Por Juan Manuel de Prada
Habría sido muy aleccionador que el doctor Sánchez hubiese convocado elecciones, tras el episodio cerdoso que tan entretenidos nos ha mantenido durante las últimas semanas. Seguramente, el partido de Estado habría cosechado otra victoria; y, en el muy dudoso caso de no haberla logrado, enseguida la derecha se habría encargado de crear las condiciones necesarias para asegurar su rápida recuperación, según el papel de tonto útil que le encomienda el Régimen del 78. De momento, ya tenemos a Feijóo dispuesto a desempeñar ejemplarmente ese papel antes de que se le pase el arroz, como quien espera a Goriot.
Pero, a falta de una convocatoria de elecciones, hemos podido disfrutar de episodios encantadoramente chuscos, como el nombramiento con freno y marcha atrás de ese tal Salazar, amiguete del doctor Sánchez, a quien sus compañeras han acusado de baboso y sobón. Resulta de una conmovedora hipocresía que ahora las palomitas del palomar sociata se pongan tan escrupulosas y tiquismiquis, como si los partidos políticos no fuesen follódromos donde se hace carrera poniendo toda la carne en el asador. Así ha sido siempre, a derecha e izquierda; no hay requisito más indispensable para la promoción en estas organizaciones criminales que el paso por la piedra de moler. Pero se ve que el tal Salazar era hombre que, después de la molienda, se llamaba a andana, o a lo sumo empleaba a las molidas como cibera, despertando en ellas el cornezuelo del despecho, que a la postre ha soltado sus esporas en medio del comité federal del partido de Estado.
Así se ha chafado la hipocritona pacatería con la que el doctor Sánchez pretendía embaucar a sus adeptos. Poco antes, había anunciado una reforma del (risum teneatis) ‘Código Ético del Partido’ por la que el «consumo [sic] de servicios sexuales a cambio de remuneración» se considera una «falta muy grave», incompatible con la militancia socialista. Desde luego, para hacer un anuncio semejante cuando uno es yerno de la rufianería, hay que tener una jeta de fesldespato. Pero nada tan lógico como castigar severamente a los militantes del partido de Estado que recurran a la prostitución; pues es propio de imbéciles andar aflojando la guita, cuando se dispone de un follódromo casero abierto las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, donde siempre hay mozos y mozas del partido deseando echar los dientes en el oficio del medro y el tráfico de influencias. De este modo, en lugar de andar desaprovechando recursos, se revierten al partido, favoreciendo la promoción interna.
Muchas veces nos preguntamos qué tipo de mentes de ameba pueden tragarse todas estas burdas socaliñas que los partidos políticos urden para engañar al rebaño de sus adeptos. Cuando caiga el Régimen del 78, la labor de recomposición social será tan ardua e improbable como la evolución de las especies. Pues convertir a las amebas en seres humanos, según nos enseña Darwin, lleva millones de años.
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