Filosofía del Ser Nacional
Por Cristian Taborda
(I) El ser argentino y la filosofía
Recuperar la tradición es una obligación en los tiempos que corren, buscar la verdad como un acto de desocultamiento, una necesidad. Recuperar la esencia de la argentinidad y del Hombre Argentino. Ahí encontraremos a los más grandes filósofos argentinos, con un pensamiento auténtico, un Ser verdadero, como Carlos Astrada y Nimio de Anquín. Ocultados por la historia y la filosofía posmoderna arrastrada por el relativismo. Y en nuestros días, a otro filósofo argentino, Alberto Buela, ocultado por los medios, invisibilizado por la intelligentsia liberal progresista nos trae a estos grandes filósofos del pasado, entre otros, para disentir con el pensamiento hegemónico en el presente y recuperar la filosofía argentina, nuestra tradición para proyectarnos al futuro. Sobre su última obra “Filosofía Argentina, una versión disidente” (2024) hablaremos en el próximo artículo.
Se halla en estos verdaderos filósofos argentinos la profundidad de un pensamiento sobre el Ser, la ética y el existencialismo. Carlos Astrada y Nimio de Anquin participaron del primer congreso internacional de filosofía celebrado en la provincia de Mendoza en 1949, que contó además con la presencia de pensadores como Karl Jaspers, Gabriel Marcel, Benedetto Croce, el mismo Martin Heidegger y con el cierre a cargo del Gral. Juan Domingo Perón que expuso su filosofía política para la Argentina con su base doctrinaria en La Comunidad Organizada.
Entre algunas de las magníficas obras de Astrada sobresalen “El Mito Gaucho”, “Surge el hombre argentino con fisonomía propia”, “Ser, humanismo y existencialismo” y “La ética formal y los valores”.
En la interesante y prolífica obra de Anquín se encuentran: “Escritos políticos”, “Filosofía y Religión”, “ENTE Y SER. Perspectivas para una filosofía del Ser naci-ente” y “Eticidad, Moralidad y Libertad”.
Cesanteados de sus cargos tras la revolución fusiladora, relegados al olvido y la marginalidad por una academia difusora de ideologías foráneas. Retomamos a estos dos maestros que dejaron una impronta en el campo filosófico y en el pensamiento Nacional que debe ser recuperada, a modo de proyección hacia el futuro conservando la tradición de nuestro pensamiento y la esencia Argentina.
En Logos Argentino (Editorial NOMOS) podemos encontrar el registro de una filosofía política del Ser nacional que se vincula a la comunidad organizada y un sujeto cultural como planteaba Rodolfo Kusch, uno de los autores abordados en el libro. Allí entran en una relación transversal Ser, comunidad y cultura, el logos no puede revelar la verdad trascendente sin la esencia, la unidad y el arraigo.
Un logos pensado como palabra razonada, que revela una verdad a través del lenguaje. El logos “hace ver” algo, lo que se habla, desoculta. Razón y lenguaje se relacionan en la verdad del Ser que es y no puede no Ser si se piensa a sí mismo, si no se piensa no sería Ser sería la nada. El “ser verdadero” del logos es decir, menciona el autor de Ser y Tiempo.
La tradición, la religión y el lenguaje conforman esta ontología que constituye el ser como proyecto. El Ser siempre está siendo es un devenir constante, es en el presente porque pudo ser Ser en el pasado, y porque es Ser en el presente está abierto al futuro. El futuro es continuo en el presente
Filosofía, doctrina y pensamiento
En contramano a las nuevas teorías e ideas funcionales al sistema de gobernanza global las ideas justicialistas vuelven poner en valor con fuerza la defensa de la comunidad, la identidad y el Ser argentino como elementos esenciales para la consolidación de una vida en común como un pueblo soberano.
Como antítesis del liberalismo individualista y del marxismo materialista en sus orígenes propone una comunidad organizada donde tanto el hombre como la mujer se realizan en conjunto. Respetando los valores y tradiciones de cada pueblo, junto a su identidad cultural y su ser en el mundo. Donde no sólo es importante la disposición de bienes materiales para la satisfacción de necesidades sino también la realización espiritual y la elevación del ser para el desarrollo de una vida buena y en armonía, de uno con el todo. De un yo en el nosotros. Un todo superior a las partes, y más que la suma de ellas.
Retornar esa doctrina no sólo implica una reinterpretación para la comprensión del momento histórico actual y realizar una crítica económica del liberalismo sino discutir los fundamentos éticos de un orden global y simbólico que prioriza la tecnología y el dinero antes que a la comunidad, el trabajo y el ser nacional. En la doctrina se encuentran los fundamentos filosóficos para establecer los principios de una contra posmodernidad: Dios, patria y justicia social. Trascendencia, arraigo y orden.
Ser comunidad e identidad
Poner en valor la familia, la identidad y la cultura de un pueblo requiere restaurar el orden ético que la anarquía liberal desintegra. El liberalismo llevando al extremo la individualización de la vida, destruyendo los lazos naturales de solidaridad y comunidad, con la idea del ‘superhombre’, ‘hombre Dios’, el ‘homo economicus’ emprendedor de su propio destino, borrando toda trascendencia terminó convirtiendo al hombre en el “lobo del hombre” en un estado de naturaleza con el único objetivo de satisfacer su deseo personal a cualquier precio.
Esta restauración requiere de la realización de una vida social que es dada en un suelo, nuestro patrimonio común, la tierra que se habita, la patria. El hombre y la mujer se realizan en cuanto Ser en la tierra, en su vínculo con el suelo que comparten con la comunidad, la identidad de esa comunidad se genera en la defensa de ese patrimonio colectivo. Esta identidad cultural forma la necesidad de defender los intereses comunes, en una comunidad donde no se realiza el conjunto no podrán realizarse los intereses individuales, una identidad construida por la historia, la tradición y las costumbres que conforman una ética comunitaria cuya unidad básica es la familia, que transmite esa cultura, las costumbres y valores tradicionales de generación en generación.
La familia como célula orgánica, el lugar natural donde se forman los lazos de solidaridad y el sentido de amor reflejado en la concepción del hijo como realización absoluta del amor mutuo. El hogar como representación de una casa común de los miembros convierte la individualidad personal en un nosotros. A través de la familia se puede formar la comunidad que permite la creación de un pueblo como unidad orgánica entre uno y el todo, entre el Ser y la comunidad.
Una comunidad nacional con trabajo y con identidad que defiende su patrimonio y su cultura es un pueblo soberano, que se realiza y constituye un ser. Un ser que integró con la comunidad como momento de realización espiritual y material construye un pueblo. El pueblo es el momento de unidad y organización donde el Ser se manifiesta como soberanía.
El trabajo concebido como el reconocimiento de una capacidad para satisfacer las necesidades humanas mediante el esfuerzo, es el momento de autoafirmación, la soberanía del ser. Contrario al pensamiento marxista, el trabajo es la liberación del hombre de la esclavitud. El trabajo es la libertad, no la alienación.
Nacionalismo y tradición
La posición de un nacionalismo que reivindica el Ser argentino y la Argentinidad, en la comunidad, como momento existencial de elevación espiritual y realización material superando la lógica dual individualismo-colectivismo integrando la particularidad con lo universal ofrece la verdadera liberación del hombre, la liberación de la tiranía del individuo como de la dictadura del proletariado, es la única alternativa. Ante el materialismo y el idealismo, recuperar al Ser y la verdad como trascendencia, la realidad efectiva como razón de ser, ante el relativismo radical que se opone a la verdad como realidad y la determina como construcción social.
La única opción a la revolución y la anarquía es una contra revolución, recuperar la tradición y las costumbres satisfaciendo el deseo natural de libertad y justicia que reclaman los pueblos, cómo escribía Astrada en “El Mito Gaucho” y como materializaron nuestros héroes de la Patria integrando la elevación espiritual del ser y la realización material de la comunidad constituyendo un pueblo como unidad orgánica, un pueblo soberano, con identidad cultural y autonomía nacional en defensa de la patria y sus valores, de la argentinidad.
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