Un informe explosivo elaborado por el Parlamento israelí alerta sobre lo que califica como la «mayor ola migratoria inversa» en la historia del régimen sionista. Miles de jóvenes altamente capacitados, profesionales clave y miembros de la élite económica y militar están abandonando los territorios ocupados, en un éxodo que amenaza con desestabilizar aún más la ya frágil estructura social y productiva de Israel.
El estudio, presentado recientemente ante la Knéset (Parlamento israelí), describe este fenómeno como un verdadero «tsunami migratorio» que arrasa con los cimientos del país. Entre 2009 y 2021, la emigración anual promedió unas 36 000 personas, pero en los últimos años se ha disparado: en 2022 emigraron 55 300 israelíes (46 % más que el año anterior) y en 2023 la cifra ascendió a 82 700 (casi un 50 % más), un número alto que se mantuvo en 2024. Muchos de ellos regresando a sus países de origen en Europa y Estados Unidos, impulsados por el temor a los ataques de Hezbolá y la inseguridad generalizada.
«Los médicos y la élite están abandonando Israel porque sienten que no pertenecen allí», reveló un análisis del Instituto para la Política y la Conflicto (IPC), que vincula este éxodo con una profunda crisis de identidad y seguridad. En el sector salud, las salidas se han multiplicado por diez, lo que los medios hebreos califican de «alarmante». Profesionales de la tecnología, ingenieros y altos mandos militares también figuran entre los que emigran, dejando vacíos críticos en industrias que representan el motor económico de Israel, como el sector high-tech y la defensa.
Esta migración inversa coincide con un colapso económico sin precedentes. La agencia de calificación Fitch rebajó recientemente la nota crediticia de Israel a ‘A’ debido a los riesgos geopolíticos persistentes, mientras que la inflación galopante y el cierre de 46.000 empresas desde el inicio del conflicto han golpeado duramente a la clase media. Un informe del Banco de Israel calcula que la ausencia de trabajadores extranjeros –muchos de ellos palestinos o migrantes asiáticos– cuesta al país unos 600 millones de dólares semanales, equivalente al 6% de su PIB. Además, la movilización de 360.000 reservistas y el cierre del sistema educativo han sumado pérdidas por más de 600 millones de dólares adicionales.
Expertos iraníes, como el general de alto rango Mohsen Rezai, han interpretado este éxodo como una «bofetada» al régimen de Benjamín Netanyahu, quien enfrenta protestas masivas y demandas de dimisión. «Israel encubre el éxodo de dos millones de colonos, pero las estadísticas no mienten: la valentía palestina ha roto su ilusión de invencibilidad», declaró Rezai en una entrevista reciente. Una encuesta reciente indica que el 40% de los israelíes considera seriamente abandonar el país, citando la desigualdad creciente, el fracaso de las negociaciones de paz y el agotamiento por la guerra interminable.
El gobierno israelí ha intentado contrarrestar la fuga de talentos con incentivos como subsidios para vivienda, bonos laborales y campañas de «retorno judío», pero los resultados son magros. Mientras tanto, el «tsunami diplomático» internacional contra Israel se intensifica, con países como Bélgica impulsando prohibiciones comerciales por violaciones a los derechos humanos.
Este éxodo no solo erosiona la fuerza laboral de Israel, sino que cuestiona su viabilidad a largo plazo como entidad ocupante. En un contexto de treguas frágiles y amenazas regionales, la pregunta es si Tel Aviv podrá revertir esta marea humana antes de que sea demasiado tarde. Fuentes del Parlamento advierten: «Sin su élite, Israel no es más que un cascarón vacío».