturaleza aspaventera y puramente teatral del reconocimiento, que no es más que una gallofa electorera que el doctor Sánchez lanza a sus adeptos, para que voten como descosidos la candidatura del Partido de Estado en las próximas elecciones europeas. Reconociendo la naturaleza aspaventera del ‘gesto’ sanchesco, Israel ha dejado que su compiyogui marroquí siga almohazando en sus cuadras el caballito Pegaso, mientras se enseñorea del Sahara. Y, mientras Netanyahu responde al aspaviento del doctor Sánchez con la moción bufa de la diputada israelí y la teatral ‘llamada a consultas’ de su embajadora en Madrid, puede dedicarse tranquilamente a firmar acuerdos militares con su compiyogui marroquí, como el que recientemente han suscrito para levantar una base militar en el monté Gurugú, donde se instalarán misiles y drones israelíes apuntando hacia territorio español.

Ante la construcción de esta base militar el doctor Sánchez no dice ni mu, como tampoco dijo ni pío cuando los compiyoguis firmaron otro acuerdo militar para el control marítimo del estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán con misiles Rafael. Aunque, mientras estaba calladito, el doctor Sánchez no se privó de permitir en 2023 adjudicaciones del Ministerio de Defensa a empresas israelíes o a sus filiales y autorizar la venta a Israel de «carros y otros vehículos armados y vehículos militares equipados con soportes para armas» por valor de 44,4 millones de euros. De este modo, puede decirse que el doctor Sánchez ha hecho realidad el titular burlesco y aparentemente delirante que ‘El Mundo Today’ publicaba hace unos días: «España modificará los contratos armamentísticos para especificar que las armas vendidas a Israel son para atacar al reconocido Estado de Palestina».

El reconocimiento del ‘Estado palestino’ se trata, en efecto, de un paripé grotesco, un jeribeque electoralista del doctor Sánchez que Israel tolera benignamente, como el dueño condescendiente que ha capado a su caniche tolera que el pobrecito ladre de vez en cuando, haciéndose el machote, mientras permanece quietecito y genuflexo en un rincón, bañado en sus deyecciones. No debemos olvidar, en primer lugar, que en la actualidad son 140 países los que reconocen la existencia del Estado palestino, entre los que se cuentan varios de la Unión del Pudridero Europeo. En realidad, dicho reconocimiento no es más que un desahogo retórico sin eficacia jurídica alguna (al estilo de la moción que ha presentado la cachonda Sharren Haskel, para descojonarse de Españita), un postureo efectista y demagógico concebido para que las masas cretinizadas de la izquierda se queden como una malva y voten como descosidas a sus mayorales, mientras Netanyahu sigue masacrando niños en Gaza y brindándoles una tumba de escombros. Y, en el caso concreto español, mientras sigue vendiendo armas y financiando bases militares a su compiyogui Mujamé, con la venia yanqui.

El doctor Sánchez sabe que el «reconocimiento del Estado palestino» es una gallofa ridícula, sobre todo cuando dicho reconocimiento se hace sin fronteras definidas y sin la exigencia de cumplimiento de todas las resoluciones internacionales que Israel ha pisoteado desde la partición de Palestina en 1948, y más todavía desde las terribles matanzas y usurpaciones de territorio perpetradas en 1967, que ahora se coronan con el aniquilamiento de Gaza. Lo suyo es puro teatro, no muy distinto por cierto del que ha representado después de que Milei osase lanzar un pellizco de monja a Begoñísima; aunque conviene precisar que, a diferencia del embajador español en Argentina, el embajador en Israel sigue en su puesto y acaba de felicitar cipayamente al «pueblo del Estado de Israel en su día de la independencia». En realidad, Milei y el doctor Sánchez no son más que dos bufones al servicio del mismo amo que representan ante las masas cretinizadas una pantomima de duelo cósmico, cada uno según su particular método interpretativo. El método de Milei exige envolverse en la bandera israelí; el método del doctor Sánchez exige taparse las vergüenzas con los jirones ensangrentados de la bandera palestina, mientras el caballito Pegaso tasca el freno.

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