La Unión Europea queda como la estructura más poderosa del globalismo

Por Hughes

En las últimas horas, un hombre armado fue abatido cerca de la Casa Blanca y se reportaron ataques (un poco melancólicos) contra los Teslas de Elon Musk. Hay una mezcla de histeria locoide y desconcierto general en la oposición estadounidense a Trump.

El combate con sus enemigos, el viejo Partido Republicano, el Partido Demócrata, el Estado Profundo y los Legacy Media (medios tradicionales) de alguna manera se ha desplazado a Europa, cuyas élites son continuación de ese mundo derrotado (democrática y popularmente derrotado).

El discurso de Vance fue la presentación de un giro político. El diagnóstico era claro: el mundo había cambiado, el atlantismo también. ¿Seguirían las élites europeas ese camino?
La respuesta la estamos teniendo estos días.

La lucha entre Trump y el establishment de EEUU se traslada a Europa donde se declara una guerra feroz entre el globalismo eurócrata y su oposición política.

Macron, Starmer, Von der Leyen y compañía se aferran a la guerra de Ucrania y presentan planes de rearme y preparación. El cambio climático ya  no es el peor enemigo.

Estados Unidos gira en dirección contraria, pero las élites europeas deciden mantenerse en el mundo anterior. No a la paz con Rusia. Quieren la derrota de Rusia. Pero ¿es posible? Los propios americanos han renunciado a ello. Da lo mismo. Contra Rusia las élites viven mejor y condenan a sus poblaciones a un mundo embalsamado en la Guerra Fría. Europa como perpetuo lugar de enfrentamiento entre el atlantismo (sin Atlántico) y Rusia, algo hasta cierto punto comprensible, pues ¿qué sería de Francia y el Reino Unido sin esa fractura?

Trump pretende superar el error de la participación americana en Ucrania zanjando una paz estable para centrar su interés en nuevas preocupaciones: el Ártico, el comercio con Rusia (¿no era el comercio universalmente bueno?), su frontera, la moneda, China…

Pasemos página, viene a decir. Pero para Europa eso no es posible. Europa no puede avanzar. Europa está condenada a una parálisis ideológica, a una ortopedia institucional y a ser escenario de una eterna posguerra. La Segunda Guerra Mundial es el Harry Potter de los búmers, dijo alguien.

Seguirán estirando esa mitología, una polaridad tan fuerte y tranquilizadora que ordena psicológicamente el mundo, sobre el abuso de sus dos conceptos favoritos: «libertad» y «democracia».

Como intérprete último de esa cosmovisión queda la Unión Europea, que contra Rusia se quiere erigir en katechon, tan sovietizante y sovietizada con su Comisión-Politburo inelecta…

Se avisó hace años: quienes critiquen su poder expansivo serán xenófobos y nacionalistas, quienes critiquen la inmigración masiva, racistas… y quienes critiquen el rearme, el para bellum vertical, federal y dedocrático de Von der Leyen serán considerados aliados de Putin. Es decir: enemigos internos.

Lo que en Europa apuntaba es evidencia ya: menguante pluralidad, censura institucional, ideologización narcótica, burocratismo paralizante y hasta una doctrina Brezhnev a la europea por la cual se intervendrán o desestabilizarán los países que no acepten la doctrina imperial.

Para «defender la democracia», en Rumania se anulan las elecciones y se veta al candidato más popular. Democracia no son 77’3 millones de personas votando a Trump; democracia en Europa significa el degradado consenso entre la socialdemocracia wokizada y los democristianos a los que se le cayó lo cristiano. Esa Europa faro del mundo que no tiene problemas para recibir al presidente sirio o asistir sin mover un dedo al genocidio de cristianos en varios continentes.

Pero esto es Europa. Instituciones lejanas como estrellas muertas que irradian un virus de ideología e irrealidad. Esa sensación de impune disparate que tiene a Sánchez de alumno aventajado no precisamente caribeño sino europeo y muy europeo.

Viendo la prensa se percibe ya que el combate Trump-Demócratas ha saltado el charco. Hay una guerra existencial, fiera, a vida o muerte, entre los euroglobalistas y quienes amenacen su consenso. Empezando por su población, a la que esquilmarían o mandarían al frente.

Varoufakis ha  hablado de «keynesianismo militar». Podríamos decir que el aumento en gasto militar también es un inmenso fondo de reptiles. Si la capilaridad institucional de la OTAN se seca, ¿dónde se colocará toda esa gente altanera que pomposamente dice palabras que cuestan vidas?

La Unión Europea queda, en este momento crítico, como la estructura más poderosa del globalismo, algo temible porque es ahora cuando la UE da lo mejor de sí . No crece con democracia, crece con las crisis.  ¿Cómo van a dejar aprovechar Ucrania? EEUU quiere salir del error Maidán. Europa no.

Tras el discurso de Vance, la sensatez plantearía una reconsideración armónica con el giro americano. Pero sus élites, ciegas a todo, insisten y aprietan el acelerador. No tienen más que Putin, Putin, Putin… Les permite vestirse de Churchill, de De Gaulle, huir de la realidad, engalanarse de sentido histórico…

La guerra a costa de los ucranianos no solo les permitirá aumentar el gasto y reforzar su poder, también retorcer más el debate, «Preparar la guerra» es colocar al otro en una posición de enemigo interno. Los medios alcanzan la inversión total: Trump es extremista y los yihadistas moderados.

El consuelo es que todo esto puede tener resultados paradójicos. Contra esta élite, sí podría surgir una Europa real. Alistándonos contra Putin puede surgir la conciencia real y compartida de otro enemigo…

Europa será lo que sobreviva o resista a la Unión Europea. En la oposición al poder imperial creciente de la Comisión, los europeos pueden encontrar algo compartido, un impulso político común. No solo un club comercial. Tampoco la Europa de las Regiones bajo la estructura antinacional, sino la Europa de los pueblos, de las naciones con su historia distinta y viva.

Lo europeo político, si es posible, surgirá contra la Unión Europea. Contra ella descubriremos una idea de libertad europea. Pero hasta que eso sucede –si sucede–  las élites van a plantear un clima de guerra que ya está siendo civil.

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