El asesinato de Darya es un ejemplo de la desesperación de un modelo occidental agonizante – Por Marcelo Ramírez

Por Marcelo Ramírez*

La escalada de violencia desatada por Occidente ha dado un paso más con el asesinato de Darya, la hija de Alexandr Duguin, autor de la Cuarta Teoría Política, que descree de las tres anteriores y propone edificar una nueva a partir del rechazo al liberalismo.

Duguin es un personaje controversial cuyas ideas lo han popularizado en Occidente y lo han convertido en una figura de culto, en un notable contraste con lo que sucede en su país de origen y donde su relevancia política es bastante menor a la que se promociona en Occidente, llamándolo el Rasputín de Putin. 

La prensa occidental lo ha señalado sistemáticamente como xenófobo, fascista y racista, en absoluto contrasentido, porque en sus obras no expresa ideas de ese tenor y rechaza directamente el fascismo como una ideología que ha sido derrotada por el liberalismo, al igual que sucedió con el comunismo. 

Sus ideas se centran en la vuelta a las tradiciones, a rescatar el Dasein ruso e invitando a otros pueblos a hacer lo propio. Sus pensamientos rescatan el papel de lo sagrado, rechazando la Modernidad y sus planteos que han desviado al Hombre de su destino.

Es aconsejable leerlo antes de opinar libremente, y seguramente maliciosamente, como hacen muchos de sus críticos que generalmente no conocen sus ideas.

El pensador y filósofo ruso no tiene, como han asegurado sus críticos, tratando de erosionar indirectamente la figura de Putin, una injerencia sobre los asuntos de gobierno e inclusive ha tenido diferencias con el presidente en el año 2014, a raíz del golpe en Ucrania y la posterior recuperación rusa de Crimea. Duguin consideraba como tibia la posición de Moscú y exigía la destrucción del gobierno ucraniano manu militari.

Luego de la operación militar rusa actual, comenzada el 24 de febrero pasado, se pudo observar un cambio en su posición con respecto al poder en su país. Duguin comenzó a hablar de un Putin lunar y otro solar que disputaban entre sí y que finalmente había vencido el más cercano a sus posiciones.

Duguin, en consecuencia, no es un blanco militar ni tampoco un blanco político de importancia en Rusia como para tramar una operación cuyas consecuencias indudablemente son el desprestigio del gobierno ucraniano, que sigue acumulando acciones poco civilizadas.

La operación montada, que derivó en el asesinato, tiene todas las características de una operación de servicios especiales destinada a causar un golpe de efecto fuera de Rusia, dando un mensaje de debilidad de Moscú que no consigue controlar sus fronteras ni proteger a sus ciudadanos. 

Ucrania necesita en estos momentos algún hecho concreto para sostenerse y dotar de un poco de optimismo en su enfrentamiento, de forma tal que pueda dar señales y conseguir que las naciones europeas, y los propios EE. UU., sigan enviando armas y recursos indispensables.

La respuesta del FSB ruso ha sido altamente eficaz y rápida identificando a la autora material, una ciudadana ucraniana llamada Natalia Shaban-Vovk, quien viajó hasta Rusia desde el Donbass junto a su hija de 12 años en un Mini Cooper que pertenecía a su marido, miembro del Batallón de Azov. El vehículo entró a Rusia con matrícula de la República Popular de Donetsk “Е982ХН DPR”. Antes de ataque, la matrícula de su vehículo fue cambiada por otra de Kazajistán “172AJD02” y finalmente huyó a Estonia con una matrícula ucraniana “AH77711P”.

Aparentemente, se ha empleado 400 gramos de un explosivo que colocó debajo del asiento del conductor y detonó por control remoto desde su vehículo, que seguía al de Darya.

Si bien no es una operación de excesiva complejidad que utilice sofisticados medios tecnológicos, Natalia Vovk pertenece a una unidad militar ucraniana, su marido también y la metodología de haber alquilado un departamento en el mismo edificio de Darya Duguina aporta indicios en un mismo sentido. Los explosivos y los cambios de matrículas son pruebas adicionales que indican que existió una operación de inteligencia que planificó al detalle la operación, hace pensar que no se trató de un lobo solitario sino de una operación de inteligencia.

Un detalle a tener en cuenta es que el asesinato selectivo de personajes enemigos es un sello distintivo de los servicios occidentales, una operatoria habitual que tiene múltiples ejemplos, pero que contrasta con una Rusia que no ha recurrido a ese tipo de asesinatos a lo largo de su historia.

El brazo ejecutor parece haber sido ya identificado sin dudas y abre puertas a otro conflicto porque se ha refugiado en una Estonia altamente hostil con Rusia. El Canciller Lavrov ha dicho que no habrá piedad con los autores del homicidio, lo cual hace prever acciones de algún tipo que agregarán tensión a la situación.

Emplea el término “asesinos” en plural, dando a entender que los responsables de dar esta orden también estarán en la mira de Rusia. La actual situación política hace pensar la idea del atentado obedece a una orden recibida desde Londres o Washington, o al menos cuenta con su aprobación. Resulta altamente improbable que un asesinato de alguien relevante en las afueras de Moscú sea ejecutada por el SBU sin la aprobación de sus mentores occidentales.

Sin embargo, hay algunos puntos oscuros en la historia a considerar. El presidente turco, Erdoğan, estaba trabajando, en ocasiones junto al secretario de la ONU Gutiérrez, en mediar entre Zelensky y Putin para frenar el enfrentamiento militar, y consideraba que había razones para ser optimistas por primera vez en mucho tiempo.

Erdoğan asimismo aseguró que Zelensky le había dicho que estaba ‘muy preocupado porque hay gente a su alrededor que lo engaña mucho’. 

Bien podríamos creer que es una frase circunstancial, pero se encuadra en un proceso que le da la razón. Zelensky destituyó al Comandante de las fuerzas especiales Grigory Galaga el mes pasado. También cayó en desgracia el primer subsecretario del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, Ruslan Demchenko, aunque se presentó a la opinión pública su salida como obedeciendo a razones de salud.

La fiscal general Irina Venediktova y el jefe de la Oficina de Inteligencia, SBU, Ivan Bakanov también fueron expulsados del poder, así como varios jefes regionales de esa organización de inteligencia. 

El mandatario ruso también ha anunciado una auditoría en el SBU, generando de esta manera muchos enemigos internos que bien pudieron ser quienes, con el acuerdo atlantista, organizaron la operación que llevó a cabo Natalia Shaban-Vovk.

Por ahora no tenemos más que hipótesis, pero no podemos desconocer que las mismas toman fuerza cuando las analizamos en el contexto en el cual a Zelensky se le agota el tiempo y no ofrece resultados, sus promesas de contraofensiva no son más que frases soltadas al aire y las fisuras en su gobierno crecen.

Hoy Zelensky sirve poco a la causa atlantista y ya podemos ver como el manto áureo que le daba la prensa ha ido corriéndose poco a poco.

Las diferencias internas en el propio gobierno ucraniano, que son de vieja data teniendo en cuenta que fueron asesinados negociadores de paz con Rusia acusados de traidores al comienzo de la acción militar, son una prueba de que no es todo homogéneo como se pretende ver. 

Las razones cobran más fortaleza cuando vemos como Occidente suministra datos de inteligencia y armas de mayor alcance para poder atacar objetivos sensibles para Rusia, que aunque son incapaces de cambiar el curso general de la guerra, ocasionan problemas para Moscú.

Los ataques contra la central de Zaporiya se siguen repitiendo mientras el desastre nuclear golpea a las puertas de Europa. Rusia ha advertido que esta situación puede ser considerada como un ataque nuclear contra Rusia con la consiguiente respuesta nuclear, mientras que la OTAN a través de Polonia advierte que puede invocar la cláusula 5 del tratado y de esa manera actuar directamente en Ucrania.

En definitiva no podemos saber quien ordenó el asesinato de Duguin, o de su hija. Algo que tampoco está claro es quien era el blanco, pero sí podemos señalar sin temor a equivocarnos que hay un sector en Occidente que tiene el poder y que ha decidido que debe haber una guerra frontal entre EE.UU., Rusia y China.

Si bien afirmamos que hay divisiones en Ucrania, en Occidente no podemos menos que ver lo mismo. Las contradicciones dadas por los intereses contrapuestos entre EE. UU. y los países europeos, sumados a las propias dentro de la UE e inclusive en el interior de cada país, trazan un panorama preocupante que le pone fecha de vencimiento a esta política antirrusa que da como resultado un costo imposible de sostener.

Los tiempos se aceleran, la economía occidental sufre las sanciones que han aplicado como un bumerán, la situación militar no es alentadora y la derrota ucraniana es solo cuestión de tiempo.

Washington sabe sobre esta realidad e inclusive su propia prensa comienza quebrar su homogénea posición optimista sobre la derrota de Rusia y crecen las dudas y los cuestionamientos. ¿Cuánto podrán sostener esta deriva en la UE, sin que las masas empobrecidas salgan a la calle? Ya hay varios gobiernos que han caído y aún no se ha visto lo peor que llegará con el invierno.

EEUU. no va a la zaga, nuevamente comienza el ruido informativo sobre una posible guerra civil. La desesperación por torcer el rumbo de la historia hace que se multipliquen las acciones de alto riesgo.

La opinión pública rusa comienza también a aumentar sus críticas hacia su gobierno exigiendo mayor dureza ante las osadías de Kiev, que sabotea y ataca objetivos civiles en Ucrania y en la propia Rusia, buscando que Moscú actúe con mayor vehemencia. Esto puede ser la excusa que buscan desde el Oeste para que se genere un escenario que le dé razones a la OTAN para intervenir directamente y torcer la suerte de la derrota primero ucraniana y luego del globalismo en su conjunto.

El intento de generar un accidente nuclear muy superior al de Chernóbil, los sabotajes y ataques a civiles y ahora el golpe en los suburbios de Moscú están presionando y los tiempos cerebrales de Putin no son los mismos de su sociedad, que sabe que tiene armas a su alcance que podrían acabar con esta situación rápidamente.

Una mirada objetiva denota que no hay muchas esperanzas para una resolución pacífica, cada iniciativa que tiene alguna posibilidad de éxito en ese sentido, es rápidamente abortada por un hecho sangriento que obstaculiza el proceso.

La situación generada en Taiwán con la visita de Pelosi y de una delegación posterior del Congreso de EE. UU. que visitó la isla, extrema la tensión en otras geografías. Al igual que la creciente agresividad de Israel, que ha atacado blancos a pocos kilómetros de la base rusa de Tartus en Siria, todo se alinea en un mismo sentido.

Lo mismo sucede con los anuncios de la OTAN sobre Kosovo y la aparición de bombarderos estratégicos de EE. UU. sobre el Báltico realizando ejercicios con munición real cerca de las fronteras rusas. Las provocaciones no cesan y Rusia es una incógnita sobre si mantendrá la calma como hasta ahora y seguirá con sus planes o se verá compelida a actuar en otro nivel.

Esto ya tiene una lógica implacable, en Alemania las empresas industriales se tornan inviables y hacen planes para abandonar el país hacia el sur de la UE o hacia lugares más lejanos que garanticen energía y tranquilidad, los granjeros holandeses se rebelan y obtienen la solidaridad del General Flynn, que advierte que llega el momento de luchar contra el globalismo. En España se preparan para recibir un aluvión de turistas británicos que tienen intenciones de pasar el invierno en ese país ante las restricciones y altísimos costos energéticos en su país.

¿Cuánto tiempo puede seguir sosteniendo el atlantismo globalista este proceso demencial de destrucción de sus propias bases económicas sin que la situación social haga volar todo por los aires?. La paciencia de los europeos cuando llegue el invierno se puede agotar rápidamente.

No hay más soluciones entonces que apurar los tiempos y hacer reaccionar a Rusia y a China. El asesinato de Darya va en ese sentido y es solo un ejemplo más de la desesperación de un modelo agonizante que se resiste a morir sin arrastrar a todos con él.

Si Moscú no reacciona seguramente veremos más acciones de este tipo. ¿Hasta cuando Rusia, Putin, y en definitiva, su pueblo, soportarán las provocaciones sin una respuesta a una escala mucho mayor que impulse una guerra mundial nuclear?


*Marcelo Ramírez es analista en Geopolítica y director de AsiaTV.

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