No es una dictadura, estúpidos (la democracia también puede ser totalitaria) – Por Juan Manuel de Prada

No es una dictadura, estúpidos
Por Juan Manuel de Prada

Se lo hemos escuchado a los lidereses y lideresas más bragados de la derecha, sacando pecho. Pero también sacaba pecho aquel valentón cervantino que calaba el chapeo, miraba de soslayo y requería la espada. Sorprende, en primer lugar, que, para denunciar los manejos del partido de Estado en conjunción con ‘indepes’ y otras finas hierbas, se invoque la ‘dictadura’, que en el subconsciente popular –después de casi medio siglo de machaque sistémico y sistemático– se asocia indefectiblemente a la franquista, presentada además por la izquierda como fuente nutricia de la derecha española, para acoquinarla y traumatizarla. ¿De veras, para caracterizar la forma política que esta investidura proclama orgullosa, hace falta recurrir a la ‘dictadura’? ¿O más bien se trata de una distorsión cognitiva y un acto fallido freudiano?

De una forma muy elemental (pero rigurosamente cierta) se lo explicó Yolandísima a la derecha desde la tribuna parlamentaria: «En una dictadura los opositores estarían en la cárcel, no sentados en el Congreso. Y no estarían recibiendo financiación pública, como la reciben ustedes». En efecto, así es. Y si los partidos de la oposición están sentados en el Congreso y recibiendo una opípara financiación pública es porque nos hallamos en una democracia como la copa de un pino; aunque, desde luego, sea un pino con procesionaria. He aquí lo que deberían denunciar esos políticos de la derecha tan aguerridos, si no fuera porque las premisas de su pensamiento (perdón por la hipérbole) son las mismas que convienen a la izquierda.

En su célebre clasificación de las formas de gobierno, Aristóteles no nos dice que la democracia sea buena y la dictadura mala; nos dice que todas las formas de gobierno pueden ser buenas o malas según cuál sea su objeto. El objeto de un gobierno sano es la consecución del bien común; y el objeto de un gobierno perverso es la consecución de intereses particulares, que es lo que pretende el doctor Sánchez concediendo la amnistía a los ‘indepes’. A esta perversión se suma otra que nuestra derecha aguerrida tampoco tiene arrestos de señalar. Afirmaba Ortega que «la democracia exasperada y fuera de sí es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad». Y esto ocurre cuando la democracia deja de ser ‘forma de gobierno’ que asegura la participación del pueblo en las instituciones, para transformarse en ‘fundamento de gobierno’ o sucedáneo religioso donde se asume que la aritmética de las mayorías parlamentarias establece lo que es justo y lo que es injusto, mediante leyes sin discernimiento moral alguno que lo mismo apiolan niños en el vientre materno que amnistían delincuentes. Como señalaba Malraux, esta voluntad de regular sin discernimiento moral es lo que caracteriza al totalitarismo. Porque la democracia también puede ser totalitaria.

Súmese a ello que las mayorías parlamentarias que determinan a su gusto lo que es justo y lo que es injusto están usurpando la representación política y haciendo con los votos que reciben lo que les sale de la pepitilla, como acaba de hacer el doctor Sánchez con los votos de sus adeptos, a quienes prometió hasta el aburrimiento que no habría amnistía. Así se llega a esa estación última de la democracia que describe grandiosamente Tocqueville: «Bajo el gobierno absoluto de uno solo, el despotismo, para llegar al alma, golpeaba vigorosamente el cuerpo; y el alma, escapando a sus golpes, se elevaba gloriosa por encima de él. Pero en las repúblicas democráticas la tiranía deja el cuerpo y va derecha al alma. El amo ya no dice: ‘Pensad como yo o moriréis’, sino: ‘Sois libres de no pensar como yo. Vuestra vida, vuestros bienes, todo lo conservaréis, pero a partir de ese día seréis un extraño entre nosotros. […] Os dejo la vida, pero la que os dejo es peor que la muerte’».

Esto es lo que la derecha aguerrida debería denunciar, si sus castraduras mentales se lo permitieran. Pero, claro, la derecha piensa que la democracia siempre es buena, siempre es santa, siempre es relimpia y no le huelen los sobacos; piensa –como el bobalicón de Maritain– que «con la democracia la Humanidad ha iniciado el único camino auténtico». ¡Pobres lidereses y lideresas derechosos! Si en verdad deseáis algo más que seguir aparcados como muebles en el Congreso mientras vuestros partidos reciben una opípara financiación pública, tened el coraje de denunciar estas perversiones democráticas. Y, si no tenéis valor, dejad de martillearnos con vuestras aspaventeras distorsiones cognitivas y callad para siempre, que la mamandurria ya os la asegura el democratísimo doctor Sánchez.

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