Por Marcelo Ramírez
Kemal Kılıçdaroglu, líder de la oposición del Partido Republicano del Pueblo (CHP), se enfrentará en una crucial elección con el actual presidente Recep Erdoğan. Las elecciones son una de las más trascendentes de la historia moderna de Turquía y sin lugar a dudas una de las más importantes del año por su impacto geopolítico.
El enfrentamiento no es solo de personalidades sino de modelo tanto interno como de alineamientos geopolíticos.
Kemal Kılıçdaroglu representa a la corriente política clásica laica que erigió el fundador de la moderna Turquía, Mustafá Kemal Atatürk. El programa de modernizaciones de lo que fue el Imperio Otomano dio paso a un Estado con ideas occidentales que se apartó del Islam como corriente política.
Sin embargo, han pasado décadas desde ese momento y las crisis turcas recurrentes dieron paso a un Erdoğan que ha ido acentuando paulatinamente su perfil religioso inmerso en un giro hacia posiciones cercanas al Islam, un proceso que se ha dado por distintos factores. La negativa de la UE de dar entrada a Ankara luego de años y años de solicitudes sumadas a las dificultades en el desarrollo económico, que terminaron por dar un sacudón político sobre un país que buscaba asociarse a la prosperidad europea, pero cuyos valores son indudablemente otros.
El período de Erdoğan se caracterizó por un gobierno de mano firme propio de cómo las sociedades valoran las condiciones de vida según sus valores y tradiciones, dejando de lado las ideas liberales democráticas europeas.
Erdoğan finalmente observó la imposibilidad de seguir por el mismo rumbo emprendido con resultados esperanzadores y comenzó un proceso ambicioso de renacimiento otomano. Algo que nunca debe subestimarse en las naciones de pasado Imperial cuyo ADN los lleva a seguir reconociendo tiempos gloriosos que deben volver para obtener el viejo pasado laureado.
La Nueva Turquía ha dado un giro que combina el nacionalismo con los valores islámicos y ha hecho su centro en la unidad territorial combatiendo al PKK kurdo, a quien Ankara acusa de terrorismo.
Las consecuencias de la importancia del problema kurdo, un pueblo desparramado en distintos lugares a través de la historia, ha llevado a Turquía a un doble juego con Occidente. Allí se ha sumado a las acciones hostiles contra el Norte de Siria combatiendo a Bashar al Assad de acuerdo a las necesidades de controlar los territorios que los kurdos usaban de plataformas para operar en Turquía.
Sin embargo, el intento de golpe en el 2014 por un clérigo bajo tutela de la CIA, Fetullah Gullen, cambió el rumbo de la historia.
Alertado por servicios de inteligencia iraníes y rusos, Erdoğan comprendió que el modelo occidental no lo incluía y que su país debería ser desestabilizado en el proceso de destrucción del Medio Oriente que llevaban a cabo los EE. UU. y sus socios.
La represión posterior desencadenada por el presidente contra los golpistas llevó a su país a que pase de ser un puntal de la OTAN a una nación poco confiable.
La prensa internacional se ha ido volcando paulatinamente en su contra y eso derivó en diferentes procesos de distanciamiento. El más notorio tal vez haya sido la compra de sistemas S400 a Rusia, algo simplemente insólito que produjo todo tipo de amenazas de EE. UU., pero que no movieron a ANKARA de sus políticas. La respuesta de Washington fue la de dejar fuera a Turquía del programa Joint Strike Fighter del F 35 en el que participaba su país en la fabricación de piezas.
No solo Turquía perdió su lugar, sino que EE. UU. no aceptó cederle los F 35, parte de los cuales ya se había abonado. El malestar turco lo llevó a buscar un desarrollo propio de caza de 5 generaciones e inclusive barajar la posibilidad de comprar aeronaves rusas. EE. UU. contrapuso los F35 que no han sido del agrado de Ankara.
La situación entre Occidente y Turquía se ha ido enrareciendo cada vez más.
La cuestión ha terminado de desmadrarse cuando Turquía no se plegó a las sanciones contra Rusia con motivo de los sucesos ucranianos. Siguieron no solo las conversaciones, sino que Rusia ofreció a Turquía convertirse en un hub de alimentos y energía ruso hacia el exterior. La crítica situación económica recibe apoyo de Rusia, China, consiguiendo además que se abra el mercado ruso a las empresas de otras nacionalidades, entre ellas las empresas turcas que obtienen buenos negocios a costillas de las empresas occidentales que han abandonado Rusia con enormes pérdidas.
En este marco de tensiones crecientes con Occidente, con los históricos desaires de la UE y las humillantes negativas a una nación de la OTAN tratándola como un enemigo, llegan las elecciones del 14 de mayo, que bien pueden ir a una segunda vuelta si no hay un ganador absoluto.
Las cartas se han jugado, el ministro Lavrov ha apoyado a Erdoğan, mientras que el embajador Jeffry Lane de los EE. UU. se mostró con el opositor Kemal Kılıçdaroglu. Claramente, ambos bandos saben a qué se juega, en una partida trascendental que puede traerles muchos problemas a la OTAN.
La actitud de la prensa una vez más forma el combo obligado que nos permite saber a qué juegan los occidentales. Dicha prensa una vez más se ha enfocado en el tema. Erdoğan es señalado como un dictador que ha tomado una vertiente peligrosa y qué debe ser reemplazado por un líder pro occidental confiable y “democrático”.
El presidente turco dio un paso más cuando inauguró la central nuclear de Akkuyu, una creación de la rusa Rosatom, prevista para finales de abril. No perdamos de vista que Turquía, en el momento más caliente de la historia post Guerra Fría, ha dado más que significativos pasos de acercamiento hacia Rusia y China.
La prensa Occidental insiste en presentar una disputa electoral donde el pueblo turco va a optar por los valores occidentales de derechos, ignorando que las preocupaciones de los ciudadanos comunes es vivir de la mejor manera posible dentro de sus esquemas de valores tradicionales. Todo muy lejano a lo que ofrece Occidente.
La situación merece que estemos alerta, es altamente probable que si Erdoğan gana las elecciones la prensa se encargue de deslegitimar su victoria, aunque no es una buena noticia que Turquía se desestabilice, y Rusia pueda avanzar en un país OTAN tan importante.
La posición occidental es entonces muy complicada, compleja y llena de aristas, Erdoğan juega sus cartas con habilidad y en forma arriesgada.
Las encuestas que promueven los medios Occidentales le dan 10 puntos de ventaja al opositor Kemal Kılıçdaroglu; sin embargo, las movilizaciones a favor del presidente han sido masivas.
Los opositores temen que la división de la oposición entre al menos 6 frentes electorales, unidos simplemente por el odio a Erdoğan, pero con programas de gobierno que van desde la derecha religiosa hasta la izquierda kurda, no consigan ser lo suficientemente fuertes para el desafío.
El actual presidente ha acusado a sus opositores de promesas vacías contra realidades, y de ser esbirros al servicio del imperialismo anglosajón. Este sentimiento nacionalista ha sido alimentado por Erdoğan junto con los valores religiosos que contrastan con los occidentales.
Un problema adicional que no consigue resolver occidente es la cuestión griega. El Parlamente griego ha decidido extender sus límites marinos a 12 millas, lo cual entregaría a Grecia la posición del mar Egeo, algo proclamado como cassus belli por Turquía.
El poderío militar turco es muy superior, pero Atenas cuenta con el apoyo de Washington en sus reclamos y posiciones. Esto siempre ha sido una honda herida que rezuma desconfianza hacia los angloamericanos que los turcos no olvidan.
Turquía también tiene el conflicto de Chipre, el ya mencionado en Siria, una zigzagueante política con Israel y una capacidad de influencia en países del Asia Central.
Medio Oriente y Asia Central se reordenan en función del declive anglosajón, China aumenta su influencia y se encuentra con desafíos distintos a los que históricamente empleó occidente.
Rusia y China, sobre todo esta última, necesita pacificar los territorios porque de esa manera sus proyectos comerciales como el de OBOR pueden rendir frutos. Muy diferente a las políticas británicas y estadounidenses, europeas en general, que han subdividido y enfrentado entre sí a los distintos pueblos para poder ejercer el dominio sobre ellos ante su división.
No solo entonces está en juego la subsistencia de Erdoğan, sino también cuál será el marco geopolítico en su país y permitirá ver como China, la naciente superpotencia, puede establecer un orden mundial sobre otros parámetros, pacificando la región y desarrollándolas.
Las elecciones plantean un giro hacia un mundo multipolar cada vez más afianzado por Erdoğan, así como un golpe de mano proeuropeo que traiga a Ankara nuevamente a ser un peón occidental.
La situación no es simple tampoco para la propia oposición, porque los compromisos económicos con Rusia son muy profundos y han generado una dependencia importante. Salir de esa posición y sumarse a las sanciones contra Rusia sería un golpe enorme a la propia economía turca.
Podemos suponer que si gana el opositor debería haber una cuota de pragmatismo, sin embargo, luego de las demenciales políticas europeas que están erosionando la propia prosperidad de la UE por presiones externas y una clase política incapaz de un atisbo de rebeldía y soberanismo.
Nada garantiza, de esta manera, que si Kemal Kılıçdaroglu se impone, bien podría ser arrastrado a la misma política de sus vecinos europeos.
Las ideas que ha esbozado para asimilar los valores europeos de los derechos humanos en la propia Turquía, una vez más deja manifiesto que existe un choque de modelo en el que Occidente busca una cultura universal de acuerdo a sus necesidades.
En definitiva, nada nuevo ni impensado, la presión del mundo anglosajón no acepta matices culturales distintos y se encima a una cultura universal que necesariamente deberá chocar con los valores de la sociedad turca.
Las elecciones definirán el rumbo de Ankara y de buena parte de la región, Las posibilidades están muy parejas, aunque parece haber una luz favorable a Erdoğan, que podría conservar el poder aunque debilitado.
Si ninguno de los candidatos llega a la mayoría absoluta, se celebrará una segunda vuelta en dos semanas. Este domingo 14 buena parte del mundo estará pendiente de la resolución de quién seguirá gobernando Turquía.
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