Por Marcelo Ramírez
Septiembre 2021, la polémica pandemia parece comenzar a ceder, las naciones ven ponerse nuevamente en movimiento sus economías, pero mientras esto sucede empezamos a observar importantes aumentos en el precio del gas. El impacto se atribuyó al despegue económico, sin embargo, ese repunte hacía ver como exagerados los incrementos, una señal que ya hacía presumir un correlato en el encarecimiento del precio de la energía eléctrica. La situación era particularmente grave porque se combinaba con la desconexión alemana de plantas de electricidad generadas por energía nuclear, que en un frenesí propio del fanatismo de los conversos llevaba a autoridades españolas a dinamitar plantas modernas de carbón, todo sea por luchar contra el cambio climático con energías limpias.
Bien, eso de limpias no es totalmente así pero el principal problema es que las energías “sustentables” y ”limpias” resultan extremadamente costosas e ineficientes, además de estar sujetas a factores difíciles de prevenir como la baja en la calidad de los vientos en el Norte de Europa que afectaba a la producción de energía eólica en esos momentos.
La conjunción de factores era importante y miraba con recelo el tema del Nord Stream II, el gasoducto que proyectaba una solución para Alemania entregando gas ruso barato, y que Berlín sostenía como proyecto pese a las presiones de EEUU directas e indirectas a través de grupos ecologistas.
En este marco se conoció una señal que encendió luces de alerta y que hemos abordado en su momento explicando el peligro potencial. Dos de las principales plantas de fertilizantes en suelo británico, la de Bellingham y la de Ince, suspendieron su producción.
La estadounidense CF Industries cerró su producción para obtener una ayuda del gobierno británico, la fabricación de fertilizantes a nivel mundial se presentía en declive.
El problema se extendía a la producción también de dióxido de carbono, un derivado en el proceso de los fertilizantes para usos como la conservación de carnes, que se encarecía paralelamente.
La situación pre anunciaba un problema a mediano plazo en la producción de alimentos, sin esos fertilizantes los resultados de las cosechas serían malos, por lo tanto, se podría augurar un alza en el precio de los alimentos llevando a millones de personas a no poder pagar por los mismos, las harinas son parte de la alimentación básica de millones y además intervienen en la cadena alimentaria presionando sobre los costos.
Esto, recordemos, era casi 6 meses antes del inicio del conflicto armado en Ucrania.
El 24 de febrero se inicia la operación militar sobre Kiev, pero previamente habían sido infructuosos los esfuerzos para poder poner en marcha el Nord Stream II, las autoridades alemanas presionadas desde Washington, se negaban a dar la certificación final para que el gas fluya. Una vez iniciado el conflicto armado, las posibilidades se esfumaron por completo.
La UE sanciona extrañamente a Rusia anunciando no comprar más gas ni petróleo, algo tan delirante que se tradujo en las conocidas réplicas rusas exigiendo el pago entonces en rublos por su energía, lo que a la larga convalidó un alza en el rublo y aumentó el precio de la energía en las naciones sancionadoras, amenazando sus propias economías.
Entre los productos sancionados con menos prensa estuvieron los fertilizantes. Los países líderes en la producción de estos productos claves para la agricultura son precisamente Rusia y su vecina y estrecha aliada, Bielorrusia. No debería sorprendernos entonces que el correlato de toda esta impericia, si somos bondadosos en los conceptos, finalizara en más problemas cuando el precio de los fertilizantes comenzó a subir y el producto a escasear.
Una semana antes había viajado a Moscú el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, insospechado de posiciones anti occidentales. Bolsonaro fue con un motivo prioritario, obtener de Rusia los fertilizantes necesarios para su próxima siembra.
La situación era de tal gravedad que el propio presidente desautorizó a su vice, Hamilton Mourão, cuando este intentó poner sobre la mesa posibles sanciones de Brasilia a Moscú. Brasil necesitaba sus fertilizantes así que no había nada que negociar, los fertilizantes los controlaba Rusia, así que Brasil sería neutral, posición que mantiene hasta ahora.
Pero hay más “coincidencias”, Ucrania es uno de los grandes productores de cereales del mundo y como resulta esperable, con la guerra su producción va a mermar considerablemente. No solo eso, sino que la cosecha actual no puede ser exportada porque Rusia bloquea el acceso al mar, la única opción es el transporte ferroviario, pero debido a que esas líneas férreas se usaron para entregar el material militar que Occidente envía masivamente a las tropas ucranianas, Rusia ha ido bombardeando esa infraestructura.
Un problema más para encarecer los alimentos.
Resulta casi gracioso que Occidente, luego de las enormes sanciones a Rusia y las amenazas a quienes comercien con este país, sumado a las entregas de cada vez más cantidad de armas y de mayor calidad en cuanto al alcance, pretenda que Rusia le permita a Ucrania salir a vender su trigo para de esa manera financiar la guerra contra su país.
Ahora las reacciones comienzan a ser más visibles, el Occidente colectivo acusa a Rusia de ser el responsable de una posible hambruna mundial mientras este país se defiende aduciendo que la crisis es impulsada por el propio Occidente.
El máximo representante de la Unión Europea para Asuntos Internacionales, es español Josep Borrell, quien expresó que es preciso “contrarrestar la narrativa rusa” explicando que las causas de la hambruna no son las absurdas sanciones europeas sino de que Rusia hace posible que en África, Asia o América del Sur se produzcan hambrunas, reafirmando que las crisis económica y energética es el resultado de la agresión rusa en Ucrania, no de las sanciones occidentales.
Parece que Borrell no recuerda bien cómo fueron los acontecimientos, seguramente lo hace en consonancia con el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Ned Price quien en un mismo sentido volvió a culpar a Rusia. “La inseguridad alimentaria, que ya es un problema importante debido a los efectos de la crisis climática, es ahora aún más aguda, ya que la guerra del presidente Putin en Ucrania ha puesto en peligro a millones de personas en todo el mundo”.
El presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Gregory Meeks , dijo en una entrevista a la MSNBC que “la gente se morirá de hambre. Hablamos de eso aquí en casa, los precios están subiendo y la inflación” señalando, cuando no, a Putin como el gran responsable,
El mayor productor mundial de fertilizantes, Nutrien, expresó a través de Ken Seitz, Director Ejecutivo de la empresa, que las sanciones a Bielorrusia y Rusia provocarán problemas de suministros en el futuro. Mosaic Co., otra gran productora de potasa, espera que el mercado sea extremadamente ajustado en el futuro previsible.
“Tal vez será un problema de dos años, e incluso entonces tomará de dos a cuatro años para que el déficit se recupere”, dijo el director ejecutivo Joc O’Rourke.
Los productores europeos alertan de un impacto ya de un 30% y que en el horizonte se perciben muchas dudas sobre el futuro de los alimentos.
Los expertos prevén que a futuro los fertilizantes nitrogenados multiplicarán por cuatro los precios anteriores a la pandemia y por tres los fertilizantes fosfatados y potásicos.
Los precios seguramente subirán más y más, Rusia ha advertido en ese marco que tiene una cosecha récord de trigo pero que priorizará su propio mercado interno, volcando sus excedentes a los países amigos que lo necesiten y en estos días la India de Modi hizo también sentir su voz en este tema imitando a Rusia y destinando la producción triguera a su propio pueblo prioritariamente. La situación ya empieza a dar muestras de volatilidad, el alza de los precios ha disparado protestas en Pakistán, Sri Lanka y en Irán, todos países cercanos a Rusia.
La pregunta entonces es obligada, ¿Occidente no ha previsto el resultado de sus medidas? ¿O en realidad intenta generar una oportunidad para que sus quintacolumnas puedan actuar?
Es posible que sea fruto de la falta de previsión como así también que sea el resultado de un proceso político con distintos fines, entre ellos el de promover la inestabilidad en países simpatizantes con Rusia.
No podemos descartar entonces que esta crisis haya sido autoinducida para golpear a países hostiles como así también para impulsar sus propias agendas como la merma demográfica o la instalación de energías verdes que le permitan salir de la influencia de Rusia y aliados.
Puede parecer algo muy extremo, pero la serie de coincidencias fortuitas, varias que empezaron antes de la tensión militar, hacen que las dudas sean justificadas. Hemos podido apreciar por allá a fines del 2021 que se generaba una tormenta ahora en el área de los alimentos.
Es posible que sea pura coincidencia, pero también lo es que sea parte de la guerra contra Rusia por el control del orden mundial. Moscú ha demostrado tener una economía más sólida de lo esperado por Occidente y con una enorme capacidad de daño hacia sus enemigos.
El giro de los acontecimientos mundiales ha sido imprevisto y ha echado por tierra todos los razonamientos “oficiales”, entrando en un terreno digno de una novela de conspiraciones mundiales, en el 2019 solo unos pocos advertimos que el riesgo de choque entre potencias crecía.
La pandemia apareció imprevistamente y en condiciones sumamente extrañas acentuadas con los descubrimientos de laboratorios de la OTAN en Kazajistán y Ucrania que trabajaban con virus como el sars cov 2 y con vectores como aves migratorias y murciélagos. Es extraño que la prensa occidental ignore estos acontecimientos y que no sea tema de debate las pruebas que Rusia presenta en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Pero volviendo al punto, cuando se fueron agotando los efectos del virus y las medidas de lockdown, comenzó una crisis energética que preanuncia un problema muy serio de seguridad alimentaria.
Este cuadro se podía identificar perfectamente desde el llano, sin embargo, desde lo alto del Poder, con recursos casi ilimitados de dinero, información e inteligencia, parece que no lo advirtieron a tiempo.
Las medidas tomadas han sido sistemáticamente pro cíclicas, favoreciendo la profundización de crisis y generando un marco importante para un caos global fruto de la situación sanitaria (que frecuentemente vuelve a amenazar en los labios de Bill Gates y otros), crisis energética y alimentaria.
Todo esto se da en medio de una tensión militar inimaginable, porque nadie creía posible hace unos meses no más que se hablara del uso de armas nucleares.
Los expertos militares serios, no los propagandistas, no dudan en considerar como una posibilidad muy sería el uso de armas tácticas nucleares y de allí en más todo es posible, apareciendo en el abanico de posibilidades las armas estratégicas nucleares.
La realidad ha superado una vez más las fantasías y todo puede ser posible en manos de dirigentes políticos occidentales irresponsables. ¿Cómo catalogar acaso a Sanna Mirella Marin, la actual Primer Ministra de Finlandia? Con 36 años, habiendo accedido a esta posición a los 33, ha decidido embarcar a su país, neutral hasta el momento, en el barco de la OTAN aduciendo cuestiones de seguridad.
Rusia no es una amenaza para su país si es neutral, sin embargo, si se integra a la OTAN y en medio de la actual tensión, será visto como un país hostil y los misiles nucleares van a apuntar Helsinki.
El Vicepresidente del Comité de Defensa de la Duma, Aleksey Zhuravlyov, advirtió que su país demoraría apenas 10 segundos si utilizara un misil Sarmat para destruir Finlandia, algo rigurosamente cierto.
En ese cuadro ¿por qué razón Finlandia se sentiría segura con la OTAN? Los responsables de la Alianza ni siquiera serían advertidos cuando Finlandia sería solo un recuerdo, nada podrían hacer para evitarlo. No hay una sola razón lógica para que la joven mandataria sustente sus palabras poniendo una diana sobre su capital, esto solo puede obedecer a la ignorancia y a la complicidad necesaria para llegar a su cargo.
Esta situación no es la única, se repite en muchos mandatarios europeos y otros como Fumio Kishida, el Primer Ministro japonés que parece muy ansioso por entrometerse en los asuntos ajenos a cambio prácticamente de nada.
Hace falta cordura y sapiencia para salir de esta grave situación, algo que no abunda.
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