Por Marcelo Ramírez
La aparición del misil ruso Oreshnik ha sacudido los cimientos de la estrategia militar global, generando asombro, escepticismo y preocupación en partes iguales. En un contexto donde las palabras y los misiles van de la mano, el patriarca Kiril de Rusia subrayó el papel de los cristianos como guerreros del Señor, llamados a resistir el mal y defender altos valores morales. Este mensaje, profundamente ligado a la postura de Rusia como bastión contra el globalismo, marca el tono de una estrategia que va más allá de lo militar.
El Oreshnik, que significa “avellano” en ruso, no es solo una nueva arma en el arsenal de este país; es una pieza estratégica que podría alterar profundamente el equilibrio de poder. Este misil hipersónico de alcance medio parece haber sido diseñado para llenar un vacío dejado por los acuerdos internacionales de la Guerra Fría, que prohibían misiles de esta categoría. Hasta ahora, las armas de Rusia capaces de alcanzar Europa eran intercontinentales, lo que suponía un riesgo de escalada hacia una guerra nuclear total. El Oreshnik cubre ese espacio crítico, ofreciendo a Moscú la capacidad de golpear con precisión quirúrgica objetivos clave en Europa sin provocar una conflagración global.
Este misil no es un simple avance tecnológico. Su combinación de velocidad hipersónica, capacidad de maniobra y una precisión extraordinaria lo coloca como un verdadero “game changer” en el escenario geopolítico. Las primeras informaciones indican que puede alcanzar objetivos a 5.000 kilómetros de distancia, lo que lo convierte en una amenaza directa para cualquier capital europea. Además, su diseño balístico cuasi maniobrable lo hace extremadamente difícil de interceptar por los sistemas defensivos de la OTAN.
Las especulaciones sobre su tecnología han sido amplias. Se ha mencionado que podría incorporar láseres o microondas de alta potencia, capaces de neutralizar objetivos sin las explosiones típicas. Estas innovaciones permitirían destruir búnkeres, centros de mando y arsenales estratégicos con daños colaterales mínimos. También se habla de ojivas cinéticas, termobáricas o incluso nucleares, cada una diseñada para objetivos específicos. Un detalle particularmente intrigante es la aparente capacidad del Oreshnik para atacar instalaciones subterráneas sin causar daños significativos en la superficie, algo observado tras el ataque a un complejo militar-industrial en Ucrania.
El desarrollo de esta arma surge como respuesta a las limitaciones impuestas por tratados internacionales que prohibían misiles de alcance medio, dejando a Rusia en una posición vulnerable frente a Europa. La reintroducción de esta capacidad no solo equilibra el poder, sino que redefine las reglas del juego. Occidente, en cambio, ha reaccionado con posturas divididas. Mientras algunos minimizan la importancia del Oreshnik, calificándolo de propaganda rusa, otros reconocen su potencial para cambiar la dinámica del conflicto.
Vladímir Putin, al anunciar la incorporación del Oreshnik, dejó claro que esta arma no será utilizada indiscriminadamente. Dispararla contra objetivos menores sería, en sus propias palabras, “como matar gorriones con cañones”. Sin embargo, su reciente declaración sobre la posibilidad de atacar centros de decisión en Kiev con este misil subraya el nivel de seriedad que Moscú atribuye a esta herramienta. Rusia parece estar enviando un mensaje claro: la paciencia tiene un límite, y el uso del Oreshnik es una advertencia para que Occidente no cruce líneas rojas, como la entrega de armas nucleares a Ucrania.
El impacto del Oreshnik no se limita al campo militar; también ha expuesto las fracturas internas en la estrategia occidental. Mientras algunas facciones en Estados Unidos y Europa buscan evitar una escalada, otras parecen empujar hacia un conflicto directo. La situación en Ucrania añade una capa adicional de complejidad, con Zelenski enfrentando una crisis de legitimidad y apoyo popular en declive.
El Oreshnik representa más que un avance armamentístico; es un símbolo de la nueva realidad geopolítica. Rusia ha demostrado que posee los medios para alterar las dinámicas globales, pero el verdadero desafío será si esta demostración de fuerza conduce a una negociación seria o si simplemente acelera el camino hacia un conflicto mayor. En este momento, la advertencia está lanzada, y el mundo espera con incertidumbre las próximas jugadas en este tablero estratégico.
Fuente: https://www.youtube.com/live/tH9RbdNyUdk
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