Por Ricardo Vicente López
En un sentido, un tanto restrictivo –que no comparto— propio de las escuelas adoradoras de la tradición ateniense, que dieron lugar a un modo de concebir la Modernidad, éste tiene una estrecha mirada centroeuropea—, de allí que sea habitual afirmar que:
«El pensamiento es la gran apuesta de Occidente, el gran invento griego. El pensamiento, el logos, nació como la capacidad que el hombre tiene por medio de su razón y su crítica de entender el mundo y ordenar el Estado. Es el milagro griego».
Adjudicarle con exclusividad a la tradición ateniense el origen del pensamiento es una postura típica de la modernidad de Europa. Incluye el menosprecio a otras culturas anteriores y de un gran significado para la configuración de la vertiente occidental. Es el resultado de un modo de concebir la Modernidad europea que construye de este modo un pasado noble. ¡No se deben olvidar tradiciones de pensamiento como la china, la egipcia, la india, la semita, etc.! Aquí es donde quedan al desnudo las prédicas de las cátedras que pecan de un etnocentrismo o eurocentrismo pernicioso y excluyente, pero siguen siendo interesantes otras aseveraciones que analizaré. Como ejemplo de lo que estoy sosteniendo, vaya este parrafito:
«Grecia es el origen de la civilización frente a la barbarie. Porque el logos, la razón, el pensamiento, sustituyeron el poder de la superstición, al poder del más fuerte, a la tiranía,… El logos nos permitió entender el mundo, explicarlo desde la razón, comprender las fuerzas que lo gobiernan. Y ello nos hizo libres, tanto de la tiranía del mundo, como de la tiranía política de aquellos que utilizaban la ignorancia del mundo para inventar mitos y supersticiones que no tienen otro objetivo que el dominio y la explotación del hombre».
No me extenderé mucho, porque volveré más adelante sobre el tema. Sólo diré algunas cosas. La confrontación de conceptos como civilización y barbarie [[1]] es una herencia de los iluministas del siglo XVIII que hoy es ya difícil de sostener. Denuncia la mirada de la superioridad europea sobre los pueblos de la periferia. Otro tanto puede decirse al calificar las tradiciones de esas culturas como supersticiosas cuyo objetivo fuera “el dominio y la explotación del hombre”. ¿Se olvida de la esclavitud griega, por una parte? ¿Dónde coloca la riqueza de los mitos que tanto dicen sobre la sabiduría antigua, por otra? ¿Dónde colocar a la esclavitud en Occidente?
A pesar de ello, debemos compartir la importancia de la herencia helena, aunque no fue ella la única que enriqueció la cultura occidental. Sin embargo, podemos acompañar este argumento:
«Por eso la filosofía es un saber necesario que nos permite una unificación del hombre y el mundo, que nos aporta un sentido dentro del mundo y la sociedad. Un saber que va más allá de lo obvio, de las apariencias y de las meras opiniones. De ese mundo salimos porque nos sacó la filosofía».
La filosofía es irreemplazable como iluminación del pensamiento hacia modos ordenados, sistemáticos, críticos. Nos ayudan a profundizar sobre los temas y problemas del hombre, que despejan la palabra de cargas distorsionantes tras la búsqueda de la verdad. Que puede estar al alcance humano, y es una tarea del espíritu de nuestra época a la que no se debe renunciar. El llamamiento adquiere mayor importancia ante la denuncia de los intentos de apartar esa disciplina de la enseñanza escolar:
«Y a ese mundo nos hemos empezado a dirigir en las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI. Por eso, el ataque de la barbarie neoliberal es el anuncio de la eliminación de la filosofía. Y por eso nuestra crisis es filosófica y de ahí que sea absolutamente urgente su recuperación. Porque la filosofía es libertad y lucha contra la tiranía de cualquier orden y la recuperación de lo humano del centro del pensar, tema que ha quedado en manos de la teología».
Las propuestas de modificación de los contenidos de la enseñanza, que avanzan en Europa, e intentan extenderse como un nuevo instrumento de la globalización, también están detrás de unos cuantos planes de estudio que rondan los gabinetes ministeriales de Latinoamérica. Esto le otorga a esta denuncia una importancia que no debe menospreciarse. El imperio del pensamiento lineal-técnico es una necesidad del imperio global para desterrar el pensamiento crítico que cuestiona el orden imperante.
Es rescatable la muy interesante postura del Profesor Juan Pedro Viñuela Rodríguez, que merece que nos detengamos para su análisis: coloca la filosofía como un modo del pensamiento que debe estar necesariamente ligado a la política, entendida ésta en su sentido aristotélico (ciencia de la polis). Leamos:
«Quiero sostener aquí que existe una relación necesaria entre la barbarie y el fin del pensamiento o de la filosofía. Y quiero decir que nuestra crisis económica, ya larga, tiene sus orígenes más lejos todavía, pero hace cuatro décadas se tomó como decisión seguir un modo de pensamiento que después, con el tiempo, se ha ido perfeccionando. Y que ese modo de pensamiento llevaba aparejado el fin del pensar mismo en libertad y con el compromiso con los desamparados del mundo. Y eso es en lo que nos encontramos ahora. La crisis europea es una crisis del pensamiento, de la filosofía que sostiene y estructura nuestra visión del mundo y le otorga valores a través de los cuáles se producen y vertebran nuestras relaciones con los demás y con el propio mundo. Por tanto, es una crisis filosófica y ética».
En este párrafo, propone una definición más acotada de barbarie [[2]], que aceptaré como referencia al intento de eliminar la libertad de pensamiento, para poder avanzar en el análisis de este tema que considero de una gran importancia. El neoliberalismo, como proyecto de imponer un modo de pensar definido con estas palabras: «Hay un solo tipo de problemas y un único modo de solucionarlos» (denominado “pensamiento único”).
Pretendió cerrar todo intento de debates por inútiles, ya que todas las ideas políticas habían caducado [[3]] con la caída del Muro de Berlín [[4]], como hecho paradigmático. A la pretensión de imponer ese pensamiento —que era, en realidad, la negación del pensamiento— sólo puede dársele combate desde las trincheras filosóficas. Porque así define lo que debemos afrontar:
«En el fondo, obedece a una falsa filosofía y a una falsa ética que nos llevan a la barbarie. Es decir, la pérdida de la ciudadanía, la libertad, los derechos y la caída en la sumisión y el vasallaje. Es eso lo que se ha iniciado hace unos años y es esto lo que se refleja en la eliminación de la filosofía y la ética en los planes de estudio que se quiere promover. La ley es una consecuencia directa de esa falsa filosofía, la filosofía del mercado y de la reducción de los valores a los del consumo, el éxito, la fama, el tener, el hedonismo superfluo, el egoísmo ramplón y la inconsciencia de pertenecer a la polis, al Estado. Es decir, la falta de pensamiento y de ética».
El resultado de un modo de vivir y pensar impuesto por la globalización: la filosofía del Nuevo Orden Político requiere, como segundo paso, eliminar de los ámbitos educativos la existencia de prácticas sociales aptas para abrir el cuestionamiento. Se debe evitar, desde esta postura, la presencia de docentes que introduzcan “ideas extrañas, subversivas de las cabezas de los alumnos”. Es clara la intención de evitar el debate, a partir de las ideas que algunos textos clásicos puedan aportar. Todo ello debe ser imposibilitado para no generar grietas en el proyecto de adoctrinar en el pensamiento único. Se requiere un alumno dócil, sumiso, sin preguntas. Por ello se apunta a la capacidad de pensar que la filosofía ofrece:
«Por eso, no ha de extrañar que sea en un momento de déficit absoluto de la democracia cuando se plantea la eliminación de la filosofía. Se pretende eliminar que ese fuego de pensamiento pueda hacer renacer una democracia sana, que no esté secuestrada por los poderes económicos, mediáticos, políticos… La democracia aparece en Grecia de la mano de la filosofía, y la filosofía se desarrolla en Grecia dentro del ámbito político de la democracia. Democracia es diálogo. El logos, la razón debe ser lo que se tenga en común».
Creo que empiezan a quedar más claros algunos temas: la democracia, la filosofía, el debate, la argumentación fundada, en otras palabras, la necesidad de la filosofía para la liberación de un ciudadano que sea dueño de su destino.
[1] Se puede consultar mi trabajo: Civilizados y bárbaros en la página www.reflexion-politica.com.ar para un análisis más detallado de este tema.
[2] Sin olvidar que, en su origen aristotélico, la palabra fue una helenización del sonido de las voces semitas: llamaba bárbaros a los pueblos que no hablaban el griego, sin otra connotación.
[3] Esto según la derecha estadounidense y los Think Tank (tanques de pensamiento ideológico) Lanzados al mundo por Francis Fukuyama con si libro El fin de la Historia y el último hombre (1992).
[4] La caída del Muro en Berlín Oriental (1989), fue una revuelta popular acaecida en la Alemania Oriental, como consecuencia quedó liberado el tránsito con los sectores estadounidense, británico y francés.
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