
Por Juan Manuel de Prada
Han sido muy variadas las apologías y diatribas que se han publicado durante la pasada semana en defensa y vituperio de David Alandete, corresponsal de ABC ante la Casa Blanca, quien osó preguntar a Trump si estaba considerando alguna medida, después de que el Gobierno español hubiese «pedido una exención» en el objetivo de gasto militar acordado por los países miembros de la OTAN.
Resulta desquiciante que la pregunta de Alandete provocase la reacción airada de los ministrillos del doctor Sánchez, así como de los palmeros a su servicio, que acusan a Alandete de «provocar» a Trump (como si Trump necesitase «provocadores» para largar por esa boquita que Dios le ha dado). La misión de un periodista español no es otra sino inquirir y tratar de conocer la verdad sobre cuestiones relevantes para los españoles, por incómodas que resulten. Pero entre los vituperios recibidos por Alandete, tanto entre los ministrillos del doctor Sánchez como entre los palmeros que le ensalivan el bálano desde las tribunas periodísticas, advertí que tartufescamente se le tildaba de «antipatriota», por formular preguntas que provocaron críticas públicas de Trump al Gobierno español. Me resultó estrafalaria esta acusación, sobre todo por proceder de gentes que habitualmente desprecian el patriotismo y sus símbolos, por considerarlos un «subterfugio burgués». Aunque sea a toro pasado, quisiéramos añadir una reflexión en torno al «patriotismo» que se debe exigir a un periodista.
Santo Tomás consideraba que el amor a la patria era una expresión de la piedad que nos merece la tierra en la que hemos nacido; y, por extensión, las personas con las que compartimos una existencia común. Un corresponsal patriótico tendría, por ejemplo, la obligación de averiguar la verdad sobre los asuntos sobre los que informa, aunque cumplir con tal obligación le cueste ser denigrado o estigmatizado; pues no hay prueba mayor de piedad hacia aquellos con quienes compartimos una existencia común que alumbrarlos y sacarlos de la ignorancia en que se hallan. Un corresponsal antipatriótico, por el contrario, tendería a disfrazar la verdad con veladuras patrioteras, para adormilar o embaucar a quienes tendría que alumbrar. En otro sentido, un corresponsal patriótico debería esforzarse por desempeñar su oficio con tanta abnegación que llegue a ganarse la confianza de los mandatarios sobre los que informa, hasta el extremo de poderles dirigir preguntas comprometedoras sobre asuntos controvertidos que sirvan a sus compatriotas para entender mejor el mundo que les ha tocado en suerte o desgracia vivir.
Alandete, sin duda, probó su patriotismo haciendo esa pregunta a Trump. Quienes han invocado un patriotismo de pacotilla para desacreditarlo nos vuelven a demostrar que la hipocresía disfrazada de patriotismo es el último refugio de los canallas. Pues, como nos enseñaba Mark Twain, «patriotismo es apoyar a tu país siempre, y a tu gobierno sólo cuando lo merece».

