Por José Negrón Valera
Poco se habla de la importancia de la energía eléctrica para sustentar nuestro modo de vida moderno. Se lo da como algo que simplemente existe. El incidente ocurrido en Argentina nos sirve para repensar los supuestos del sentido común y además arrojar algo de luz sobre hechos que algunos prefieren que permanezcan a oscuras.
¿Está preparada la Argentina para resistir a este tipo de situaciones? Lo ocurrido el domingo demuestra claramente que no. El país está completamente indefenso.
Postales de una amenaza latente
Mientras el New York Times se preparaba para publicar información sobre cómo Estados Unidos planea sabotear las redes eléctricas de Rusia, un mega-apagón se producía en Argentina, afectando a Uruguay, Chile, Paraguay y Brasil.
Trump firmó hace unos meses un decreto para proteger su propio sistema eléctrico de posibles ataques a través de armas de pulso electromagnético, pero hace unas horas arremetió contra el New York Times, acusándolos de ser unos traidores por hacer público el plan estadounidense de atentar contra la infraestructura crítica de Rusia.
También en marzo pasado, el Gobierno venezolano acusó a EEUU de sabotear su sistema eléctrico a través de un ciberataque.
Desde algunos Gobiernos suramericanos que se oponen a Nicolás Maduro, incluido el argentino, desestimaron la denuncia. Hoy, el ministro de Energía de Mauricio Macri dice que, aunque no está en las opciones primarias, no descartan que lo ocurrido sea nada más y nada menos que un ataque cibernético.
Lecciones venezolanas
María Gabriela González Urbaneja es ingeniero electricista con estudios en Brasil y Reino Unido. Se desempeñó como viceministra de Energía y Desarrollo del Sistema Eléctrico durante el Gobierno de Hugo Chávez, entre otras responsabilidades de alto nivel.
Considera que lo ocurrido en Argentina es común en un sistema “altamente interconectado”. Una falla cuyo comportamiento fue exactamente igual al que se vivió en Venezuela. En dicha circunstancia “se desconectan plantas de generación para protegerse de una anomalía”, lo cual, por supuesto, termina impactando en el resto de la red y en la capacidad de esta de transferir energía al resto de países, en este caso Uruguay, Paraguay, el sur de Brasil y Chile.
Por eso, más de 50 millones de personas quedaron a oscuras. “El sistema necesitaba proteger la integridad de los equipos”, refiere.
Sin embargo, le llama poderosamente la atención no el comportamiento del sistema, el cual es previsible, sino cómo la prensa internacional le ha dado un tratamiento tan distinto a los casos de Argentina y Venezuela.
Al parecer, la evaluación de los hechos se aleja de lo técnico y termina usándose con fines políticos.
La puntualización abre una buena oportunidad para interrogar a María González Urbaneja sobre lo sucedido en Venezuela durante el pasado mes de marzo de 2019.
— En el caso de Venezuela hay hipótesis que aseguran que los apagones al sistema eléctrico fueron responsabilidad de armas de pulso electromagnético. ¿Qué opina de esto?
— La posibilidad de que un pulso electromagnético (o PEM) pudiese generar estragos en un sistema de protección y control es absolutamente posible en realidad. Los circuitos electrónicos y eléctricos, así como los equipos eléctricos, son altamente susceptibles a las consecuencias de las variaciones del campo electromagnético. Eso es algo inherente a su naturaleza. Y existen diversas formas de provocar un pulso electromagnético, tan solo hace falta revisar el documento ‘Electromagnetic Defense Task Force‘ (Grupo de Trabajo de Defensa Electromagnética, en español) del Departamento de Defensa de EEUU para darse cuenta de que el Gobierno estadounidense se toma muy en serio el uso de esta tecnología en su política de ‘Cambios de Régimen’.
Para González Urbaneja, el sistema eléctrico resulta tan crítico que su funcionamiento puede ser entorpecido “hasta por el humo de un incendio”. Sin embargo, subraya que no se necesitan armas tan sofisticadas para provocar problemas graves.
“Un disparo de un arma de fuego convencional a una cadena de aisladores de una torre de transmisión puede causar una falla que demore tiempo en ser subsanada. Un misil puede derribar dicha torre. Una bomba puede volar una subestación o incluso romper las paredes de un embalse. Toda vulnerabilidad puede ser aprovechada”, concluye.
Por su parte, el ingeniero eléctrico Rusbert Encinoza, consultado en este aspecto, nos suministra detalles sobre la última tecnología existente y que no puede ser puesta de lado si se trata de generar políticas de protección a los sistemas eléctricos de un país.
Habla en detalle de armas que podrían catalogarse como de ciencia ficción, pero que ya están en muchos casos en fases operativas.
El sistema de repulsión activa, comenta Encinoza, es un ‘cañón’ no letal que dispara un haz de ondas electromagnéticas a una distancia de hasta 1.000 metros y que provoca un calentamiento tan molesto que obliga al ‘blanco’ a huir asustado. Aunque se ha dicho que esta arma ha sido desarrollada para controlar manifestaciones, Encinoza advierte que “si la diriges a una línea de transmisión o un transformador de potencia, las protecciones leerán que existe algún tipo de sobrecalentamiento o sobrecarga”.
Por otro lado, tenemos el sistema de guerra electrónica Next Generatioin Jammer (NGJ), el cual se encuentra diseñado para “incapacitar sistemas hostiles de mando y control antes de un ataque ofensivo aéreo”. Según Encinoza, dicho sistema se prevé sea instalado en el Boeing EA-18G, un cazabombardero adaptado a la guerra electrónica.
Este aparato, montado sobre un avión de combate u otro medio aéreo, tiene la capacidad de irradiar una energía de alto poder que pudiese ser usada para confundir sistemas electrónicos de protecciones y comunicaciones en planta de generación o subestaciones eléctricas.
En este mismo orden de ideas, la misma compañía aeroespacial Boeing tuvo exitosas pruebas con el misil de microondas CHAMP (‘Counter-electronics High-powered Advanced Missile Project’), capaz de bloquear los sistemas electrónicos enemigos. El ingeniero eléctrico reporta que Boeing disparó una potente ráfaga de microondas contra un edificio, paralizando con éxito los sistemas electrónicos y computadoras, e incluso las cámaras de televisión, sin causar víctimas colaterales.
Por último, y para dar soporte a las denuncias de sabotaje por parte del Gobierno venezolano, Encinoza provee de un esclarecedor dato.
“Hace más o menos una década se logró desarrollar Generadores de Pulsos electromagnéticos portátiles. Algunos de estos dispositivos tienen unos 3,5 metros de largo, un tamaño bastante manejable. Y recientemente, los investigadores de la Texas Tech University han construido —gracias a la ayuda y financiación del ejército de EEUU— un aparato de 15 cm de diámetro y solo 1,5 metros de largo”.
José Negrón Valera / Sputnik
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