Europa se hunde – Por Carlos X. Blanco

Europa se hunde
Por Carlos X. Blanco

Han perdido la guerra, han sido humillados por dos superpotencias (una declinante, EEUU, otra en proceso de evidente reconstitución, Rusia). Los líderes de Europa no son nada.

Han hecho el ridículo. Han engañado a sus pueblos. Hipotecaron el futuro de los europeos y prometen más gasto bélico, menos bienestar y más guerra. Guerra que no saben y no pueden hacer.

Apoyaron a un dictador, payaso antes y después de acceder a la presidencia. Un presidente -Zelensky- elegido por el globalismo tras sucias maniobras encaminadas a desconectar y enfrentar a Ucrania con la Federación Rusa.

Ocultaron los crímenes de Zelensky y sus vínculos con el neonazismo ucraniano. Mandaron al matadero a cientos de miles de personas, en una guerra absurda y perfectamente evitable. Jugaron con fuego, como niños idiotas. Pero el fuego del que hablamos es un fuego apocalíptico: la guerra mundial termonuclear. Se disfrazaron de militares sin serlo (Úrsula, Borrell) para jugar a una guerra que nunca podrían ganar, pues los cobardes no ganan guerras. Se es cobarde cuando se revuelven avisperos ajenos, esperando que otros pongan los muertos, las tropas y los dineros. Ucrania ya no puede poner más muertos. En Europa ya no hay tropas. Trump no pondrá más dólares.

El mundo entero, fuera del jardín de Borrell, se ríe de éstos tipos grotescos: preguntad a la gente de Putin, de Xi, o de Modi o incluso al más recóndito mandatario africano, id a preguntarles quién es Macron, Sánchez o Úrsula.

En sus respectivos idiomas te dirán, con la franqueza que Europa ha perdido: los líderes europeos son…“unos mierdas”. Mientras creían ser parte del Imperio, se entusiasmaron con una guerra en la que otros –ucranianos y rusos- morían. Hoy, como en el famoso cuento en que se narra el Emperador está desnudo, engañado, parece que esta chusma dirigente no es capaz de ajustarse a la realidad y quieren –de forma loca y alucinada- formar un ejército de soldaditos de plomo. Desean una guerra que el Imperio ha iniciado, y que ellos, como perritos falderos de ese Imperio, no pueden detener ni proseguir. No pueden hacer nada, porque ya no son nada.
La Unión Europea es un fracaso, cada día más totalitaria para con sus pueblos, cada día más impotente e irrelevante para sus competidores. El futuro no está aquí, en la “vieja Europa”. Es la Decadencia de Occidente: Spengler la diagnosticó hace un siglo, y el pronóstico del sabio alemán no podía ser más diáfano y exacto.

Europa se convertirá en una gran reserva indígena para sus nativos. Poco a poco seremos menos, cada día más envilecidos por las drogas y la tecnodependencia. Sumidos en el vicio, los “nuevos europeos” nos tratarán con desprecio creciente: después de haber sido esclavistas, nos volveremos esclavos. Progresivamente, nuestra educación se aflojará hasta arruinarse. Un ingeniero o cirujano se llamará Mohamed, una prostituta o un marginado tendrá por apellidos “Fernández”, “Schmidt” o “Durand”. Cualquier Madrasa de París, Madrid o Londres impartirá valores más sólidos –a veces horribles para un excristiano, pero sólidos- que cualquier liceo o universidad estatal de Europa.

Tantos niños como el sionismo mata en Gaza, serán abortados cada día, con alegría de feministas de piel blanca. Por cada “empoderada”, varios niños muertos y no nacidos. La Europa que se suicida es la misma que mil veces puso a los hijos de Sión a sus puertas, para que el océano entrara. En los púlpitos católicos, los funcionarios de Cáritas (ONG católica española) te explican las ventajas fiscales de aportar regularmente donativos. Jesús no está presente ya en nuestros días, para expulsar virilmente con un látigo a estos mercaderes del templo. El verdadero negocio –hoy llamado “cristianismo”- consiste en traerse a Europa gente de todos los sitios, darles una tarjeta para que paguen sus gastos y culmine así el reemplazo. Un tráfico “humanitario” de personas, todo bajo el señuelo de poseer carne fresca para una mayor y más eficaz explotación.

Los mismos líderes europeístas que se cruzan de brazos y tuercen la mirada ante los genocidios gazatí y ucraniano, son éstos que rabian por no poder seguir jugando a la guerra, que lloran y se lamentan por no contar con el aprecio del césar Trump.

Hace dos mil años, las masas judías y sus sacerdotes, untuosos con el poder romano, entregaron al verdadero Mesías. Ni el propio Pilatos quería esa muerte. Roma vio entonces con ojos limpios la forma de ser de aquel pueblo mezquino, con corazón de piedra, prepotente con el débil y ladino con el poderoso. Le entregaban a su Rey. Hoy se puede decir que Europa entera se ha judaizado del todo: entrega su propia salvación a los enemigos. Todos los pueblos de Europa, si no reaccionan, se hundirán en su propio abismo y en la más indigna degeneración.

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