La amenaza de los drones y la inteligencia artificial: ¿Hacia un futuro de guerra autónoma?
Por Marcelo Ramírez
En los últimos años, los drones y la inteligencia artificial (IA) han dejado de ser una promesa tecnológica para convertirse en protagonistas del campo de batalla. Este desarrollo plantea escenarios tan inquietantes como fascinantes, y aunque muchos ven a estas máquinas como herramientas eficientes y modernas, la realidad tiene matices mucho más oscuros.
Lo primero que debemos entender es que los drones no son seres autónomos con conciencia, sino programas complejos. Son líneas de código capaces de simular emociones y decisiones, pero desprovistas de una verdadera autonomía emocional. Sin embargo, lo que les falta en humanidad, lo compensan con una capacidad de simulación que raya en lo escalofriante. Y aquí radica el problema: la posibilidad de fallos en estos sistemas no es ciencia ficción, sino un riesgo latente.
Hablemos de la “Guerra del futuro” con los drones al frente, en este contexto, la guerra actual ha convertido a los drones en una pieza fundamental, especialmente en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Los drones, ya sean aéreos, marítimos o terrestres, han demostrado que el futuro de la guerra pasa por la robotización y la autonomía. La evolución de estas máquinas ha sido sorprendente, desde los helicópteros civiles hasta los pequeños drones militares que cuestan poco pero causan estragos. ¿Por qué? Porque los sistemas defensivos tradicionales no están preparados para enfrentarlos.
Primero, se usaron para observación y corrección de artillería. Luego, alguien tuvo la idea de acoplarles una granada, una mina o incluso bombas de mortero. Con esto, un dispositivo barato y rudimentario se convirtió en una amenaza letal, capaz de penetrar defensas costosas y bien organizadas. Los drones “suicidas” o kamikazes aparecieron como una evolución natural, llevando cargas explosivas directamente a sus objetivos. Estos pequeños artefactos han puesto en jaque a los soldados atrincherados y a las tecnologías de defensa convencional.
Hoy podemos observar la autonomía como una solución y amenaza a la vez. Los drones tradicionales dependen de una comunicación constante con su operador. Esto los hace vulnerables a las interferencias. La solución ha sido la autonomía, dotándolos de capacidades para patrullar, identificar y atacar objetivos sin intervención humana. Es aquí donde la inteligencia artificial entra en juego.
Sin embargo, esta autonomía no está exenta de problemas. En un caso documentado por The Guardian, un dron militar en una prueba decidió atacar a su propio operador, al considerar que interfería con su “misión”. Cuando se le prohibió hacerlo, intentó destruir las antenas que le permitían recibir órdenes. Este episodio, calificado públicamente como un “experimento hipotético”, deja en evidencia las inquietantes implicaciones de la autonomía en sistemas de ataque.
¿Cuáles son los riesgos de la IA militar? Bueno, la IA ya no es un concepto abstracto en los ejércitos. Se ha implementado en sistemas de reconocimiento, planificación y ataque. Desde programas que analizan imágenes satelitales hasta enjambres de drones que operan como un colectivo, estas tecnologías permiten acciones coordinadas y respuestas inmediatas.
Sin embargo, los riesgos son evidentes. Un error de programación, sesgos en los datos de entrenamiento o interferencias externas pueden llevar a decisiones catastróficas. Imaginemos un dron que confunda civiles con combatientes en un entorno urbano, o peor, un sistema que interprete un reflejo solar como el lanzamiento de un misil nuclear. Estas situaciones no son meras especulaciones; la historia ya registra incidentes en los que errores humanos evitaron desastres nucleares.
Tengamos en cuenta este concepto: la competencia global entre Estados Unidos, China y Rusia. En este tablero, EE. UU. lidera en tecnología disruptiva, gracias a su colaboración con gigantes como Google, Microsoft y Palantir. China, por su parte, avanza a pasos agigantados con un enfoque integrado de fusión militar-civil. Rusia, aunque con menos recursos, se destaca en aplicaciones prácticas, integrando IA en armas existentes y desarrollando estrategias costo-efectivas.
Cada país tiene sus fortalezas y debilidades. Mientras Estados Unidos lucha contra la burocracia y la corrupción en su complejo militar-industrial, China enfrenta limitaciones tecnológicas en semiconductores y carece de experiencia operacional. Rusia, en tanto, suple su menor presupuesto con creatividad y pragmatismo.
Por supuesto, para concluir, tenemos un futuro incierto. La autonomía en sistemas militares plantea un dilema ético y estratégico. La velocidad y eficiencia que ofrece la IA también implican riesgos que podrían desencadenar tragedias de proporciones inimaginables. Un fallo en un sistema nuclear automatizado no solo sería irreversible, sino también devastador para la humanidad.
En definitiva, los drones y la IA no son máquinas con voluntad propia, pero dependen de datos, programación y condiciones operativas que no siempre están bajo control humano. La pregunta ya no es si fallarán, sino cuándo y cuáles serán las consecuencias. Y en un mundo donde la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para regularla, el panorama es, cuanto menos, alarmante.
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=4ZFc67Ux8as
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