Hay verdades que no son tales. O, al menos, algunas veces… el caso de Lucas Pérez – Por Ricardo Vicente López

Por Ricardo Vicente López

Estamos envueltos en informaciones que hablan, en una proporción importante, sólo de dinero. En realidad esto no es una novedad, tengamos en cuenta su historia de travesuras es muy larga y triste: ya nos enteramos en el Nuevo Testamento cristiano: «Treinta piezas de plata fue el precio por el cual Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret», según el Evangelio de Mateo. Dice Fernando Rueda: “Yo pensaba en personajes como Kim Philby, que traicionó a Inglaterra desde 1930 hasta 1960 por defender el comunismo”; “De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero”. “Más vale tener que desear”; “Nace ya criado el que de padre rico es engendrado”; “Quien tiene bueyes, ara cuando quiere”; “Quien lo tiene lo gasta o lo luce”. “El adinerado nunca en juicio es condenado”. Y termino para no hacer muy larga mi demostración del poder del dinero. La sabiduría del poeta Quevedo decía en el siglo XVII: “Madre, yo al oro me humillo,/ Él es mi amante y mi amado,/Pues de puro enamorado/Anda continuo amarillo./ Que pues doblón o sencillo/ Hace todo cuanto quiero,/Poderoso caballero es don Dinero”.

Si miramos para adentro de nuestras tierras nos encontramos con el pesimismo del sabio Discepolín: “Lo que hace falta es empacar mucha moneda, vender el alma, rifar el corazón, tirar la poca decencia que te queda… plata, mucha plata, yo quiero vivir; el verdadero amor se ahogó en la sopa la panza es reina y el dinero es Dios… Que la honradez la venden al contado y a la Moral la dan por moneditas… Que no hay ninguna verdad que se resista frente a dos pesos moneda nacional”.

Y entre tanta amargura y desesperanza aparece el “Lucas Pérez” “el loco Pérez”, para hacernos abandonar las decepciones y darle esperanzar a nuestros corazones. ¿qué hizo este descalabrado? Porque sólo en estado de locura rayano en el suicidio se puede haber cometido semejante zafarrancho.

Les comento una nota aparecida de José Luis Lanao, periodista, ex jugador de Vélez, y en clubes de España, y campeón Mundial de Tokio, que nos cuenta lo siguiente: «Lucas Pérez renunció a seguir en Primera División para volver a jugar en Tercera con el Deportivo La Coruña. Llevamos unos años en que lo impensable se ha vuelto cotidiano. La filosofía clásica asociaba el progreso y el bienestar a la razón, los darwinistas del mercado lo vinculan al progreso económico. No hace falta decir cuál de las dos corrientes domina la actualidad. Todo esto está ahí, ¡omnipresente!

En ocasiones nos jugamos la vida en los deseos. A Lucas Pérez no lo llamaban el “Loco”… ahora lo llaman así. “¿Cómo vas a renunciar a dos millones de euros, Lucas? ¡Son dos millones de euros, joder!”, le gritó paranoico su representante. “No te das cuenta. Además, ¿cómo vas a irte de la Primera División? Todavía te quedan unos buenos años aquí. Ya tendrás tiempo de ir al Dépor”.

No hubo forma. El representante recibió su respuesta: “Vuelvo a casa, Loren. Se acabó”.

El fútbol de hoy no está preparado para estos sustos. Una decisión de esta naturaleza se la interpreta como un síntoma de delirio. De que este hombre no está bien. Que necesita tratamiento. De que debe volver a tomar la pastilla. Es que el fútbol de hoy, tan dolarizado. Tan empecinado en deshumanizar los aspectos sociales, y dispuesto a formatear un proceso de normalización que reproduzca el modelo de cosificasión de un fútbol cautivo por el mercado. Hace tiempo que el jugador se transformó en un “producto” de consumo, con compromisos endebles y pasajeros, de poco roce de piel con los clubes y las aficiones, encadenados a una política de mercado por agentes futbolísticos que no negocian jugadores, negocian productos financieros. Un modelo “fordista” de cadenas de producción de talentos asociados a la especulación. Jugadores de usar y tirar, dispuestos a rotar a la velocidad que el mercado exija.

“No podía imaginar que una decisión así iba a tener tanta repercusión”, reconoce  a un medio francés. La noticia desató una tormenta sin precedentes de atención futbolística europea y global. Al delantero le aguarda una larga lista de espera de medios europeos e internacionales interesados en conocer su historia: Nacido en Monelos (Galicia) en un escenario prototípico de la época: bloques simétricos, enjambres de pibes jugando al fútbol en los portales y descampados, y una animada vida social con una plaza central que tenía “efectos especiales”. La heroína hacía estragos por aquella época.

Criado por sus abuelos, su madre drogodependiente lo abandonó desde muy niño. Nunca más supo de ella. Enseguida deslumbró futbolísticamente y del Deportivo de la Coruña (hoy en tercera división) pasó al Arsenal donde destacó en la Champions y ganó varios títulos británicos. Antes de regresar a España recaló en el West Ham. Luego Alavés y Elche (todos clubes ingleses que pagan millonadas por un buen jugador de fútbol. Hace dos meses, su equipo, el Cádiz, le ofreció la ampliación de contrato por dos millones de euros. Pero, tome asiento por lo que le voy a decir: el jugador lo rechazó y se reunió con el presidente del club gaditano, Manuel Vizcaíno, para hacerle un inusual ruego: “Deja que me vaya al Deportivo”. La petición llevaba implícito renunciar a los dos millones de euros, bajar dos categorías y, encima, poner medio millón de euros de su bolsillo para ayudar a costear un fichaje inalcanzable para un equipo de Tercera División.

Lucas Pérez recuerda cómo el presidente del Cádiz lo picó en su orgullo hasta el último minuto. “Vuelve si tienes huevos’, me dijo. Volvió: “Yo no vengo a la tercera división, vengo al Deportivo, mi club de origen”, dijo en su presentación ante 7.000 personas. Sabemos que el dinero no escucha, sabemos que por lo general razona desde los genitales. Su redención es inútil, pero a veces amanece un cisne negro. Vivimos atrapados por los deseos de los otros, por su mirada, y lo que es aún peor por la demanda que creemos adivinar en los demás. El “Loco” Pérez lo sabe. Sin embargo se ha dado un capricho caro: detener un poco, solo un poco, este fútbol neoliberal tan salvaje, que te zarandea, te disuelve y te devora.

¿Cuántas personas hay que han quedado desmentidas? Perdoname, viejo Discepolín que te desmienta… Perdónenme tantos y tantas que se niegan a soñar un poco… sólo un poco… yo sigo soñando con la “la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación” de la que nos hablaba un viejo General.

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