Por Marcelo Ramírez
Rusia pronostica un crecimiento para el año 2023 del 3,5 % de su PIB, según ha expresado su presidente, contrastando con un FMI que pronosticaba a principios de año una contracción del 2 %. Moscú ha superado son éxito las sanciones en contraste con una Alemania que entra en recesión técnica y unos Estados Unidos que rebaja su crecimiento al 1 % y se prepara para números negativos próximamente.
El plan de las sanciones evidentemente no funcionó porque la economía rusa resistió, y de esa manera la principal apuesta de Occidente ha perdido consistencia. Putin supera el primer desafío en su enfrentamiento con el Occidente Colectivo y el segundo, el de orden militar, sigue el mismo destino.
A esta altura no podemos menos que preguntarnos cómo puede ser que un Occidente que gasta cientos de miles de millones de dólares en tareas de inteligencia no ha conseguido una correcta evaluación que le hubiera permitido realizar otros planes con mayores posibilidades de éxito.
Una primera respuesta es que Occidente creyó su propia propaganda que decía que Rusia era corrupta, ineficiente, pobre y en declive. No tenía espaldas para enfrentarse a las fuerzas occidentales combinadas. Sobraban signos de ello, pero así y todo, la realidad era la opuesta, pero no quisieron ver la realidad.
No obstante, hubo una inteligente maniobra de Putin y los suyos, una especie de las maskirovka en la cual engaña a su enemigo con sus verdaderas intenciones.
Putin sabía desde su llegada al poder que no había negociación posible con el mundo anglosajón, que ambicionaba las riquezas del extenso territorio ruso, pero que además era una nación indócil. Los planes eran los que hoy conocemos como “decolonizar” a su país, fracturándolo en decenas de Estados controlables por su corrupción y su tamaño.
Rusia, si quería ser soberana, debía prepararse para el choque inevitable, que se iba a dar y de cuyo resultado dependía la supervivencia de la nación. Cuando un país se muestra desafiante, el mundo anglosajón lo aplasta antes de que sea lo suficientemente fuerte para convertirse en una amenaza real.
Moscú desclasificó documentos que explican las políticas de Putin y su gente, de manera que se puedan entender algunos hechos poco claros que Occidente usaba como herramienta desestabilizadora.
Trazando una breve descripción de la evolución de la situación del país desde la llegada al poder, podemos ver que durante 17 años, Putin consiguió aumentar el presupuesto de Rusia 22 veces, el gasto militar 30 veces y el PIB 12 veces. La economía de Rusia saltó del puesto 36 que ocupaba en el mundo en términos de PIB, al 6.º lugar.
En materia financiera, se aumentaron 48 veces las reservas de oro y divisas, se devolvieron 256 depósitos minerales a la jurisdicción rusa, quedando 3 aún por regresar. Se nacionalizó el 65 % de la industria petrolera y el 95 % de la industria del gas entre muchas otras, de manera que todos esos recursos se volcaron a mejorar el nivel de vida de la población.
Se produjo un fuerte aumento en la producción no solo industrial sino también en la agricultura.
Rusia ocupa en los últimos años el segundo o tercer puesto en el mundo por sus exportaciones de cereales, y convirtiéndose en el primero de trigo.
Esa bonanza significó un aumento de los salarios promedio en el sector público en 18,5 veces en 12 años y una disminución de la tasa de mortalidad negativa que reducía el tamaño de la población de 1,5 millones de personas por año en 1999 a 21 000 en 2011, es decir. 71,5 veces. Luego se estancó, lo que produjo una incremento de esfuerzos del Estado para fomentar que los rusos tengan más hijos.
Putin canceló el acuerdo de Khasavyurt que pavimentaba el camino para la secesión de Chechenia. Limitó la publicidad a las ONG extranjeras, prohibió a los diputados tener cuentas en el extranjero, defendió a Bashar Al Assad en Siria impidiendo que Occidente lo derroque e instale un régimen integrista hostil que desestabilizara los sectores islámicos de Rusia.
Asimismo, canceló acuerdo PSA de Producción Compartida (PSA, por sus siglas en inglés) entre Rusia y Estados Unidos, ley firmada por Borís Yeltsin el 30 de diciembre de 1995. La consecuencia fue que los gasoductos Sakhalin-1 y Sakhalin-2, que generaron ingresos de aproximadamente 160 000 millones hasta 2018 y solo una fracción de esto, unos 47 000 millones, quedaban en Rusia, pasaron a control del país.
Con este tipo de acciones, Rusia comenzaba a dar pasos para ser soberana, pero también significaba un desafío a Occidente.
Pudimos observar que comenzaron a circular rumores a través de publicaciones en medios y redes acusando a Putin de ser un agente del Foro de Davos, un asesino y hasta un carnicero.
Putin no iba a poder rearmar a Rusia para garantizar su seguridad sin ser atacado, y sin ese ejército, Rusia no estaría en capacidad de resistir un ataque multifacético de Occidente.
Porque Rusia no es solo un mal ejemplo, es un desafío. La resolución de Putin y los suyos no alcanzaba, la sociedad y el ejército debían estar preparados adecuadamente y para eso hacía falta tiempo y dinero.
Putin tenía que dar pasos suaves que no despertaran recelos en Occidente, al menos no más de los imprescindibles. El “Discurso de Múnich”, el 10 de febrero del 2007, fue una primera señal de que la lucha con Occidente era inevitable y que Rusia había decidido actuar.
Con el fin de generar confusión en el enemigo, Putin comenzó a dar señales contradictorias y otras que eran las que Occidente imaginaba. Dmitry Anatolyevich Medvédev fue elegido sucesor en el 2008, el contrapeso liberal que compensaba a Putin. Eso tranquilizaba a Occidente. Rusia finalmente seguiría el camino esperado.
Luego de comenzada la operación militar en Urania, Medvédev reveló su verdadero rostro y se transformó en una de las espadas más afiladas en la lucha contra Occidente, que advirtió la maniobra demasiado tarde.
Esa manera era apenas una forma de desviar la atención, pero existía la necesidad de reorganizar y reequipar el ejército ruso. Con ese fin se organizó una segunda maniobra de confusión. Anatoly Serdyukov, fue nombrado ministro de Defensa el 15 de febrero de 2007, un personaje presentado para Occidente como incompetente y corrupto.
Algunas de las acciones complementarias fue la compra de los portahelicópteros franceses Mistral, innecesarios para la flota rusa, mientras se difundieron falsos planes de adquisición de Leopards alemanes usados, helicópteros italianos, vehículos blindados y tanques con ruedas franceses. La explicación era que los negocios les daban un generoso ingreso a militares y jerarcas rusos. Mientras eso sucedía, la reorganización real quedaba en manos de actores aún clasificados.
Serdyukov provenía del Servicio de Impuestos Federales. Experto en realizar transacciones financieras secretas, la capacidad de disfrazar importantes gastos gubernamentales tras un velo de empresas fantasma, sobornos y devoluciones ilegales de impuestos, permitían el desvío de grande sumas de dinero.
La inteligencia trabajó difundiendo información a las potencias occidentales sobre la corrupción total en el Ministerio de Defensa ruso, algo que se apoyaba sobre los prejuicios y la soberbia de Occidente.
El dinero de la corrupción en realidad se desviaba para financiar el rearme militar a escondidas. Con las obras de los Juegos Olímpicos de Sochi en el 2014, se financiaron instalaciones secretas, búnkeres y centros de control, las Fuerzas de Misiles Estratégicos y nuevos tipos de radares. Las armas que luego presentaría Putin en sociedad son, en parte, el resultado de esa maniobra.
Serdyukov no era un ministro de defensa real. Su verdadera misión era convencer a Occidente que estaba destruyendo las FFAA con un grupo de generales satisfechos con el statu quo y que solo se preocupaban de contar con soldados para construir sus dachas. Serguéi Kuzhugetovich Shoigú, quien lo sucedió en el cargo a partir del 2012, era el verdadero reconstructor de las fuerzas armadas.
Podemos descreer de esta versión. Bien puede ser montada para desviar las acusaciones sobre Putin y su gente. El propio presidente estaba señalado como encubridor.
No obstante, Rusia, prácticamente de la nada, ha presentado un ejército moderno con sistemas de armas muy superiores a Occidente, una industria militar más desarrollada y competitiva y está llevando un ejército que crece hasta los 3 millones.
Eso no se hace de un momento al otro, lleva décadas, más aún en soledad y bajo vigilancia.
Rusia demoró todo lo que pudo hacer visible sus verdaderas capacidades hasta que Ucrania y la OTAN armaron fuerza de ataque de 90 000 efectivos, acompañada por equipos e instructores estadounidenses. La OTAN, además, comenzó un despliegue de una fuerza de ataque propia en los países bálticos.
En medio de esta situación, ya Rusia no tenía razones para seguir simulando y debió actuar.
Las hostilidades no solo fueron militares, Moscú ya previó la ronda de sanciones en el 2014 y retomó las acciones de las empresas energéticas que pertenecían a inversores extranjeros, estadounidenses y europeos, entregadas en los años liberales. Recuperó más de la mitad del presupuesto comprando las acciones de las mismas a precio de saldo.
Debido a la situación en Crimea, las declaraciones de Putin sobre que estaba listo y protegería la población de habla rusa de Ucrania, provocaron una gran caída en el precio de las acciones de las compañías energéticas rusas sobre un rublo que caía rápidamente sin que intervenga el Banco Central.
La Inteligencia rusa propagaba la versión de que su país no iba a poder frenar la caída del rublo porque no tenía reservas en dólares. Los «tiburones financieros» comenzaron a vender las acciones. Putin esperó toda la semana y luego anunció a la prensa que habían recomprado por un escaso valor las acciones en manos occidentales. Luego el rublo se recuperó.
La historia se repitió con variantes, Putin aprovechó las sanciones de Occidente, previsibles, para nacionalizar la burguesía en Rusia. Suplantó importaciones innecesarias, cerró el grifo de salida de divisas, y hoy su país vive un boom de producción. La única limitación es la falta de mano de obra dados los problemas de natalidad de décadas.
Putin finalmente pudo reconstruir su ejército y sanear su economía, engañando a Occidente en una brillante estrategia que combinó la habilidad propia con las torpezas ajenas.
El mandatario justifica su pasado en la KGB con una solvencia estratégica importante. Occidente comete error tras error, transitando por los caminos previstos por Putin y los suyos.
Cada movimiento occidental dado ha sido previsto y tiene una respuesta disponible. La anticipación de movimientos le da una ventaja decisiva ante la incompetencia de los líderes occidentales.
¿Cuál será el desenlace previsto por Putin? Pronto lo veremos.
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