Los europeos se quedan sin defensa – Por Thierry Meyssan

Por Thierry Meyssan

Las numerosas reuniones de los últimos días en París, Londres y Bruselas sobre el futuro de la defensa del Occidente político han girado alrededor de que Estados Unidos decida retirarse, parcial o totalmente, de la alianza atlántica. El conflicto ucraniano, invocado como causa de esas reuniones, es sólo un pretexto que no interesa demasiado a los participantes.

Durante su primer mandato presidencial, Donald Trump se planteó la salida total de Estados Unidos de la OTAN. Pero al final, se conformó con obligar los demás miembros de la alianza atlántica a dedicar a sus presupuestos militares el 3% de su PIB. De esa manera, Donald Trump actuaba según sus principios “jacksonianos” [1] y apostaba por reemplazar la guerra por el comercio.

Lo que se planteaba en aquel momento era que cada miembro de la OTAN tenía que incrementar su aporte financiero a la alianza. Nunca ha estado claro cuánto aporta financieramente cada miembro de la OTAN pero sí se sabe que el aporte de Estados Unidos representa un 16% del presupuesto anual de la alianza y que son muchos los medios y posibilidades que sólo las fuerzas armadas estadounidenses son capaces de aportar a ese bloque militar. Tratando de esquivar un incremento de la contribución financiera de Francia a la alianza atlántica, el presidente Emmanuel Macron declaraba en aquel momento que la OTAN se hallaba en estado de «muerte cerebral» [2].

La situación actual es radicalmente diferente. El presidente Donald Trump tiene que reducir a toda costa los gastos del gobierno federal –Estados Unidos ha acumulado una deuda sencillamente astronómica y quedaría en bancarrota si sus acreedores exigieran el pago–. Como ya expliqué hace 2 semanas, «Trump estaría actuando de hecho como lo hicieron en su momento Yuri Andropov, Konstantin Chernenko y Mijaíl Gorbachov, quienes trataron de hacer un “control de daños” ante el derrumbe inminente del “imperio soviético” de Leonid Brejnev» [3]. O sea, como lo hizo Gorbachov con el Pacto de Varsovia, Trump va a retirarse de la OTAN y no seguirá aportando fondos a esa alianza.

Que Estados Unidos se retire de la OTAN como organización sin retirarse por completo de la alianza significa en la práctica que Estados Unidos renuncia a dirigir ese bloque bélico. Desde la creación de la OTAN, en 1949, la alianza atlántica ha estado siempre bajo las órdenes de un Supreme Allied Commander Europe (SACEUR o “Comandante Supremo Aliado en Europa”), que siempre ha sido un general estadounidense designado directamente por el presidente de Estados Unidos. El SACEUR actual es el general Christopher G. Cavoli, quien tiene además bajo sus órdenes todas las tropas y medios militares que Estados Unidos mantiene desplegados en Europa.

Esa es la opción que el presidente Trump parece haber privilegiado el 13 de marzo, cuando recibió en la Casa Blanca al secretario general de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte. En pocas palabras, Estados Unidos ya no sería el “jefe” de la OTAN sino un miembro más de la alianza, al mismo nivel que, digamos, Luxemburgo.

Pero, sin los medios de Estados Unidos en materia de inteligencia y de transporte militar, la OTAN perdería prácticamente todas sus posibilidades de intervención. De hecho, el bloque atlántico ya no sería más que un grupo de pequeños ejércitos incapaces de salir cada uno de los límites de su territorio nacional.

¿Qué significa una “defensa europea”?

Al inicio de la guerra fría, el objetivo del Reino Unido y los Estados Unidos, que dirigían el conjunto de la alianza atlántica, era coordinar a sus aliados europeos para enviarlos a luchar en la península de Corea. Eran los tiempos de la “Comunidad Europea de Defensa” (CED), un proyecto que los patriotas franceses, o sea la unión política de los gaullistas y los comunistas, lograron echar abajo en 1954. Los anglosajones crearon entonces la “Unión de Europa Occidental” (UEO), cuyo papel consistió esencialmente en organizar el rearme alemán.

Durante la reunificación alemana, en 1991, el Tratado de Maastricht convirtió la Comunidad Económica Europea en la actual Unión Europea. Los países miembros de la Unión Europea tienen ahora una “Política Exterior y de Seguridad Común” (PESC). Sin embargo, a pesar de la creación del “Eurocuerpo” –para evitar que los países de Europa volviesen a enfrentarse militarmente–, durante las guerras en Yugoslavia, Alemania apoyaba a Croacia mientras que Francia sostenía a Serbia.

Pero en diciembre de 1998, en la reunión de Saint-Malo, Reino Unido aceptó la idea de instaurar una defensa europea independiente de la OTAN. Días después, la UE agregaba a su “Política Exterior y de Seguridad Común” (PESC) una “Política Común de Seguridad y de Defensa de la Unión Europea” (PCSD) y la ponía en manos del español Javier Solana… ex secretario general de la OTAN. A partir de entonces, la Unión Europea se consideraba en condiciones de organizar, por propia iniciativa, sus propias operaciones de “mantenimiento de la paz”.

En 2003, al final de la segunda guerra del Congo, cuando milicias rivales luchan entre sí, el entonces secretario general de la ONU, el ganés Kofi Annan, lanza un llamado al que la Unión Europea decide responder. Se inicia así la “Operación Artemis”, con la participación de más de 2 000 militares de 18 países –en realidad Francia aportó casi el 80% de los soldados.

Después de la “Operación Artemis”, Francia, Reino Unido y Alemania proponen la creación de la “Agencia Europea de Defensa” (AED), encargada del desarrollo de las capacidades militares, de investigación militar y armamento de los países europeos. Siguiendo esa idea, el Tratado de Lisboa de 2009 crea el “Servicio Europeo de Acción Exterior” (SEAE), encargado de manejar los elementos civiles y militares a la disposición de la Unión Europea para enfrentar las crisis [A pesar de ser esa su misión real, el SEAE se presenta en público como un órgano diplomático]. En 2015, a raíz de los atentados cometidos en París –orquestados por Turquía [4]– Francia invoca la cláusula de defensa mutua de la UE, el Artículo 42.7 del Tratado de Lisboa.

En 2016, cuando Reino Unido se separa de la Unión Europea, la Alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la italiana Federica Mogherini, propone una “Estrategia Global para la Política Exterior de Seguridad de la Unión Europea” (SGUE, también denominada “Estrategia Global de la Unión Europea”). Al año siguiente (2017) se activa la “Cooperación Estructurada Permanente” (CEP o PESCO), prevista en el Tratado de Lisboa. La CEP incluye la creación de un “núcleo duro” de varios Estados alrededor de varios proyectos que deberían concretarse como complemento de ciertas acciones comunes. Simultáneamente se crea un “Fondo Europeo de Defensa” para financiar esta cooperación reforzada.
Con el conflicto en Ucrania, donde la Unión Europea toma partido contra Rusia, alineándose junto a los nacionalistas integristas ucranianos, todo se acelera: Bruselas asigna decenas de miles de millones de euros a la producción de armamento para el régimen de Kiev. Simultáneamente, la OTAN coordina los ejércitos europeos alrededor del campo de batalla para recoger datos de inteligencia militar y aportar ayuda a las tropas de Kiev. La reelección de Donald Trump en Estados Unidos da al traste con todo este montaje.

¿Qué opciones les quedan a los europeos de Occidente?

Cuando ciertas potencias europeas –sobre todo Francia, Alemania y Dinamarca, pero no Polonia, las repúblicas bálticas y Rumania– percibieron que Estados Unidos abandonaba a los nacionalistas integristas ucranianos y se preparaba para llegar, por separado, a un acuerdo de paz con Rusia, los líderes europeos de Occidente (incluyendo a los de Reino Unido, que ya no es miembro de la Unión Europea) se vieron súbitamente ante sus propias responsabilidades.

En las reuniones improvisadas últimamente en París, Londres y Bruselas se elaboró un plan tendiente a prevenir el caos ante una repentina retirada de las tropas estadounidenses estacionadas en Europa. Todos los participantes coincidieron en que:
1) sus países tendrían que dotarse del armamento que actualmente no tienen
2) y que tendrían que formar más militares.
Es importante tener en cuenta que eso exigiría entre 5 y 10 años de trabajo e inversiones antes de que se vean los primeros resultados [5].

Por el momento, los dirigentes europeos de Occidente ven todos, o casi todos, a Rusia como un peligroso enemigo potencial. Pero, el hecho es que no existe peligro alguno de que veamos a Rusia invadir a sus vecinos.

De hecho, la Federación Rusa no ha “invadido” Ucrania, sino que sólo ha iniciado una «operación militar especial» contra los nacionalistas integristas ucranianos, en aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU.

Sí existen actualmente los siguientes peligros:
que Polonia decida invadir la Galitzia oriental –actualmente ucraniana–;
que Rumania decida invadir Moldavia y
que la República Spreska decida separarse de Bosnia-Herzegovina e incorporarse a Serbia [6].

También se plantea el difícil interrogante de saber quién encabezaría una coalición para “defender” a Ucrania de Rusia. Francia y Reino Unido, las dos únicas potencias nucleares de Europa, se disputan ese puesto.

Pero todos olvidan que tener la bomba atómica no sirve de nada sin una defensa convencional creíble. Dicho claramente, la ventaja que París y Londres creen tener es inexistente, tanto para sus países como para sus aliados europeos.

En todo caso, Rumania ya hizo saber que no le interesa el “paraguas nuclear” que Francia propone a Europa [7], lo cual quiere decir que prefiere seguir contando con el de Estados Unidos. Mientras tanto, en Londres, buena parte del personal del ministerio británico de Exteriores estima que es inútil hacer castillos en el aire y que sería mejor concentrarse en establecer una alianza con China frente a Rusia.

Tenemos que recordar que la Comisión Europea de hoy es la lejana heredera de la Alta Autoridad de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). De hecho, la presidente de la Comisión Europea de hoy, la alemana Ursula von der Leyen, da continuidad a la política de su predecesor y compatriota, Walter Hallstein. Ese alto funcionario europeo fue el jurista que en los años 1930 concibió el proyecto del Neuordnung Europas (Nuevo Orden Europeo) para el entonces canciller alemán Adolf Hitler.

Hoy, la señora von der Leyen trata de crear un ejército europeo para asumir la defensa de la Unión Europea. Pero esa visión tiene todavía menos posibilidades de llegar a concretarse que las del presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro británico Keir Starmer. ¿Por qué? Porque es imposible hacer una OTAN… sin los medios de la OTAN.

[1Referencia a Andrew Jackson, el 7º presidente de los Estados Unidos de América (1829-1837).

[2Emmanuel Macron warns Europe: NATO is becoming brain-dead”, The Economist, 7 de noviembre de 2019.

[4«El inconfesable proyecto de creación de un seudo Kurdistán», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de diciembre de 2015; «Amenaza de Erdogan contra la Unión Europea», por Recep Tayyip Erdogan, Red Voltaire, 18 de marzo de 2016; «Turquía reivindica el baño de sangre de Bruselas», por Savvas Kalenderides, Red Voltaire, 24 de marzo de 2016; «El “terrorista del sombrero” es informante de los británicos», Red Voltaire, 28 de junio de 2016.

[5European military powers work on 5-10 year plan to replace US in Nato”, Henry Foy y Ben Hall, Financial Times, 20 de marzo de 2025.

[6«La posición de la República Srpska sobre la actual crisis constitucional en Bosnia-Herzegovina», por Zeljka Cvijanovic, Red Voltaire, 6 de marzo de 2025.

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