Fin de ciclo… algunas contemplaciones – Por Facundo Martín Quiroga

Por Facundo Martín Quiroga

Nuevamente finalizamos un ciclo lectivo. Nos arrojamos al suspiro aliviador de una lectura que ya no nos es exigida, sino que es elegida por nosotros para enriquecer nuestra alma. Descansamos de las exigencias kilométricas de un sistema que ha tejido una perfecta urdimbre de burocracia e ideología para encerrarnos en su perversa (i)lógica que sólo cosecha víctimas propiciatorias… y ahora con chiches de lujo como el Régimen Académico para el que haría falta un libro de quejas aparte. Sólo haremos algunas observaciones y comentarios, con la intención de brindar un friso breve y conciso en orden a ilustrar una tragedia que sabemos que en el fondo es espiritual.

Primero, como es debido, los alumnos

Pareciera que los ideólogos que se han hecho con el poder del sistema desde hace décadas siguen con la falsaria recurrencia del alumno como “sin luz”. Si esto es así, permítasenos dudar de que sean tan poco iluminados como conviene a estos mercaderes pedagógicos. Que haya cada vez más diferencia entre los contenidos que se dan y lo que los alumnos terminan reteniendo, no es acicate suficiente como para decidir “intensificar” sobre lo que de hecho no se ha visto ni con una mínima superficie que aclare a los estudiantes aunque sea qué se entiende cuando decimos que la historia debe enseñarse cronológicamente, por sólo ofrecer un ejemplo de nuestra materia.

Pero como saben que la tecnocracia en ciernes destruye la memoria, pero está “todo bien”, no han tenido más ocurrencia que, en lugar de aclarar el panorama, oscurecerlo aún más ofreciendo un producto muy atractivo para la mediocridad: la “memoria” ha suplantado a la historia como materia; no importa que los chicos sean arrastrados a cada minuto a vivir en un presente perpetuo sin posibilidad de ubicarse siquiera en una linea de tiempo. Nada de explicar procesos concretos, acontecimientos ajustados a dichos procesos, y su comprensión a partir del propio contenido al que la didáctica debe acomodarse: ahora hay que comenzar con la “memoria” y sólo lo que ella pueda “evocar”… nada mejor para un manipulador ideológico que dicha sensiblería.

Y como la memoria es parcial, subjetiva, bastará con solicitar algunas píldoras de emoción y sensibilidad derechohumanista para aprobar… y quizás hasta para ser “abanderade”. El esquema mental de partida ya no es el argumento, ni mucho menos el texto, es decir, el discurso hilado, con premisas, análisis y conclusiones, sino el “ítem”, la frase telegráfica que desprende mínimos datos muchas veces descontextualizados. Es muy frecuente que los docentes, al solicitar un trabajo argumentativo (cosa que, digamos, sigue ocurriendo gracias a Dios), tengamos que reiterar o corregir la recurrencia de los ítems o respuestas de tipo “telegrama”.

Pero esas respuestas no bastan para horrorizarnos o resignarnos. Comprobamos, al escucharlos, que lejos de ser manipulados como lo pretenden los docentes “populares” que manejan todo el trasfondo ideológico, ellos saben que para aprobar deben responder de una forma determinada, focalizando sobre lo pedido con militante insistencia hasta el hastío, por lo menos cuando van creciendo en su discernimiento. Esto coloca al docente en un lugar rayano con el ridículo: digamos que “se la cree” y cree que los alumnos también. Nada de eso: los alumnos están hartos de que se los intente constantemente manipular mediante el trauma, que eso es en definitiva lo que esconde la “pedagogía de la memoria”.

Volviendo a la cuestión cognitiva, cada vez que se lee un intento de desarrollar un párrafo, con un mínimo de tres lineas, apreciamos los errores que marcan no sólo deficiencias sintácticas, sino claras atrofias en los razonamientos básicos. Pero lejos estamos de solucionar el problema si colocamos la lupa exclusivamente en lo que ocurre con el alumno. Ante un ambiente externo que destruye la posibilidad de pensar en principios lógicos, causalidades, incidencias, influencias, premisas, que se respete el principio de no contradicción, no son de extrañar la consecuencia en los trabajos presentados, que terminan siendo desfiles de incoherencias y que sólo en contadas ocasiones muestran esfuerzo por hilar pensamientos, algo que es semejante a una sesión de tortura para una mente acostumbrada a la inmediatez, hoy llevada al extremo por la digitalización.

Siguiente párrafo: metodologismo, didactismo

Cada vez se tiene más la sensación de que el fin de la educación no importa. A mis alumnos les suelo decir (doy una materia sobre historia del sistema educativo argentino) que deben concentrarse en el fin de tal modelo, el para qué de un proceso, de un conjunto de decisiones de política educativa que llevan a amalgamar un determinado modelo de sociedad en un determinado tiempo histórico. Así podemos observar cómo, cada vez que salimos de clase, nos pregunta nuestra consciencia el para qué de todo esto, y el por qué llegamos a esta desolación. Esa es la palabra: oscilamos entre la desolación y la consolación, y somos ridiculizados por ello dada la incomprensión de la profundidad de dichos términos; bueno, pues algo parecido nos pasa cada vez que terminamos un ciclo. Y esto es justamente debido a que sabemos en lo profundo qué finalidad tiene este reemplazo del fin trascendente de la educación y de su contenido por el metodologismo: atraer al estudiante, innovar, seducir. En síntesis, la Verdad, el Bien, la Belleza, reemplazadas por la dopamina.

¿Cómo se llega a semejante dislate? Separando la forma del contenido, e introduciendo la metodología de manera abusiva en todos los planes de estudio de Formación Docente. Si el “cómo” se come al “qué”, secuestramos el “para qué”, inventamos un pedagogismo que, tal como decía Castellani, nos sirve para creer que enseñamos un montón de disciplinas sin estudiar realmente ninguna. Por lo menos podemos “agradecer” que se hayan sincerado en la Provincia de Buenos Aires y uno de los ejes sea la “centralidad de la enseñanza”, convirtiendo al profesor en un didactólogo que ya no buscará enseñar un contenido (sobre el cual se debería sentarse y estudiar, leer, que es el punto cero de toda labor de enseñanza) sino que se valdrá de copadísimas mañas para hacer que el alumno goce, disfrute, sin aprender realmente nada.

La mal llamada cultura digital no ha hecho más que exacerbar problemáticas que ya estaban cuando se comenzaba a aplicar la informática; ya se veían venir estos problemas con las píldoras de lenguaje sin pensamiento que empezaban a dominar a los docentes de esas áreas. Mihura Seeber trabajó brillantemente desde el realismo tomista estas preocupaciones en “Cultura computacional y pensamiento realista”. La digitalización sirve como un mecanismo que, a los docentes, los compele a innovar, a buscar la “forma” de incluir los nuevos soportes para no quedarse “atrás”. Digitalizar textos que los alumnos terminan leyendo del celular junto con las fotos de perritos y sus perfiles de redes, presentar todo en ppt como base (los alumnos terminan repasando los ppts sin leer los textos), armar encuestas online… hasta la presentación de materiales para concursar se ha convertido en un suplicio compuesto por tres tercios divididos entre lo digital, lo burocrático… y lo ideológico.

Por el otro lado, a los alumnos de Formación Docente se los instiga a tomar el grueso de sus tiempos en pensar en cómo adaptar un contenido, cada vez más escueto, al formalismo digital de las aplicaciones. Es decir, importa cómo hacer un reel mucho más que aquello que se pretende enseñar, el contenido queda en un segundo o a veces tercer plano. Además, se han creado instancias de “capacitación” que sirven para legitimar el discurso pro-cultura digital a la luz de nuevas pseudoteorías, generalmente provenientes del mundo anglosajón, que carecen de toda reflexividad respecto de, reiteramos, los fines y propósitos ocultos de toda esta barbarie.

¿Docentes, profesores, o proletarios?

Sostenemos que el docente, y por favor subráyenlo, no es ni puede ser un “trabajador de la educación” como sostienen los gremios, por la sencilla razón de que su “objeto” no es en realidad un objeto sino un sujeto, una libertad que participa del acto de ser (“esse”) manifestado en el ente (Caturelli, sic.). Convertir a un docente en un proletario lo habilita a un nuevo tipo de sometimiento, que es la jaula del manipulador, del ideólogo, que se construye a sí mismo desde la luz cegadora de la ideología. Didácticamente, esto viene muy bien al relato dizque emancipador de turno: se vilipendia, por caso, la clase magistral como un ejercicio “de derecha”, como una especie de tortura que propende a un aprendizaje “memorístico”, tal si fuera que implica solamente eso, cuando sabemos que no hay conocimiento sin memoria. “Conocer es recordar”, sentenciaba Platón. Quien recuerda menos, conoce menos. Si se demoniza el conocimiento magistral, es porque el propio docente ya es incapaz de darlo, de ofrecerlo, de donarlo, porque ha sido formado en el pedagogismo relativista.

Así es como el docente abducido por la ideología de cuño freireano, cree emprender una labor “liberadora”, por caso, armando una performance en torno al 12 de Octubre y el “genocidio de los pueblos originarios”, faltando totalmente a la Verdad. Esto no es un chiste: busquen en los calendarios de efemérides de CTERA y SUTEBA en donde se celebra el 11 de octubre como “el último día de libertad de los pueblos originarios”. Y así con todo el paquete ideológico que sigue siendo ampliamente dominante: indigenismo, feminismo, LGBTismo, derechohumanismo, ecologismo catastrofista…

En sus textos sobre pedagogía y educación, el ya citado Alberto Caturelli, al diseccionar el marxismo, señala la imposibilidad de construir conocimientos sobre bases en sí contradictorias. Como la izquierda pedagógica señala que la identidad es contradictoria en sí, es decir que no se posa sobre un núcleo verdadero no contradictorio, la labor docente en cuanto que maestro, es decir, de dirección de los hábitos del alumno en orden a la Verdad, el Bien y la Belleza, se torna imposible, porque las cátedras de “Ciencias de la Educación” ya están tomadas por el didactismo, el “aprendizaje significativo” en el que el sujeto queda totalmente a merced de sus pasiones, por lo tanto de los posibles engaños; es lo único que importa en la formación docente, al punto tal que nuestra posición crítica es totalmente desconocida por los estudiantes, está proscripta.

Cada vez que uno introduce el término “vocación docente” como un llamado desde lo profundo del Ser, de Dios en última instancia, es vilipendiado y excluido. Repetimos que hay una lógica proletarizante de la educación en la que se confunde al educador con un pastiche entre ideólogo y agitador social, herencia, insistimos, en principio del nefasto Paulo Freire. Esto habilita a la recitación de un cassette político que acapara todo el arco educativo desde que se entra hasta que se sale y más allá del ámbito escolar, y que gira en torno de autores que ya son anacrónicos pero por los que hay que pasar sí o sí como si fuesen la Biblia… claro, la Biblia apóstata del género, de los DDHH, del ecologismo…

Se ha desdibujado la labor docente tergiversando términos como “integral”, vocablo que significaba la conjunción en el ser participado en el ente de las esferas del sí mismo, del tú y de Dios, guiado y dirigido por el educador que, a su vez, estaba llamado (vocado) a cumplir una labor similar al apostolado. Esto confirma nuestra idea de que el sistema educativo, desde que los estados lo construyen como un reproductor ideológico, está cimentado en la inversión del concepto cristiano de educación, heredado de la escuela clásica. Mientras, tenemos a los influencers pseudofilósofos de turno como Darío Zeta o el infame personaje de Merlí que hacen un culto de la contradicción, pasamos por alto las terribles consecuencias que este didactismo desata en todos los ámbitos de la formación: moral, intelectual, volitivo…

Las instituciones, carcomidas

Para cerrar estas apreciaciones, observamos que una de las grandes estratagemas desarrolladas desde la escuela hacia afuera para darse una identidad, podríamos decir, tribal, es la oposición a la familia. Obviamente, no lo van a decir, no van admitir que el modelo de la izquierda pedagógica tiene a la familia formada por papá, mamá y los hijos, como su gran enemigo. Esto estalló evidentemente en la pandemia: se dieron cuenta de que los padres podían tener más contacto con los hijos, y en seguida emprendieron una blitzkrieg de género contra la familia, hipertrofiando de ESI las pantallas, hasta sacando un libro editado por la Fundación Huésped, más cuadernillos, campañas, series, etc.

Este estado de cosas, que no ha retrocedido en absoluto, fue hábilmente aprovechado por el presente gobierno que, sin tocar un ápice del plexo ideológico y normativo que destruye el vínculo entre la escuela y la familia (Ley ESI, de Identidad de Género, una muy lavada “revisión” que no ha tenido consecuencia alguna porque estos materiales ya fueron repartidos en todos los colegios), armó una retórica confrontativa para adherir voluntades y votos, pero se cuidó de mantener los acuerdos ya firmados en todas las dimensiones. Y así lo hizo con la mayoría de las instituciones que decía que iba a cerrar y de ñoquis políticos que iba a despedir bajo el tribunero grito de “¡afuera!”.

Aún no se han registrado demasiados movimientos para replantear el vínculo con las familias; más bien, todo parece indicar que no va a haber modificaciones ni en el corpus doctrinario de la formación docente, ni en los contenidos (con la salvedad de la única preocupación imprescriptible que tienen en torno al supuesto “antisemitismo” de la sociedad argentina), sólo hubo un Documento Curricular sin ningún posicionamiento en torno a dichos temas, en un caso explícito de doble vara: se enfrenta con represión salvaje a los más débiles como discapacitados y jubilados, pero no se presiona ni a gremios ni a ministerios en lo que hace al devenir educativo del país.

El liberalismo pedagógico que están sosteniendo a rajatabla, que afirma que el Estado no debe mediar en ningún contenido ni metodología, libra las fuerzas docentes a una especie de laissez faire educativo que no puede ser dejado al arbitrio de la oferta y la demanda, porque se trata de un objeto esencialmente diferente. La tan mentada “libertad educativa” terminará nivelando por lo bajo a docentes y estudiantes, porque el estado de partida ya es deplorable y los docentes correrán en masa no hacia la excelencia, sino a la mera supervivencia, pasando del docente “proletario” a la caza de puntaje, al docente “emprendedor” a la caza de clientes. Esta lógica terminará blindando a las élites que podrán adquirir sus credenciales más allá de la adscripción ideológica que tengan, porque mercado habrá para todos (CLACSO, FLACSO, Atlas, CIPPEC, elija y gane), pero educación “de calidad”, como gustan decir, sólo para quien pueda pagarla.

El riesgo de este apartamiento del Estado disfrazado de libertad educativa se agrava aún más cuando pensamos en que hay contenidos que deben ser imprescriptibles y que han sido puestos en tensión por algunas agrupaciones independientes, como es el caso dignísimo de las iniciativas de remalvinización de la educación en clave de soberanía nacional ya desde la primera secundaria. Ha habido avances en el cuestionamiento del relato oficial, suscitado por el descontento de veteranos, familiares, profesores y alumnos que se niegan a reproducir los relatos desmalvinizadores del progresismo que nos conducen a la resignación de la lucha por lo que nos pertenece.

Así las cosas, este ciclo lectivo nos conduce a reafirmar la triste apreciación de una escuela que se empeña en ser una mera caja de resonancia del bochinche mundano en todas sus dimensiones; de una docencia que se debate entre el fundamentalismo ideológico y la supervivencia cada vez más amenazante y sin una respuesta que valorice la necesidad de un retorno a la virtud de la Maestría; de unas familias desorientadas que, peligrosamente, se acercan a una rebeldía nihilista producto de años de soportar el adoctrinamiento; y de un gobierno que aprovecha el “solve” que emprendió concienzudamente el progresismo para desarrollar el “coagula” liberal que nos dirigirá a ser una masa informe y confundida respecto del papel de la educación para la Patria. Dios nos ayude.

CONTRA LA CENSURA: Si le gustó nuestro trabajo apoye a KontraInfo con su suscripción. No recibimos ni recibiremos jamás dinero de ONG's ni partidos políticos. Por hacer un periodismo alternativo venimos siendo sistemáticamente censurados y desmonetizados.

Las opiniones y análisis expresados en este artículo pueden no coincidir con las de la redacción de Kontrainfo. Intentamos fomentar el intercambio de posturas, reflejando la realidad desde distintos ángulos, con la confianza de aportar así al debate popular y académico de ideas. Las mismas deben ser tomadas siempre con sentido crítico.
*Ayúdenos con su suscripción, ingresando a este enlace.

Si va a reproducir este material, cite la fuente: www.kontrainfo.com