La posible caída de Mali en manos de terroristas podría servir a otra intervención de Occidente

Por Andrew Korybko

El doble pretexto de aplastar el último califato del mundo y evitar otra crisis migratoria como la de 2015 podría ser suficiente para movilizar a la opinión pública en torno a una misión liderada por Francia para restaurar la influencia occidental en la región.

El Wall Street Journal advirtió recientemente que «Al Qaeda está a punto de tomar el control de un país», y escribió que el aliado local del grupo, Jamaat Nusrat al-Islam wal-Muslimin (JNIM), ha rodeado la capital, aislándola del suministro de alimentos y combustible. La inesperada escasez de estos últimos ha obstaculizado la capacidad de respuesta de las Fuerzas Armadas de Malí (FAM). Según su evaluación, JNIM espera replicar la toma del poder por parte de sus aliados afines en Afganistán y Siria, concretamente a través de su propia guerra de desgaste contra el Estado.

Las FAM no son ni mucho menos tan débiles como siempre lo fue el Ejército Nacional Afgano ni como finalmente se reveló el Ejército Árabe Sirio. Rusia les ha estado proporcionando armas, entrenamiento, inteligencia y apoyo logístico durante varios años, convirtiéndolas así en una fuerza a tener en cuenta. El problema es que Francia, Ucrania y, en cierta medida, la vecina Argelia, han estado respaldando a los separatistas tuaregs, considerados terroristas, que una vez más han formado una alianza impía con los islamistas.

Esto ha creado un espacio para que el JNIM se expanda por todo el país y también por la vecina Burkina Faso, que forma parte de la Alianza/Confederación Saheliana con Níger, que también se enfrenta a su propia insurgencia islamista, pero liderada por un aliado local del ISIS en lugar del rival JNIM de Al Qaeda. Este bloque de integración regional considera a Francia un Estado patrocinador del terrorismo, al que acusa desde hace tiempo de respaldar a una variopinta colección de grupos de este tipo en sus países, con la sospecha de que incluso apoya a los islamistas.

El efecto combinado de estas ofensivas terroristas (¿respaldadas por Francia?) ha sido desestabilizar el núcleo de los procesos de multipolaridad de África Occidental, la Alianza/Confederación Saheliana, y crear la posibilidad creíble (aunque aún lejos de estar asegurada) de que uno, dos o los tres miembros caigan en manos de los terroristas. Aunque todos ellos son socios militares de Rusia, siendo Mali el más importante, Rusia sigue llevando a cabo su especial operación militar y, por lo tanto, no puede llevar a cabo de forma realista una intervención similar a la de Siria en 2015 para salvarlos.

No obstante, se espera que los medios de comunicación adversarios culpen a Rusia de su posible caída para presentarla como un aliado poco fiable, llegando incluso a experimentar schadenfreude si los terroristas se apoderan de esta parte de África Occidental. En cuanto a ese escenario, sería un acontecimiento geopolítico importante no solo por su simbolismo, sino también porque estos Estados controlan algunas de las rutas de contrabando desde la poblada costa de África Occidental hacia Europa, lo que podría provocar una explosión de la inmigración ilegal y la infiltración terrorista.

Además, el precedente de la intervención militar de Francia en Mali para detener el avance de los separatistas tuaregs respaldados por los islamistas a principios de 2013, a petición de Bamako, sugiere que París podría intentar unilateralmente algo similar, pero quizás con un respaldo más directo de Europa Occidental y/o Estados Unidos. El doble pretexto de aplastar el último califato del mundo y evitar otra crisis migratoria como la de 2015 podría ser suficiente para movilizar a la opinión pública en torno a esta misión liderada por Francia para restaurar la influencia occidental en la región.

Asegurar el acceso a los recursos, los mercados y la mano de obra africanos tiene una gran importancia estratégica para Occidente, al igual que frenar el acceso de su rival sistémico, China, a los mismos. Sin embargo, el occidental medio no comprende la importancia de este objetivo, de ahí la necesidad de dejar que la región caiga en parte o en su totalidad en manos de los terroristas (y posiblemente ayudar a que esto suceda). Si lo hace, Occidente podrá poner en escena su última jugada de poder en el Sur Global, pero los costes no deseados podrían acabar superando los beneficios esperados.

Traducción al español para Geopolitika.ru
por el Dr. Enrique Refoyo
Fuente: https://orientalreview.su/

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