Para recordar a quienes olvidaron o nunca lo supieron
Por Ricardo Vicente López
¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor, Cualquiera es un ladrón.
-Enrique S. Discépolo (1934)
El liberalismo económico del siglo XIX desnudó su verdad en el estallido de la Bolsa de Nueva York, en aquel jueves negro de 1929. La memoria colectiva ha perdido la dimensión de la catástrofe, pero significó una bisagra en la historia del capitalismo occidental. Superarla hubiera costado décadas, si no se hubiera desatado (¡Oh, causalidad!) la Segunda Guerra Mundial (1939-1945); ésta reacomodó el tablero internacional. El New Deal (nuevo trato) [[1]] del Presidente Franklin D. Roosevelt con su política intervencionista puso en marcha un plan para luchar contra los efectos de la Gran Depresión en Estados Unidos. A pesar de ello, la década del treinta fue muy negra y agorera. En su transcurso se proyectaron los más oscuros pronósticos.
Por ser parte de los vencedores de esa guerra, el Gran País del Norte, se convirtió en la posguerra, en la gran potencia mundial. El diario La Vanguardia de Barcelona publicó el 24-10-14, en su página www.lavanguardia.com, una memoria para recordar la gravedad de ese acontecimiento:
«La crisis económica iniciada el mes de octubre de 1929 constituye uno de los hechos históricos más trascendentales de la primera mitad del siglo XX. La bolsa de valores de Wall Street [[2]] sufrió en esas fechas una estruendosa caída. El jueves 24 de octubre, el Dow Jones [[3]] descendió hasta uno de sus niveles más bajos alcanzados desde 1800. La caída de los precios de las acciones llevó a la ruina a millares de inversores. Desde relevantes hombres de negocios hasta pequeños accionistas se vieron afectados por igual. Las empresas y bancos se hundieron. El pánico se desató entre la población».
Los antecedentes de esta quiebra, en la nación supuesta más próspera del mundo de entonces, permiten hoy volver a reflexionar sobre algunos aspectos fundamentales del funcionamiento de los llamados “mercados libres” (liberados de controles). Sigamos leyendo La vanguardia:
«En medio de la prosperidad de los “felices años 20”, fructíferos dentro del boom especulativo, llevó a miles de estadounidenses a invertir alocadamente en el mercado de valores. Entonces, empezaron a surgir signos de debilidad. A finales de la década, los brokers [intermediarios bursátiles] prestaban rutinariamente a los pequeños inversores ingentes cantidades de dinero. La especulación era la moda imperante en el mercado bursátil y las acciones llegaron a alcanzar cuotas inverosímiles».
¿Por qué creo necesario volver sobre este tema? Porque su olvido, o su ocultamiento, posibilitaron una nueva maniobra especulativa, de dimensiones siderales, que culminó, una vez más, en otro estallido: el de las hipotecas inmobiliarias (técnicamente sub-prime = de alto riesgo):
«Son un tipo especial de hipotecas, preferentemente utilizados para la adquisición de viviendas, y orientadas a clientes con escasa solvencia. Por lo tanto con un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto de créditos».
No se sorprenda, amigo lector, ¡Si, eso era! Ud. estará pensando ¿a qué banquero se le puede ocurrir prestar dinero sabiendo que puede ser muy difícil recuperarlo? Esto tiene una sola respuesta: a alguien que está tramando un gran desfalco de dimensiones difíciles de imaginar. Efectivamente, esa es la historia, un grupo de importantes financistas (“¿gánsteres?”) planificó y ejecutó el plan. Pero luego, después del estallido de la burbuja de las hipotecas sub-prime 2007/8, ellos se quejaron de haber perdido mucho dinero.
Un primer informe de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED, sigla en inglés) comunicó que había emitido la impactante cifra de 1,5 billones de dólares para “recuperar la estabilidad de los mercados financieros”. Sin embargo, una auditoría posterior reveló que la ayuda total, mantenida en secreto, sumaba un total de 16 billones de dólares, entregados a los más grandes bancos norteamericanos y europeos en pleno apogeo de la crisis financiera global, entre 2007 y 2010. Hoy, casi veinte años después, todavía no se ha encontrado el camino de salida de esa hecatombe, sin embargo, nada se dice al respecto.
Le recomiendo, amigo lector dos excelentes películas que son casi dos documentales que describen el funcionamiento del capitalismo financiero: 1.- Wall Street dirigida por Oliver Stone (1987); 2.- Too Big to fail (demasiado grandes para quebrar) dirigida por Curtis Hanson (2011). Si no las vio véalas, si las vio vuelva a verlas. Amabas son un cátedra sobre la especulación, sobre las artimañas de los financistas especuladores y su desprecio por el cumplimiento de las normas. (¡Oh qué casualidad, muy parecido a muchas cosas de hoy!)
Si hoy nos detenemos a observar los mercados nacionales y/o internacionales ¿no estamos viendo historias parecidas? ¿Cómo se puede defender la libertad de mercado después de todo lo que pasó, en su nombre? Yo tengo dos respuestas, y perdóneme mis pretensiones, amigo lector: “son muy ignorantes o son delincuentes (¿?¡!), Ud. elija”.
[1] Es el nombre dado por el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt a su política intervencionista, puesta en marcha para luchar contra los efectos de las consecuencias del derrumbe de la Bolsa de Valores.
[2] Wall Street es conocido como el mayor distrito financiero de la ciudad Nueva York y del mundo.
[3] Es uno de muchos índices bursátiles creados por Charles Henry Dow, mide el desempeño de las 30 mayores sociedades anónimas que cotizan en el mercado bursátil de Estados Unidos.
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