Por Marcelo Ramírez
El lanzamiento del misil ruso Oreshnik, un sistema balístico hipersónico de última generación, ha encendido una alerta a nivel mundial. Sin embargo, más allá de su demostración tecnológica, lo que marca un cambio sustancial es el endurecimiento en las declaraciones del presidente Vladímir Putin. Su reciente discurso no deja dudas: el conflicto en Ucrania ya no es solo un asunto regional. Según el líder ruso, la participación de Occidente ha transformado esta guerra en una disputa de carácter global, lo que exige una respuesta proporcional y contundente.
Putin, al referirse al lanzamiento del Oreshnik, señaló que esta prueba no solo fue exitosa, sino que representa un mensaje estratégico a quienes buscan extender el conflicto a territorio ruso. “La escalada promovida por Occidente ha cambiado la naturaleza de esta confrontación”, afirmó. Estas palabras llegan tras los repetidos ataques ucranianos en suelo ruso utilizando armas de precisión de largo alcance, como los misiles Storm Shadow británicos. Putin fue explícito al acusar a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN de estar directamente involucrados en la selección y coordinación de los objetivos, subrayando que Ucrania no tiene la capacidad técnica ni logística para ejecutar estos ataques sin apoyo externo.
El Oreshnik, cuyo nombre significa “avellano” en ruso, es una nueva incorporación al arsenal estratégico de Rusia. Este misil hipersónico, capaz de alcanzar velocidades de Mach 10 (12.250 km/h), cuenta con una movilidad táctica que lo hace extremadamente difícil de interceptar. Está diseñado para atacar blancos con precisión quirúrgica, desde infraestructuras industriales hasta bases militares altamente fortificadas. Según expertos rusos, el Oreshnik es un arma que combina alcance, velocidad y capacidad de carga útil, permitiéndole adaptarse a diferentes escenarios. Aunque no está confirmado oficialmente, se especula que este sistema podría portar ojivas nucleares múltiples, elevando su potencial disuasivo.
En su discurso, Putin fue más allá al afirmar que Rusia se reserva el derecho de atacar instalaciones militares en países que permitan el uso de sus armas contra objetivos rusos. Esta declaración incluye explícitamente bases de la OTAN en países como Polonia, donde se ha detectado actividad militar relevante, y es una clara advertencia a quienes consideran expandir la confrontación más allá de Ucrania. “Consideramos que tenemos el derecho de utilizar nuestras armas contra objetivos militares de aquellos países que permiten que sus armas sean usadas contra nuestros territorios”, sentenció el mandatario ruso.
El contexto de estas declaraciones no puede ser ignorado. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, reforzó este mensaje al calificar las recientes acciones de Estonia y otros países bálticos como “llamados abiertos a la guerra”. Margus Tsahkna, ministro de Asuntos Exteriores de Estonia, sugirió que los países de la OTAN deberían considerar desplegar tropas en Ucrania si Estados Unidos negociara un acuerdo de paz que no satisfaga las expectativas europeas. Para Rusia, estas propuestas no solo son irresponsables, sino que constituyen una provocación directa que amenaza la estabilidad global.
La situación en Ucrania se complica aún más con la creciente participación de Bielorrusia. Minsk ha fortalecido su cooperación militar con Moscú, especialmente en el marco del Estado de la Unión, tras recibir informes sobre posibles ataques coordinados desde Polonia, Lituania y Ucrania. Según fuentes oficiales bielorrusas, estos ataques serían apoyados por servicios de inteligencia occidentales, lo que incrementa aún más la presión en la región.
Por su parte, Putin vinculó el lanzamiento del Oreshnik con el endurecimiento de su posición frente a Occidente. El presidente ruso dejó claro que el uso de este misil hipersónico es un mensaje directo para aquellos que subestiman la capacidad de respuesta rusa. Recordó que “es imposible que Ucrania utilice estas armas de largo alcance sin la participación directa de especialistas militares de los países que las producen”. Este punto, reiterado en múltiples ocasiones, subraya la dependencia ucraniana de Occidente y coloca a Estados Unidos y sus aliados en el centro de las acusaciones rusas.
El endurecimiento de la postura rusa también refleja un cambio en la estrategia de comunicación. Mientras los medios occidentales magnificaron el evento como el uso de un ICBM, Rusia tardó en confirmar los detalles, permitiendo que las especulaciones crecieran. Finalmente, Putin aclaró que el misil utilizado fue el Oreshnik, un sistema hipersónico más adecuado para objetivos industriales y estratégicos que los misiles intercontinentales tradicionales. Este control sobre la narrativa no solo confunde a los adversarios, sino que también refuerza la posición rusa en el tablero global.
A nivel interno, en Estados Unidos, las tensiones no son menores. Declaraciones recientes del almirante Thomas Buchanan, portavoz del Comando Estratégico de Estados Unidos, sugieren que el país está dispuesto a utilizar armas nucleares “bajo condiciones aceptables”. Este tipo de comentarios, aunque destinados a disuadir, también alimentan la percepción de que el mundo está al borde de una escalada nuclear. Buchanan subrayó que, incluso en un escenario de intercambio nuclear, Estados Unidos mantendría parte de su arsenal como reserva estratégica, dejando entrever que la guerra podría continuar en un formato convencional tras el uso inicial de armas nucleares.
En este contexto, Trump, quien asumirá la presidencia en pocas semanas, enfrenta un panorama sumamente complejo. Las especulaciones sobre si será capaz de resolver el conflicto en 24 horas, como ha prometido, están acompañadas por movimientos políticos y militares que buscan limitar su capacidad de acción. Analistas sugieren que el periodo de transición es un momento crítico, con sectores globalistas que podrían estar buscando generar un estado de excepción en Estados Unidos para impedir su asunción.
El lanzamiento del Oreshnik no solo es una demostración de fuerza, sino también un mensaje cargado de implicaciones estratégicas. En palabras de Putin, “este conflicto ya no es local; es una confrontación global”. Y aunque algunos ven en esto una advertencia, otros lo interpretan como un paso más hacia un escenario donde las tensiones entre las grandes potencias definen el curso de los próximos años. En este marco, cada decisión, cada declaración y cada acción militar tienen el potencial de alterar radicalmente el equilibrio de poder global.
Fuente: https://www.youtube.com/live/NW8kFL_NHMM
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