La Anarquía liberticida y los “valores” del mercado libre. Sobre la mercantilización de la vida y comercialización del cuerpo – Por Cristian Taborda

La Anarquía liberticida y los “valores” del mercado libre
Sobre la mercantilización de la vida y comercialización del cuerpo

Por Cristian Taborda

Laissez faire laissez passer es el mantra del liberalismo, con el cual sintéticamente los fisiócratas sentaron la base de la ideología liberal. “Dejar hacer, dejar pasar”, nada debe intervenir, no deben existir restricciones, ni regulaciones, todo debe circular libre y absolutamente sin fronteras ni prohibiciones, desde flujos de capitales financieros meramente especulativos a migraciones masivas, de drogas a armas. El Estado no debe intervenir porque interrumpe el libre flujo de capitales-individuos-mercancías y el libre intercambio por “mutuo acuerdo” vulnerando la libertad individual. La liberalización y su “progreso” no deben tener frenos.

Pero lejos de representar una ideología política la liberalización absoluta de la economía se ha alzado como un fanatismo irracional, con aspiraciones más cerca de una pseudo religión, que no puede ser cuestionada, que de una teoría económica, se ha erigido como una teología del mercado, la otra cara de la moneda de la omnipotencia estatal. Si el estatismo pretende regularlo todo incluso los aspectos de la vida privada cayendo en un totalitarismo estatal que insectifica al hombre anulando su libertad, la liberalización absoluta pretende la desregulación de todo y concluye en el liberticidio, cayendo en un desorden total, en una anarquía liberal. Para esta visión anarco libertaria, todo debe circular libremente como mercancías, incluso las personas. Sin ir más lejos, esta cosmovisión-cosmopolita ha dado el sustento a la globalización neoliberal y al consecuente globalismo progresista que hoy se resquebrajan. 

La persona humana pasa así a convertirse no en un fin en sí mismo sino en un medio, en una mercancía más que debe circular libremente en el mercado global, en muchos casos funcionando como un instrumento de presión geopolítica por parte de Estados, fundaciones, organismos internacionales u ONG’s y en otros por el mercado como mano de obra barata.

Se instrumentaliza la vida humana, desconociendo cualquier tipo de ética y dignidad, siendo solo un medio para otros fines. Pero para llegar a este punto debe producirse una destrucción cultural y un reemplazo, desconocer la ética que proviene de la cultura, y la cultura que tiene fundamento moral en la religión. No debe haber arraigo a un “ethos”, sino un desarraigo, han de ser reemplazados los valores de Dios por los del Dinero, es decir la cultura por el mercado, donde no hay valores sino precios e intereses. La aniquilación de las distintas culturas y sus valores por las necesidades e intereses del mercado global.

Desprovisto de toda cultura y ética, el mercado se convierte así en una “bestia salvaje” dónde puede realizarse cualquier actividad comercial inescrupulosa sin tener en cuenta los perjuicios para la comunidad y la propia vida bajo la excusa del “mutuo acuerdo”, la “libre voluntad” y la “elección individual’, sintetizado en el lema propagandístico “Mi cuerpo, mi decisión”, bajo este slogan puede justificarse desde la venta de órganos y el consumo de drogas a las prácticas abortivas y el alquiler de vientres, o la comercialización de fetos tal como lo hace la multinacional PlanedParenthood. La vida y el cuerpo humano pasan a ser una mercancía, un producto para el consumo y la comercialización. La vida deja de tener valor y pasa a tener un precio, como otrora tenían los esclavos, de hecho es una nueva esclavitud. Pier Paolo Pasolini describía a la perfección como este poder totalitario se había apoderado de las exigencias de “Libertad” de liberales y progresistas, en sus ‘Escritos Corsarios”, condenando al aborto, el poeta italiano ya describía la desacralización de la vida por parte del nuevo poder consumista: “Ahora no es más sacra, sino en el sentido de maldita (sacer tiene los dos sentidos)”. 

Al desacralizar la vida y convertirla en maldita, reemplazada la cultura y la patria por la sociedad de mercado y el desarraigo, con el cuerpo y la vida luego se puede hacer lo que sea, incluso la comercialización de niños como lo planteaba el paleolibertario Murray Rothbard en “La Ética de la Libertad”: 

“Tenemos que enfrentarnos al hecho de que en una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado libre de niños” (…)

Si se permitiera el mercado libre de niños, se eliminaría este desequilibrio y se llevaría a cabo una transferencia de bebés y de niños desde padres que no los quieren o no los cuidan a padres que desean ardientemente tenerlos”.*

Esa “Etica de la Libertad” libertaria, no es Ética, ni es libertad, es inmoralidad y esclavitud, una trata de personas bajo la excusa del “libre mercado”. El resultado es la mercantilización de la vida, donde para gusto de los progresistas el hombre ha dejado de servir a Dios pero ha pasado a servir al Dinero y para disgusto de los liberales se destruye la verdadera libertad pasando a ser esclavos. Lejos de promover el valor de la libertad como un bien supremo, la apuesta a la liberalización absoluta de la economía es un liberticidio y la liberalización de la cultura es libertinaje.

Sobre está situación ya advertía Tocqueville, con la Revolución Francesa como experiencia a cuesta, se preguntaba sobre las barreras que en el pasado detenían la Tiranía, cuáles quedaban en pie, señalando que al haber perdido la religión el imperio sobre las almas todo parece incierto en el mundo moral, sentenciando ante esta situación: “nadie podrá decir dónde están los límites naturales del despotismo y los linderos de la anarquía”. Es la restauración de los valores de nuestra cultura lo que puede ponerle límite al liberticidio.

 


*https://mises.org/es/library/ninos-y-derechos

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