La otra cara del mercado. Parte II – Por Ricardo V. López

Por Ricardo Vicente López

Amigo lector, nuestro realismo humanista nos obliga a concentrarnos en la realidad del mercado: sus defectos respecto a la propuesta del ya citado doctor Ludwig von Mises (1881-1973), respecto del buen funcionamiento del mercado libre idealizado. Partiendo ahora de la cruda realidad del mercado capitalista, con el firme propósito de no distorsionar la realidad económica, debemos aceptar, mal que nos pese (y que les pese), que el mercado libre no es libre en tanto el dinero concentrado dicta las reglas de su funcionamiento, defendiendo el sagrado lucro correspondiente a cada inversor.

Definidas las empresas multinacionales o, más correctamente, trasnacionales en su papel dominante, estas son claramente uno de los factores ajenos que no deberían intervenir… pero intervienen y en qué medida. Sin embargo, en la mayor parte de los análisis teóricos sólo aparecen como una simple desviación o anomalía. Haciéndonos cargo de que ese tipo de empresas se presenta sólo donde el negocio es posible y apetecible. Por lo general son muy pocos los países en los que no operan. Allí donde se instalan imponen sus políticas de precios y de ventas, sus modos de comercialización y el estilo, denominémoslo universal, por el cual imponen gustos y modas.

Un ejemplo, casi de manual, son las cadenas de supermercados Walmart y las hamburgueserías Mcdonalds. Entre otras de las dificultades que causan donde se instalan es la falta de respeto por las leyes nacionales – condiciones laborales, salarios, pago de impuestos, condiciones de compra de insumos, etc.−. Todo ello denuncia claramente que su modo de operar en los mercados no se atiene a las variaciones de la oferta y la demanda, sino que imponen esos valores según su criterio. Más aún, determinan sus precios y actúan, por regla general, en forma monopólica u oligopólica. Dice Wikipedia:

«El origen de las actuales empresas multinacionales surgió a finales del siglo XIX, cuando un conjunto de empresas decidieron construir fábricas fuera de sus países de origen, con el objeto de disminuir los costes de transporte y evitar los fuertes aranceles establecidos a la importación de sus productos».

Un importante economista e investigador canadiense, John Kenneth Galbraith (1908-2006), profesor de la Universidad de Harvard, agrega un muy interesante comentario que aclara más lo ya visto. Su pensamiento no responde al estereotipo del economista estadounidense, por sus ideas críticas a la corriente imperante liberal de la economía ya las prácticas de sus pares:

«El comentador más conocido acerca del origen y consecuencias de las multinacionales es John Kenneth Galbraith, quien desde 1967 proclamó que la elevación al predominio de este tipo de empresas, a partir de las Segunda Guerra Mundial, tiene profundas implicaciones económicas, sociales y políticas. Entre otras, él postula que las multinacionales superan el problema del riesgo, central a las empresas tradicionales, lo que logran principalmente con las ventajas que poseen: por un lado, al estar en posición de obtener contratos de largo plazo en el área tanto de compraventa, como en las relaciones con otros países y, además, al expandir sus actividades al sector financiero».

Como consecuencia de todo ello, la libre competencia, tal como se escribe, se publica y se enseña, respecto de las concepciones clásicas, no responde a esa realidad, es más la ignoran totalmente. Entonces aparece un nuevo concepto denominado la competencia imperfecta como una simple deformación del modelo clásico. Si bien se dice que lo perfecto es sólo un modelo idea, cabe la pregunta ¿por qué se lo presenta de ese modo por el cual la realidad termina siendo una deformación de lo que debería ser. Por ejemplo, una condición de la competencia perfecta es la información adecuada e independiente, disponible para todos los concurrentes al mercado.

Sin embargo, como vimos, las empresas multinacionales distorsionan esa información a través del control de la publicidad en los diferentes medios. Debemos agregar acá que la información pública también está condicionada dado que los propietarios están estrechamente asociados a esos medios, como accionistas o como compradores de espacios de publicidad. Esto presenta, a su vez, otras dificultades. La doctora en Ciencias Sociales, Ana Wortman, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) e Investigadora del Instituto Gino Germani en el Área de Estudios Culturales, ha investigado la incidencia de la publicidad en nuestras sociedades:

«En nuestras sociedades resulta imposible pensar la vida sin publicidad, dependemos de ella para tomar  decisiones que hacen a la reproducción de la vida cotidiana. Estamos tan acostumbrados que los avisos publicitarios están naturalizados. Así, la publicidad contemporánea constituye la puesta en escena de la dinámica de las corporaciones transnacionales, como ATT, Unilever, Coca Cola, Shell, Colgate Palmolive, Gillette, las cuales forman parte de nuestras vidas».

No se puede negar, entonces, que este es otro modo de distorsión sobre el supuesto modo perfecto de funcionamiento del mercado, por su incidencia en las decisiones del comprador.

Los condicionantes del libre juego del mercado encuentran otra dificultad en el entrelazamiento de capitales que se mueven en distintos rubros pero que están asociados financieramente, es decir: sus accionistas aparecen en la producción, en el financiamiento y en la publicidad. El periodista y ensayista español, Pascual Serrano (1964), licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, publicó un libro que lleva por título: “La prensa ha muerto: ¡Viva la prensa!”. En él hace un repaso de este proceso en España, que es un iluminador botón de muestra de lo que sucedido a escala mundial:

Cinco años de crisis han logrado la desaparición de 284 medios en España. En el último año, la tasa de desempleo entre los periodistas aumentó en un 132%.  A ello se agrega el cada vez más íntimo maridaje entre medios de comunicación y finanzas, bien visible en los sillones de los consejos de administración. En Prisa figuran delegados y consejeros de Citibank, Liberty Acquisitions, Roche, Altadis, Banco Urquijo o BBVA. Tirar del hilo de las acciones de “El Mundo” implica llegar a la banca italiana (Unipol, mediobanca, Banco San Paolo) y a la industria del automóvil (Fiat y Pirelli). Además, las tendencias a la concentración y el oligopolio que se denunciaban en los 90 son hoy casi una broma. Tras las fusiones de Tele 5 con Cuatro y Antena 3 con La Sexta, Lara (Planeta) y Berlusconi (Mediaset) dominan el paisaje televisivo. En la radio, Prisa, Cope y Onda Cero controlan el 93% de la  publicidad del sector. El fenómeno de acumulación corporativa es mucho más acusado a escala global. El ejercicio de los 25 grupos mediáticos con mayores ingresos del mundo, publicado en marzo de 2014 por la consultora SNL Kagan, destaca en primer lugar a Liberty Global (con unos ingresos de 9.000 millones de dólares en 2013), seguida de 21st Century Fox (7.300 millones de dólares), Disney (6.636 millones de dólares), Time Warner, Viacom y CBS».

En España, no hay más que pronunciar la palabra “lobby” para que salten las alarmas. Profundos intereses de los grandes grupos empresariales, corrupción, tráfico de influencias y todo un entramado de relaciones que pasa desapercibido ante los ojos del ciudadano de a pie y que, se sospecha que son los que realmente determinan las leyes españolas. Sin embargo, el antiguo colaborador de Bloomberg TV y Punto Radio Juan Francés [[1]] se ha propuesto derribar todos estos mitos con ¡Que vienen los lobbies! El opaco negocio de la influencia en España (Editorial Debate), un ensayo que se centra en la función social de este tipo de grupos y que defiende una tesis clara: los lobbies pueden ser positivos, pero lo importante es que actúen con transparencia, algo que no ocurre en nuestro país.

 

[1] Ha desarrollado su carrera profesional en diferentes medios de comunicación: comenzó en el Diario de Cádiz (decano de la prensa española), pasó por el periódico financiero vespertino El Boletín, fue colaborador habitual con la emisora británica BBC, la revista Rolling Stone y otros medios para luego concentrar su actividad en el diario EL PAÍS.

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