Rusia y la India acuerdan la desdolarización que teme la secretaria del Tesoro de EEUU – Por Alfredo Jalife Rahme

Por Alfredo Jalife Rahme

La secretaria del Tesoro y exgobernadora de la Reserva Federal de EEUU, Janet Yellen, teme la acelerada desdolarización, que ya cesó de negar, cuando la ‘militarización’ del dólar obliga al Sur Global a resguardarse y buscar una divisa alternativa menos punitiva y sin sanciones deletéreas. Un factor que influye también es la enorme deuda de EEUU.

En su espectacular reciente visita a Moscú, el primer ministro indio Narendra Modi y el presidente ruso Vladímir Putin acordaron en su Declaración Conjunta realizar sus intercambios comerciales y de inversiones mediante sus respectivas divisas nacionales (la rupia y el rublo), lo cual equivale, sin haber utilizado el término, a una desdolarización de facto tanto de la India —proyectada a ser la segunda geoeconomía global—, como de Rusia, que ya desplazó a Japón del cuarto lugar del ranking global, medido en poder adquisitivo, según el Banco Mundial, y que ya se desdolarizó para operar con los yuanes de China (el porcentaje de divisas foráneas de Rusia alcanzó en junio 99,6% en yuanes).

Desde que publiqué mi libro, hace menos de un año, Nuevo Orden Geofinanciero Multipolar: Desdolarización y Divisa BRICSse ha acelerado la desdolarización y tomará todavía un mayor ritmo en la próxima cumbre de los BRICS+ en octubre en Kazán, cuando le corresponde a Rusia presidirla.

El pasado 9 de julio, la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, en la sesión de preguntas y respuestas ante el Comité de Finanzas del Congreso, declaró que su “mayor preocupación” era la desdolarización debido a la dureza de las sanciones impuestas contra sus adversarios que buscan otras alternativas fuera del dólar.

El analista William Pesek, de Asia Times, con sede en Hong Kong, afirma y confirma los asertos de Janet Yellen: su “admisión extraordinaria: la desdolarización es ahora su mayor temor”.
Pesek contrasta el híperoptimismo de Yellen de hace más de dos años, cuando se jactó de que “no pienso que el dólar tenga una competencia seria y no es probable que la tenga durante un largo periodo”.

En marzo de hace más de dos años, la “desnazificación y desmilitarización” de Ucrania por Rusia llevaba apenas un mes cuando, entonces, el grupo pugnaz de la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, ya hoy defenestrada por su fracaso operativo, contaba con que las asfixiantes sanciones contra Moscú la arrodillarían y la enviarían a un lugar mediocre en el ranking de la economía mundial, como espetó el hoy tambaleante presidente Biden.

A juicio de Pesek, existen dos dinámicas que aceleran en Washington la desdolarización: 1. La deuda nacional de Estados Unidos se ha incrementado en forma exponencial y hoy roza los 35 billones de dólares, y 2. El ciclo electoral estadounidense que los “inversionistas globales nunca han visto”. Y eso que todavía no ocurría el fallido intento de asesinato del candidato Trump ni estaba en tela de juicio la permanencia de la candidatura de Biden, cuya más reciente tribulación ha sido que padece COVID-19, lo cual puede llevar a buscar una opción alterna.

Pareciera una paradoja la desdolarización cuando en lo que va del año el dólar se ha incrementado 13% frente al yen nipón, no se diga frente al euro (más del 10%).

Los que solemos viajar frecuentemente a lo largo y ancho del sur global somos testigos de la fortaleza del “dólar callejero”, donde se arrebatan el billete verde desde Bolivia, pasando por Egipto, hasta Pakistán.

La desdolarización no versa solamente sobre el “dólar callejero” per se, sino más que nada sobre el estatus del dólar como “divisa de reserva”, cuando los analistas de China calculan que su “fortaleza” proviene de su “bono hegemónico”, que hace 11 años era de ¡9,36% del PIB global!.

Se estima que el PIB global ascienda este año a casi 110 billones de dólares, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

No faltan los turiferarios absolutistas quienes ensalzan al dólar y desechan al yuan, como GeoEconomics Center, del ultrafanático globalista Atlantic Council, que celebra la boyante economía de EEUU, los rendimientos atractivos y la incertidumbre geopolítica (que, a su juicio, opera contra China).

Naturalmente que el belicoso Atlantic Council oculta que el crecimiento de EEUU se debe a la “economía de guerra” del complejo militar-industrial: por su excesiva contribución en su PIB doméstico en sus guerras en Ucrania y en Gaza. Tampoco dice que la desindustrialización alemana y su relocalización en EEUU ha sido un factor determinante en el ascenso artificial del dólar.

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