España: hacia la gangrena final – Por Juan Manuel de Prada

Hacia la gangrena final
Por Juan Manuel de Prada

Nadie debe dudar que el partido fundado por un tipógrafo (y luego refundado por la CIA en Suresnes) esté dispuesto, llegado el caso, a infringir la legalidad. «Este partido –afirmaba el tipógrafo– estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones». Pero esta frase, que siempre enarbolan los asustaviejas de la derecha para prevenirnos de las ansias totalitarias de los socialistas, no es de aplicación en el presente caso. Pues lo cierto es que todas las reformas que el doctor Sánchez y sus mariachis acaban de introducir mediante subterfugios legales están amparadas por el «marco constitucional», que establece un «Estado de derecho» en el cual las mayorías parlamentarias puede hacer todos estos enjuagues y otros todavía peores.

La gente ilusa cree que, mediante estos subterfugios legales, el doctor Sánchez y sus mariachis se han cargado la «separación de poderes». Sin duda, la fe en el Régimen del 78 va mucho más allá que la fe religiosa. Es cierto que nadie ha visto a la Santísima Trinidad; pero todavía no he conocido a nadie capaz de probar su inexistencia. En cambio, tenemos multitud de pruebas (algunas aplastantes) de que, bajo el Régimen del 78, jamás ha existido «separación de poderes»; y, sin embargo, la gente ilusa sigue creyendo de forma absurda e irrisoria en esta notoria falsedad. En España, los jueces no pueden ejercer sobre los poderes legislativo y ejecutivo ningún control, que monopoliza un órgano político, el Llamado Tribunal Constitucional; y la carrera de los jueces está monitorizada por otro órgano político, el llamado Consejo General del Poder Judicial.

El Régimen del 78 instauró una auténtica ‘anarquía jurídica’, no a través de la anomia, sino del barrizal positivista generado por un Estado de derecho que no es otra cosa sino la mera expresión del arbitrio del más fuerte (que, a la postre, termina siendo siempre el partido de Estado refundado en Suresnes por la CIA). El derecho, bajo el Régimen del 78, ha dejado de ser determinación de la justicia, para convertirse en un turbulento barrizal leguleyo, dependiente de la ‘libertad del querer’ del partido de Estado, puro nihilismo jurídico apoyado en conveniencias políticas cambiantes, cuando no en pulsiones, en instintos, en audacias de la pura concupiscencia de poder. Al doctor Sánchez sólo lo distingue de sus predecesores su grado de audacia.

Habrá ilusos de la derecha que piensen que el partido de Estado ha dado» un golpe de Estado» y sigan aferrándose patéticamente al idolatrado papel mojado que ampara estos desmanes. Con esos mimbres no se puede hacer ningún cesto. Sólo nos consuela aquella frase profética de Donoso Cortés, que hoy resuena más clarividente y esperanzadora que nunca: «El principio electivo es de suyo cosa tan corruptora que todas las sociedades civiles, así antiguas como modernas, en que ha prevalecido han muerto gangrenadas».

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