Cuba y el abrazo de Oso de Occidente: Una agenda impuesta desde dentro – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez

La reciente Cumbre Iberoamericana celebrada en Ecuador dejó en evidencia varios puntos críticos de las relaciones internacionales actuales, particularmente en lo que refiere a las posturas de Cuba y Argentina. Más allá de los titulares tradicionales, las declaraciones del representante cubano Rodolfo Benítez Versón y el accionar del gobierno de Javier Milei en este foro invitan a un análisis más profundo de las dinámicas geopolíticas y culturales que están redefiniendo los fundamentos de las naciones involucradas. Benítez calificó de grotesca la postura argentina en la cumbre, señalando una supuesta sumisión de su gobierno a las directrices de Washington. Según el diplomático cubano, la delegación argentina buscó sabotear el encuentro y acallar las voces iberoamericanas que defienden temas como la igualdad de género, el cambio climático y los derechos humanos. Estas afirmaciones, en apariencia sólidas, exponen una contradicción que merece ser examinada: los pilares defendidos por el delegado cubano —y por extensión, el gobierno que representa— son, precisamente, los ejes centrales de la agenda globalista que Occidente impulsa a través de organismos internacionales y políticas culturales.

Cuba, desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos bajo la administración de Barack Obama en 2014, ha sido un campo de ensayo para la implementación de esta agenda. Bajo la fachada de colaboración en áreas como la salud, la educación y el medioambiente, las ONG internacionales, con financiamiento de entidades como USAID y la Fundación Ford, han desarrollado una estrategia de penetración cultural que subyuga los valores tradicionales cubanos. El concepto de igualdad de género, por ejemplo, se presenta como un avance, pero en realidad es el vehículo principal para la implantación de políticas de diversidad sexual y reconfiguración de la estructura familiar, un fenómeno que ya ha causado estragos en otras sociedades.

A partir del 2015, estas organizaciones comenzaron a operar con mayor libertad en Cuba, promoviendo iniciativas de derechos humanos centradas en la comunidad LGBTQ+. Esto no es casualidad. En contextos donde el discurso anticomunista y antigubernamental no logra resonar, la estrategia cambia hacia un ataque más sutil y efectivo: la subversión cultural. De esta manera, se socavan las bases sociales que sustentan al régimen, minando los valores que históricamente han sostenido a la revolución. El acuerdo entre Obama y Cuba fue celebrado como un triunfo diplomático, pero su impacto a largo plazo parece ser todo lo contrario. La apertura permitió a las ONG internacionales establecer un pie firme en la isla, promoviendo cambios culturales y sociales que chocan con los valores tradicionales cubanos. La embajada de Estados Unidos, reabierta en 2015, se convirtió en un canal para la promoción de derechos LGBTQ+ y otros aspectos de la agenda globalista, con el pretexto de mejorar las relaciones bilaterales y la calidad de vida en la isla. La inclusión de términos como “género” en lugar de “sexo” en los discursos oficiales cubanos refleja la efectividad de estas políticas. Esto no es una casualidad, sino el resultado de años de influencia extranjera y financiamiento directo a organizaciones locales que promueven estos cambios. El Código de Familia, reformado en el 2022, que reconoce derechos a las uniones del mismo sexo, fue otro hito en este proceso de reconfiguración social, impulsado por la presión internacional y la promoción de activistas capacitados por las mismas ONG que operan bajo el manto de los derechos humanos.

Es aquí donde surge una de las mayores paradojas del discurso cubano en la Cumbre Iberoamericana. Mientras Benítez acusaba al gobierno de Milei de operar bajo las órdenes de Washington, las políticas que él defendía son, en esencia, el núcleo de la agenda globalista que Estados Unidos impulsa globalmente. ¿Cómo es posible que un país históricamente crítico de la injerencia norteamericana termine adoptando y defendiendo sus políticas más divisivas? La respuesta parece estar en la desconexión entre los valores tradicionales de la revolución cubana y las nuevas generaciones de líderes que han crecido bajo la sombra de esta influencia extranjera. Lo que antes era una lucha contra el imperialismo, ahora se convierte en una adopción casi ingenua de las mismas herramientas culturales utilizadas por Occidente para desestabilizar naciones desde dentro.

Otro punto que resalta en el discurso de la cumbre es la insistencia en la lucha contra el cambio climático. Si bien el cambio climático es un fenómeno natural y cíclico, la narrativa que lo presenta como una crisis exclusivamente causada por la actividad humana sirve como excusa para implementar políticas restrictivas que limitan el desarrollo de las naciones. En el caso de Cuba, estas políticas llegan de la mano de financiamiento externo y programas que, en teoría, buscan fomentar la sostenibilidad, pero en la práctica refuerzan la dependencia de la isla a las estructuras internacionales controladas por Occidente.

El caso cubano es un ejemplo claro de cómo la agenda globalista se infiltra en los países a través de la cooperación internacional. Mientras tanto, los problemas reales, como la falta de infraestructura básica, la escasez de recursos y las dificultades económicas, quedan relegados en favor de prioridades impuestas desde el extranjero. Cuba enfrenta hoy un dilema existencial. Por un lado, mantiene su discurso antiimperialista y su resistencia al bloqueo económico; por otro, abre sus puertas a una agenda cultural que contradice los principios fundacionales de su revolución. Esta incoherencia no solo debilita su posición en el escenario internacional, sino que también erosiona la confianza y el respeto que alguna vez tuvo entre los movimientos revolucionarios y antiimperialistas de todo el mundo. El camino que ha tomado, lejos de fortalecerla, la aísla aún más de aliados tradicionales como Rusia, donde estas políticas han sido rechazadas categóricamente. Al mismo tiempo, refuerza su dependencia de un sistema global que no busca su bienestar, sino su transformación en una sociedad moldeada a la imagen y semejanza de Occidente.

En conclusión, si Cuba desea mantener su independencia y el legado de su revolución, debe reevaluar las políticas que está adoptando y comprender que no todas las ayudas son desinteresadas. La agenda globalista, disfrazada de cooperación internacional, es un arma peligrosa que, de no ser detenida, podría destruir desde dentro lo que décadas de lucha y sacrificio han construido.

Enlace original: https://www.youtube.com/live/IdOLwpMt9Yg

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