Por Cristian Taborda
En la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible realizada en Nueva York, en septiembre de 2015, los Estados miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobaron el documento “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible“ (1). En el marco de la 70º Asamblea General de las Naciones Unidas. 17 Objetivos y 169 Metas a ser cumplidos de aquí al 2030. Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y sus metas retoman los antiguos Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU de forma ambiciosa, y se proponen dar cuenta de los desafíos pendientes.
Esta agenda, desde lo discursivo, se presenta como un horizonte utópico bajo la idea de una nuevo mundo, claro está, diseñado por las burocracias internacionales, un “mundo feliz”. En lo formal se presenta como un “plan de acción” de una “ambiciosa nueva agenda mundial” que “será implementado por todos los países y partes interesadas mediante
una alianza de colaboración”*. Alianza del establishment internacional, con la repentina preocupación de los principales actores por “los desequilibrios ambientales generados por las dinámicas productivas y las formas de explotación excesivas de los recursos del planeta”. Quienes provocaron la enfermedad ahora nos venden el remedio.
Dentro de los 17 ODS podemos destacar algunos como: el fin de la pobreza, hambre cero, igualdad de género, acción por el clima, entre otros. A priori causas nobles a las cuales podría adherir cualquier desprevenido ante la sensibilidad y preocupación que ahora presentan quienes crearon la desigualdad que en esta ocasión sí prometen erradicar, aunque no dicen cómo se hará, si de forma total o totalitaria.
El progresismo de factoría
En la Argentina, la adhesión a esta agenda global se dio durante la presidencia de Mauricio Macri, quien lanzó de manera formal la Agenda 2030 mediante el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 499/17 (Anexo II), que estableció el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (CNCPS) organismo responsable para la adaptación e implementación en la administración pública y el territorio nacional. El mismo Macri quien en su discurso ante la ONU en 2018 mostró su fidelidad a la agenda globalista y compromiso con los intereses extranjeros de forma clara: “Mantenemos nuestro firme compromiso con el Acuerdo de París y la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible que establecemos como pilares de la política de nuestro gobierno…”, dijo el entonces presidente.
Fidelidad y compromiso ante los intereses globales que mantiene el gobierno de Alberto Fernández quien ha profundizado su compromiso con la Agenda 2030 y los organismos internacionales manteniendo el mismo neoliberalismo que Macri en materia de relaciones internacionales, como hizo explícito en el Foro Económico Mundial de Davos apoyando la iniciativa de Klaus Shwab sobre la idea de un “reseteo económico” y la preponderancia de la “gobernanza global” por sobre los intereses nacionales.
Como así también, con mayor énfasis, recientemente en su exposición en la Cumbre sobre el Clima, encuentro organizado por la administración de Joe Biden. Fernández planteó la necesidad de implementar “mecanismos de canje de deuda por acción climática”, además de repetir el mantra y los slogans bien pensantes del progresismo internacional y moralmente culposo como “justicia ambiental”, “transición ecológica”, “solidaridad global”, etc. En sintonía, se encuentra la propaganda del Ministerio de Ambiente de la Nación, que con Juan Cabandié a la cabeza difunde la idea de “Lunes verde” invitando a la propuesta globalista de los “Lunes sin carne” (propuesta del Foro de Davos), en un país donde más de la mitad de los niños son pobres.
El compromiso es tal que no distingue ideologías, si es que las hay, ya que el pensamiento es único y compartido por la partidocracia, sea Juntos por el Cambio o el Frente de Todos. Ante la presentación del segundo Informe Voluntario sobre la Implementación de Objetivos para el Desarrollo Sostenible, el jefe de gabinete, Santiago Cafiero fue explícito: “El compromiso de Argentina con la Agenda 2030 es una política de Estado que está por encima de los gobiernos de turno”.
Hoy, la Agenda 2030 ha penetrado a nivel provincial y municipal. De hecho se puede observar en la página del gobierno actividades provinciales y municipales, y un peculiar “Manual para la adaptación local” (2) junto a una “Guía para el proceso de adaptación de los ODS en el gobierno provincial”. En el manual, los objetivos de la Agenda 2030 quedan claramente planteados y no es más ni menos que la implementación de una ideología a modo de adiestramiento, aquí tres puntos:
“Brindar lineamientos y sugerencias metodológicas para la incorporación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como herramienta de gestión y planificación en el nivel municipal”.
“Internalizar y aplicar en la realidad local conceptos teóricos sobre Políticas Públicas, como: Territorialización, Pueblos Originarios, Personas con Discapacidad, Enfoque de Derechos, Enfoque de Género”.
“La difusión de la iniciativa ODS requiere adoptar un expreso compromiso con el enfoque de Derechos Humanos y la igualdad de género en cada etapa del proceso de implementación…”
Obligaciones a cumplir, una imposición del exterior que “sugiere” lineamientos, “internalizar conceptos” y compromiso con las ideologías de género y derechos humanos. La Agenda 2030 es en realidad una colonización pedagógica, la transferencia de valores (eurocéntricos) que se pretenden universales, como diría Jauretche, para la homogeneización del pensamiento y la cultura, borrando toda identidad cultural y nacional. Con el claro objetivo de mantener dependientes, colonizadas y en el subdesarrollo a las naciones, aniquilando además de la cultura, su industria y soberanía. Un progresismo de factoría.
Implicaciones y consecuencias
Además de la sumisión a las grandes potencias y corporaciones transnacionales que digitan esta agenda desde los organismos internacionales, es la implementación de una agenda ilegítima e ilegal, ilegítima porque no proviene de un poder constituyente, ni de la voluntad de un pueblo, no es una agenda soberana, e ilegal porque se impone de facto desde burocracias globales, sin debate alguno, sólo con el consenso prefabricado de la clase político-mediática, ni siquiera cumpliendo la formalidad de aprobación en el Congreso, donde se aprueba cualquier disparate a espaldas del pueblo.
Claro está que detrás de las ideas bonachonas y las causas románticas que pretenden combatir todas las injusticias del mundo hay intereses: ¿a quien le sirve que los países descarten utilizar energías convencionales y no se desarrollen? ¿A quién beneficia que se dejen de discutir derechos laborales y sociales pasando el enfoque a ser de “género” en la lucha por derechos individuales o de minorías? ¿de qué manera se plantea reducir el hambre y la pobreza? ¿desde el antinatalismo y la despoblación? ¿y combatir el cambio climático? ¿con la entrega de recursos naturales bajo la declaración de “patrimonio de la humanidad” o desde la entrega de la soberanía bajo la excusa de “acción global” o “soluciones globales”?.
La implementación de esta agenda ya de hecho manifiesta sus consecuencias en varias partes del mundo, mostrando un rechazo contundente por distintos pueblos, pero tomamos dos ejemplos que son los casos testigos y de gran simbología. El primero es Francia donde el gobierno de Emmanuel Macron puso en marcha impuestos a los combustibles fósiles, desatando la ira del pueblo francés, que sufre las consecuencias de políticas globalistas hace tiempo. Según Macron, estas “medidas necesarias para combatir el calentamiento global”, son políticas promovidas por la agenda para la “transición ecológica”. El aumento de 23% de los combustibles, con consecuencias obvias en la vida cotidiana y los ingresos de los trabajadores, fue lo que dio surgimiento a los “chalecos amarillos” y generó un malestar que culminó en manifestaciones masivas en toda Francia con graves incidentes y una fuerte represión por parte del gobierno.
El otro caso es más reciente, y en nuestra región. Es lo que sucede hoy en Colombia, donde el gobierno de Iván Duque, hombre felicitado por la ONU por la implementación de la Agenda 2030, intentó imponer una reforma tributaria denominada “Ley de Solidaridad Sostenible”, peculiar nombre, que entre otras cosas grababa en impuestos salarios de la clase media, proponía imponer el impuesto al valor agregado (IVA) a servicios básicos y tenía intenciones de institucionalizar la renta básica. Esto sumado también a años de políticas neoliberales, culminó en un estallido social con una represión feroz a las protestas que dejó varios muertos.
Queda de manifiesto que detrás de la retórica “ecológica”, “inclusiva” y “sostenible” se esconden los mismos intereses de siempre, una minoría oligárquica que pretende el total control político y beneficios económicos de las naciones, ahora bajo discursos progresistas y una retórica buenista utilizando causas bonachonas, zonceras posmodernas, como caballo de Troya. Lo sorprendente son los tontos útiles que criticaban la globalización neoliberal y ahora defienden o ejecutan las políticas de ajuste del globalismo progresista financiero que dictan los mismos organismos internacionales y la oligarquías financieras en detrimento de los pueblos y naciones.
(1) Resolución aprobada por la Asamblea General el 25 de septiembre de 2015. “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”
https://www.un.org/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/RES/70/1&Lang=S
(2) MANUAL para la adaptación local de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2019) https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/manual_municipios_version_2019.pdf
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