¿Erosión de las instituciones?
Por Juan Manuel de Prada
Ahora, al parecer, toca hablar de la ‘erosión de las instituciones’, asunto que nos parece tan trágicamente anacrónico como hablar de la longitud idónea de las faldas en un mundo donde ni siquiera se llevan bragas (y, si se llevan, no se sabe lo que esconden). Pues en España todas las instituciones dignas de tal nombre han sido depredadas, desnaturalizadas, vaciadas de contenido; disueltas, en fin, o –todavía peor– sustituidas por versiones paródicas o aberrantes.
Que las instituciones auténticas han sido por completo devastadas nos lo muestra la institución familiar, convertida en un pingajo mediante la sucesiva legalización del divorcio, el aborto, los matrimonios por orificios alternativos, el vaciamiento de la autoridad paterna, etcétera; y, una vez destruida la institución familiar, se crean tropecientos ‘modelos de familia’ grotescos que la ley protege y promociona.
Y lo que ha ocurrido con la institución familiar ha ocurrido con las más variadas instituciones que vertebraban la comunidad política, desde las universidades (convertidas en corruptorios oficiales) a las cajas de ahorro (reducidas a fosfatina), pasando por todas las entidades de naturaleza colectiva, sociales o profesionales, públicas o privadas, que constituían parapetos frente al totalitarismo. Hoy todas las formas de asociacionismo que se auspician, promocionan y sufragan son estercoleros sistémicos que actúan como mamporreros en el control totalitario de la sociedad.
La devastación se ha extendido, incluso, a instituciones fundamentales como la judicatura o el Ejército, cuya autonomía dentro de la esfera de sus competencias ha sido por completo violentada. Y no se ha escapado, por supuesto, a este proceso de devastación la propia Iglesia, que subsiste (y prevalecerá) dado su origen divino, aunque entretanto haya sido convenientemente domesticada y reducida a jirones. Todas las instituciones, en fin, han sido devastadas en España; y tal devastación ha sido ejecutada implacablemente desde los órganos encargados de elaborar, aplicar e interpretar las leyes.
Pues ha sido la ley el recurso sistemático empleado para la devastación de las instituciones y para la creación de remedos paródicos o aberrantes; ha sido la ley la máquina demiúrgica de ingeniería social que ha desmantelado las instituciones más sólidas y permanentes; ha sido la ley el instrumento que se ha enarbolado con brutal eficacia para condenar al pueblo español a la intemperie institucional y convertirlo en papilla humanoide, babeante de flujos y modelable como la plastilina.
Como siempre ocurre en todo proceso de devastación institucional, ahora son los órganos encargados de elaborar, aplicar e interpretar las leyes que han perpetrado este trágico estropicio los que se ‘erosionan’ mutuamente, disputándose los despojos de su hazaña, como las hienas se disputan la carroña. Espectáculo lastimoso que sólo nos inspira aquello que Clark Gable le soltaba a Vivien Leigh: «Francamente, cariño, me importa un bledo».
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