Por Marcelo Ramírez
Los hechos que se están sucediendo en el mundo destacan la indiferencia en las sociedades occidentales sobre el futuro inmediato. Hay varias estrategias, como la Doctrina Sansón, que prevé el Estado de Israel para destruir con sus armas nucleares Medio Oriente y buena parte del mundo; el Ataque contra la Represa de las Tres Gargantas que medios rusos revelan como parte de un plan de última instancia taiwanés, en marcha. Otras más antiguas, como el Global Prompt Strike que idearon los Estados Unidos para atacar a Rusia sin que esta pueda responder con sus fuerzas nucleares, nos lleva a pensar qué está sucediendo. ¿Qué está pasando que Occidente se autodestruye y busca arrastrar a todos con él ante la indiferencia de todos?
Medios de comunicación, intelectuales, políticos, todos los actores de poder real ignoran estos hechos. La respuesta no es simple, pero está relacionada con un proceso de inferencia en la opinión pública. Los poderes fácticos que realmente controlan el mundo, aquellos que toman las grandes decisiones que luego implementarán los políticos, han establecido un proceso complejo de manipulación social con distintas características que han llevado al mundo hasta este punto.
Occidente sufre una debacle que se refleja en una gran decadencia cultural que lleva a que se implemente un plan metódico de destrucción social y en consecuencia, de los propios Estados. Es virtualmente una campaña de horadación de la sociedad cuyas raíces se encuentran en la distorsión de las bases del pensamiento de Antonio Gramsci, que era un comunista convencido que pensaba que para hacer una revolución socialista era necesario cambiar las matrices de pensamiento. Si se controla el mismo no hace falta la violencia, o debe ser menor, porque las masas apoyarán una revolución social. Por lo tanto, el marxismo cultural que se le atribuye es una inexactitud, no es marxismo, sino que es el liberalismo bajo otra piel y un poco de cosmética.
Las élites occidentales plutocráticas comprendieron el potencial de estas ideas y las despojaron de los elementos nocivos para sus intereses y utilizaron sus principios metodológicos para construir un proceso de ataque a sus sociedades y al mundo, Destruir los viejos esquemas limitantes a su poder era una empresa clave para extender su dominio. Los antiguos marcos ideológicos que daban valores éticos y morales estaban instalados en la consciencia de las masas por siglos de tradición y deberían ser cambiados para reemplazarlos por un marco nuevo. Un marco, por supuesto, a la medida de sus necesidades.
Yuri Bezmenov fue un ex agente de la KGB y experto en propaganda y subversión psicológica. Tras desertar de la Unión Soviética, se mudó a Occidente y se convirtió en un crítico acérrimo del comunismo y de las prácticas de la KGB. Se hizo conocido por sus conferencias y entrevistas en las que detalla los métodos de subversión utilizados por la Unión Soviética para debilitar y desestabilizar sociedades desde dentro. Los métodos que denunciaba explicaban cómo era el proceso de lavado de cerebro a escala mundial que permitiría al comunismo derrotar al capitalismo.
Bezmenov explicó que este proceso se lleva a cabo en cuatro etapas:
1-la desmoralización,
2-la desestabilización,
3-la crisis y
4-la normalización.
Haciendo eje en cómo las influencias culturales e ideológicas pueden tener un impacto profundo en una sociedad y en consecuencia, poder llevarla a su autodestrucción para luego poder tomar el control de ella.
Bezmenov explicó que la URSS buscaba luchar contra el capitalismo usando sus flancos morales, aunque se equivocó en no comprender que Occidente no era el paraíso que suponía, sino que algo que podía ser peor aún de lo que él detestaba. Como sucedió con Gramsci, sus ideas se usaron para otra cosa, en principio para una furiosa campaña macartista.
No obstante cuáles eran sus verdaderas motivaciones, tal vez una desilusión con su país, algo personal o simplemente pensó que transformarse en una herramienta de propaganda era algo muy redituable y podría vivir en condiciones privilegiadas.
No sabemos las motivaciones y solo podemos especular, pero su muerte en 1993 con apenas 44 años parece extraña. Especialmente porque no tenía problemas de salud y porque la noticia de su muerte pasó desapercibida, excepto para un pequeño diario local. Bezmenov había sido convocado en los grandes medios nacionales y murió en el olvido, si es que murió porque con este tipo de personajes es muy difícil saber la verdad.
Independientemente de lo expuesto, sus advertencias, cubierta de una espesa manta de propaganda, descubrían una metodología real en marcha. No podemos olvidar que la herramienta que se utiliza nunca no es buena ni mala, es solo una herramienta y sus cualidades dependen de su aplicación. Eso lo comprenden las élites y las usan en su favor. En su caso, el fin sí justifica los medios.
El proceso de destrucción social que describió les permitió a las élites reedificar a su antojo la sociedad luego de alcanzar la última etapa. Esto es algo muy importante para quienes creen que la batalla cultural es un tema menor y que los intereses inmediatos del pueblo deben ser atendidos en su lugar. Sin embargo, si se quiebra la sociedad, y su voluntad se manipula al capricho de los poderosos, el camino está libre para resetear valores y pensamiento. Esto significa el control de un futuro distópico al estilo 1984.
El objetivo es controlar la mente y el comportamiento de las masas, y quien trata de pensar es un disidente con un futuro sombrío. Recordemos que en la novela de Orwell, lo fundamental no era matar a quienes opinaban distinto, lo esencial era quebrarlos.
El ser humano es cuerpo, mente y espíritu, y su voluntad está sujeta a una base fisiológica determinante, por ello controlar las necesidades fisiológicas es un paso para controlar la mente. No se puede reflexionar en valores superiores sin comer.
Abraham Maslow fue un psicólogo que a mediados del siglo XX escribió un artículo llamado “Una teoría de la motivación humana”, en donde establecía que las necesidades pueden ordenarse en una jerarquía, con algunas necesidades, como las fisiológicas y de seguridad, en la base. Un ser más primitivo o básico no podía sortear estas etapas para encender a las necesidades sociales y del ego.
Los cuatro niveles inferiores conforman lo que se conoce como la pirámide de las «necesidades de deficiencia». Estas necesidades son fundamentales en el sentido de que su satisfacción no suele generar una sensación destacable, pero su carencia provoca ansiedad o malestar. El nivel más básico de esta pirámide lo ocupan las necesidades fisiológicas: alimentación, hidratación y descanso. Estas son esenciales para la supervivencia y el bienestar físico. El segundo nivel se centra en las necesidades de seguridad y estabilidad, valiosos para un sentido de protección y previsibilidad en la vida. El tercer nivel aborda la necesidad humana, ser amado, ser incluido y pertenecer, aspectos clave para el desarrollo emocional y social. Finalmente, el cuarto nivel se refiere a la necesidad de reconocimiento, prestigio y honor, que juega un papel importante en la autoestima y la identidad personal. Cada nivel representa una etapa esencial en la búsqueda del bienestar y la realización personal. El quinto nivel de desenvolvimiento, creatividad, autorrealización, es lo que permite ir más allá de uno mismo y desarrollar el potencial humano, permitiendo una sociedad mejor desarrollada.
Sobre esta base es que el desertor soviético explicaba las fases de la quiebra social de Estados Unidos de acuerdo a la Guerra Fría en que vivía. Las cuatro etapas mencionadas: desmoralización, desestabilización, crisis y normalización hoy siguen vigentes pero con otras modalidades.
La metodología de desestabilización que denunciaba la resume en el cuadro, allí podemos analizar las similitudes con los sucesos que hemos visto acontecer en las últimas décadas, y en especial en los últimos años, y sacar nuestras propias conclusiones sobre cuán errado estaba Bezmenov. Muchas de sus afirmaciones son indiscutiblemente comprobables hoy, aunque podemos ver sus aportes sobre el libremercado y otras cuestiones que caían bien en su audiencia.
Estados Unidos se encamina al abismo, eso es algo que ya todos sabemos y que difícilmente pueda escapar. Esa situación se produce no por cuestiones económicas, tecnológicas, industriales o militares, si bien es cierto que en todas esas áreas y muchas más se aprecia el declive pronunciado, el origen del problema es cultural. Lo que ha sucedido es el colapso de su sistema de valores, de sus estructuras sociales y ello es lo que precipitó esta situación finalmente.
Las cuatro etapas son las mismas, pero hoy las podemos identificar como el desarrollo de un mismo plan, pero que, a diferencia de lo que creía Bezmenov, no era el comunismo ni los soviéticos, sino las propias élites anglosajonas. Estas élites, una vez eliminado su enemigo soviético, se han encaminado para la implantación de un nuevo modelo de acuerdo a las necesidades propias. Hoy la tecnología exige un cambio de sistema y el modelo que están persiguiendo es algo que para implementarse requiere no solo docilidad, sino que las masas cambien sus valores.
Las cuatro etapas se han desarrollado desde los años 60, tal vez un poco más dilatadas que las que mencionaba Bezmenov. Las podemos detallar de la siguiente manera:
1) Desmoralización
La etapa de desmoralización propone erosionar ideas, estructuras y componentes de la vida. Las ideas a implementar cuentan con el apoyo de los medios de comunicación, entretenimiento, educación y la cultura.
Se reemplazan símbolos históricos por otros falsos. Héroes, patriotas o santos, inclusive, se reemplazan por ídolos problemáticos, conflictivos e ignorantes. El descenso cultural es palpable.
Se erosionan simultáneamente las instituciones. Fuerzas de Seguridad, Fuerzas Armadas, Justicia, Iglesia, etc. están bajo ataque. Nada en qué creer o confiar debe quedar en pie.
Cuestionamiento de los marcos tradicionales: familia, pareja, religión, historia, roles. Todo debe ser cuestionado.
Se modifica la historia nacional y se la reemplaza por una reescrita a la medida de los nuevos intereses.
Los viejos antagonismos, como el reparto de la riqueza, se sustituyen por conflictos nuevos creados a tal fin: LGBTísmo, feminismo, ecologismo, animalismo, racialidad, etc. Se instalan ideas que fomentan la confusión y la fragilidad: machismos tóxicos, victimismo irrelevante.
2) Desestabilización y bases para la anarquía
El objetivo es criminalizar con el discurso con la corrección política.
La libertad de expresión se cuestiona porque ofende.
Profundización de la destrucción, los valores familiares y culturales tradicionales para cambiar todo. Se implementan nuevas formas que tienden al aislamiento individual. Se promueve el egoísmo como sinónimo de libertad personal. Esto es la “deconstrucción” que muchos proclaman orgullosos.
Comienzan los procesos de desestabilización al instalar revoluciones de color, primaveras o candidatos aparentemente antisistemas, incapaces o peligrosos, de acuerdo a cada realidad.
Se siembran dudas sobre el resultado electoral con sistemas poco transparentes que generan dudas para quitar legitimidad. No importa tanto quien gane como que quien lo haga sea resistido.
Promover los enfrentamientos por disparidades de derechos (migrantes, mujeres, gays, etc., sobre el resto de la sociedad).
Enfrentar minorías a las que se les da poder entronizando a los individuos más agresivos y que generan más resistencia, con mayorías sin representación política.
Promocionar drogas, alcohol, vidas disipadas, la banalidad y superficialidad.
Endeudamiento individual y colectivo que condiciona y estresa.
Una sola voz con aparentes disidencias que no representen ambiciones y conflictos reales, sino los inducidos.
Oclocracia disfrazada de democracia, es decir, ignorantes y prejuiciosos al mando visible de los Estados.
Como resultado de la incertidumbre, desconcierto, confusión y enojo, se produce incapacidad de acción. Paralización y división.
3) Crisis
Finalmente, se desatan revoluciones, enfrentamientos, guerras, anarquía, guerra molecular.
Se obtienen razones para conculcar derechos de expresión e instalar gobiernos dictatoriales. Son la respuesta ante el desconcierto, el desastre y la propia anarquía. La sociedad pide la restitución de la seguridad y el orden.
Sin valores, sin tradiciones, con una sociedad culturalmente deconstruida, se instalarán gobiernos a la medida de las necesidades de las élites. La sociedad es incapaz de advertir el suceso.
4) la Normalización
Bezmenov utilizaba este término en forma irónica haciendo referencia a las invasiones soviéticas a Hungría y Checoslovaquia, sin embargo, es aceptable porque termina con los conflictos y permite la vida regulada. Se ha cambiado el sistema según las necesidades de las élites, las personas comunes agradecerán un mínimo orden para sus vidas. El miedo a la vuelta a la anarquía será suficiente disuasivo para que se acepten las nuevas normas.
Este último punto era el objetivo final, establecer una nueva organización en función del poder. Esta es la metodología que expone Bezmenov y las bases psicológicas que establece Abraham Maslow, a quien se lo ha criticado por reduccionista. Aun así, su aporte ayuda a comprender las razones que llevan al ser humano a comportarse como lo hace y sobre las bases en que trabajan para implementar el plan de deconstrucción.
Lo que vemos entonces en el mundo no es más que el fruto de ese proceso que impide reacciones saludables ante los planes belicistas de los gobiernos Occidentales. Mientras en los años 80, los europeos encabezados por los alemanes salían masivamente a las calles a protestar por los euromisiles (los Pershing II de Estados Unidos.) que los convertían en blancos de los misiles nucleares soviéticos, hoy los mismos están casi indiferentes ante el abismo nuclear al que los lleva la Unión Europea al enfrentarse con Rusia. Más aún, una demolición de su economía, con aumentos del precio de los alimentos, la energía y la vivienda que traerán una violenta recesión, tampoco ayudan a la toma de conciencia.
¿Qué moviliza aún a los europeos? Poca cosa, las paradas gays en el Día del Orgullo y poco más. Solo escapan los indignados en España, pero confundidos con ideas libertarias, como hoy se denominan a los liberales, quienes creen que el Estado es su enemigo y no el cerebro que lo controla.
El plan de destrucción ha cumplido las dos primeras etapas y avanza hacia la tercera a todo vapor. Están muy cerca de su objetivo y lo que mejor podemos hacer es alertar sobre ello. Necesitamos ser maduros, comprender el juego, ver lo estratégico sobre lo táctico, las cuestiones de fondo sobre las coyunturales.
Por supuesto que las necesidades básicas, las que están en la primera y segunda base de la pirámide de Maslow, son claves, sin ellas no hay más. A pesar de ello, tenemos que comprender el destino final porque si la iniciativa está en manos de las élites, siempre reaccionaremos apenas a sus políticas y lo haremos con retraso.
Las élites no son de izquierda o derecha, no se trata de la “izquierda” subvirtiendo nuestras naciones, sino de la élite globalista subvirtiendo nuestras naciones a través de agentes políticos de izquierda o derecha, da lo mismo que hagan ajustes en sus etiquetas para distorsionar o confundir.
Se requiere, entonces, una mente ágil y abierta para comprender el juego que varía regularmente. La mutación permanente es parte de la estrategia empleada, cuando conseguimos entender sus políticas y logramos que la sociedad comprenda y reaccione ante un hecho, ellos han dado nuevos movimientos y el desafío es otro. Si no sabemos cuál es el destino final que pretenden, nunca podremos anticipar sus movimientos y cambiar la iniciativa, por ello debemos valorar correctamente la guerra cognitiva, comúnmente llamada batalla cultural.
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