Planned Parenthood cierra ocho abortorios y despedirá a 66 empleados al no recibir dinero público de la Administración Trump

Por Unai Cano

La Administración Trump ha asestado a la multinacional abortista Planned Parenthood un golpe casi definitivo, intensificando el cerco institucional y económico contra la organización a través de una estrategia coordinada que combina recortes presupuestarios, medidas legislativas restrictivas y la retirada de subvenciones federales. Este viraje forma parte del nuevo rumbo provida que ha tomado Estados Unidos desde el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, donde el respaldo a la vida ha dejado de ser simbólico para convertirse en política de Estado.

Uno de los efectos más inmediatos ha sido el cierre de ocho clínicas de Planned Parenthood, cuatro en el estado de Iowa y otras cuatro en Minnesota. La organización ha confirmado que se verá obligada a despedir a 66 empleados y recolocar a otros 37, ante lo que califica como un «entorno hostil» que dificulta cada vez más su operatividad. Su directora, Ruth Richardson, ha reconocido que la situación es insostenible y que no han podido mantener la estructura actual ante las nuevas leyes estatales y los recortes federales.

Los motivos de esta debacle financiera son varios: por un lado, la retirada de fondos de Medicaid decidida por la Administración Trump; por otro, las legislaciones estatales más estrictas como la llamada «ley del latido» en Iowa, que prohíbe el aborto a partir de la sexta semana de gestación. Desde la entrada en vigor de esa norma, los abortos en el estado se han reducido en un 40%, lo que ha dejado sin clientela a los centros de Planned Parenthood y ha debilitado seriamente su modelo económico.

Además, el Ejecutivo republicano ha congelado las ayudas federales a la red de clínicas, que en los últimos años había destinado buena parte de sus fondos a campañas políticas y a respaldar a candidatos favorables al aborto. Esta politización, sumada a las múltiples investigaciones y acusaciones de fraude que pesan sobre la organización, ha hecho mella en su capacidad de captar recursos.

La ofensiva contra Planned Parenthood es sólo una muestra del nuevo paradigma provida que se consolida en el país. Bajo la presidencia de Trump, se ha liberado a activistas provida que habían sido perseguidos bajo el mandato de Joe Biden, y miembros destacados de la Administración han adoptado posiciones firmes a favor de la protección de la vida desde la concepción.

Lejos de retroceder, el movimiento provida en Estados Unidos gana terreno, tanto en las instituciones como en las legislaturas estatales. Planned Parenthood, que durante décadas ha sido el símbolo del negocio del aborto, atraviesa ahora una de sus etapas más críticas, con el futuro de muchas de sus sedes en el aire ante el endurecimiento legal y la pérdida progresiva de respaldo institucional y económico.

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